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Daniel Portillo, director del Kolectivo San Jacinto, destaca que el cine comunitario es necesario en un país sin identidad propia y con muchos problemas sociales invisibilizados.

“El cine es un arma ideológica” Daniel Portillo

Andrea Orellana
@DiarioCoLatino

Lo difícil de hacer cine comunitario es el poco financiamiento que hay hacia ese tipo de cine”, afirma Daniel Portillo, estudiante de Sociología de la Universidad de El Salvador (UES) y realizador de cine comunitario. “El problema radica en que lo han ‘capturado’ oenegés, asociaciones y alcaldías, que obviamente tienen más posibilidades de conseguir financiamento”.

Daniel es director del “Kolectivo San Jacinto”, agrupación de jóvenes que desde 2013 se dedica a la producción de cortometrajes de ficción y documentales de corte social. Su primera obra audiovisual fue La odisea de Fabio, un cortometraje sobre zombies —con un marcado mensaje contra la alienación producida por los medios de comunicación— en el que participaron los habitantes de la zona residencial en que Daniel vive.

Sin embargo, su rostro se hizo famoso hasta hace un año y medio, cuando se viralizó un vídeo sobre la llamada “marcha de blanco” en las Fuentes Beethoven. En él, Daniel aparece portando una máscara de Francisco Flores y carteles que denuncian la supuesta malversación de fondos del expresidente. Posteriormente —rotos sus carteles, ya sin máscara y rodeado por una multitud molesta—, se lo mira acostado en el suelo mientras un agente de la policía intenta sacarlo del lugar.

Daniel está consciente de que hacer cine para las comunidades y hablar sobre los problemas que les afectan no es algo fácil. “La única forma de financiarte es yendo a universidades, a institutos, a colegios, y cobrar entradas incluso, en vez de que Cinemark te vaya a dar una comisión por haber presentado tu película, que creo que es bien difícil”, dice.

Destaca también que la situación de inseguridad dificulta la producción artística en muchas comunidades del país. “El problema es que el cine documenta, queda grabado, y eso para [la violencia pandilleril] es bien delicado. Hay formas para hacer eso, pero debés tener un buen presupuesto para acercarte a líderes de pandillas para pedir permiso”, señala.

Sin embargo, esto no detiene la labor del Kolectivo San Jacinto. Daniel cree que el cine comunitario es importante en el país porque “el cine es un arma ideológica. Ayuda a las sociedades que lo producen a darse cuenta quiénes son, a hablar de sus historias, a hablar de sus problemas. Creo que es importante por eso, porque no sabemos todavía quiénes somos”.

También señala que este tipo de producciones “empoderan a las comunidades”. Para él, la función del cine comunitario es disminuir la estigmatización de algunos grupos sociales, cambiar los paradigmas tanto dentro como fuera de los grupos retratados y colaborar con la comunicación entre distintas comunidades.

Para que esto se produzca de la mejor forma, cree que se debe cambiar la forma de hacer y de mostrar el cine. “Hacer tu película e ir a proyectarla al cine no pega”, sentencia. “No podés competir con las grandes producciones de Hollywood, que ya están calendarizadas y la gente conoce”. En cambio, sostiene que hay que acercar el cine a las comunidades. “La idea mercantilista de una sala acondicionada me parece un retroceso, porque no toda la gente del país va al cine”.

La última producción del Kolectivo San Jacinto es el cortometraje de ficción Prudencia, que recrea la historia de Prudencia Ayala —salvadoreña que se postuló a la presidencia de la república en 1930, cuando las mujeres ni siquiera tenían derecho al voto— en un entorno escolar. La obra contó con la participación de los estudiantes del Instituto General Manuel José Arce y se realizó gracias al financiamiento de Fondo Nacional Concursable para la Cultura y las Artes (FONCCA).

Daniel está consciente de que las limitaciones económicas para hacer cine comunitario se imponen. “Creo que la dinámica del Kolectivo San Jacinto tiene su tiempo de vida, porque no vivimos de eso”, afirma. “La única forma de sobrevivir [de la producción audiovisual] es la publicidad y la ficción. La otra [hacer cine comunitario] es bien arriesgada”.

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