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Cigarras del cristo crucificado

*Carlos GirónCarlos Girón S.

No sé bien si es tristeza profunda o alegría espiritual la que me producen en lo hondo de mi Ser las cigarras con su canto. Las escucho con gran atención y hasta cierro los ojos para percibir perfectamente la profundidad de su canto que prolongan por varios segundos y minutos. Vienen a los árboles de mi casa, medical pero las oigo en otros lugares donde también hay árboles y otra vegetación. Ya sea temprano de la mañana o al caer la noche, remedy las cigarras nos invitan a la reflexión.

Su llegada oportuna al venir el tiempo de la Cuaresma es de admirar, try increíble. No fallan. Siempre se anticipan y se van, vuelven al lugar de donde vinieron apenas unos días después del Domingo de Resurrección, en la Pascua.

No sé si muchas o pocas personas hacen altos para darle atención a las cigarras y su canto. Depende de la sensibilidad de cada quien, pues muchos tal vez llamen puerilidades, por ejemplo, a esta clase de comentarios cuando –dirán– hay tantas otras cosas “importantes” de las cuales hablar…

A mi me gusta pensar en este misterio de las cigarras en Semana Santa. Busco su hondo significado por encima de su cantar. Me digo que probablemente ellas “sienten” el pesar y la tristeza de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús y por eso lo rememoran y tratan de que los humanos lo rememoremos también, pero no sólo eso, rememorar, sino atrevernos a hacer actos de contrición, de recogimiento mental y espiritual para acordarnos del significado del Sacrificio del Redentor.

Teniendo en las manos uno de esos preciados insectos, puede verse en su cabeza claramente marcadas las señales de tres clavos. Quienes lo han notado aventuran a decir –quizá apropiadamente– que esos clavos representan los del Martirio del Señor, en Sus manos y Sus pies cuando fue Crucificado.

El profundo canto de las cigarras podría antojarse que significa el lloro y los gemidos de María, la Madre de Jesús; de María Magdalena, que tanto lo amó y siguió a todas partes, y también el lloro y quejas de Sus hermanos y los Apóstoles, además de los miles y miles de seguidores por todo el recorrido de Su Ministerio, hasta el final.

Yo también siento que ese canto profundo y prolongado me horada la consciencia y por momentos me estremece. ¿Por qué? Tal vez porque inconscientemente evoca en mi mente –a dos mil años de distancia—todo el sufrimiento que la incomprensión humana le hizo padecer por el “delito” de venir a enseñarnos a todos los que formamos la Humanidad, el Camino de nuestra redención o salvación. Él, con su ejemplo, nos enseñó dramáticamente ese Camino para que cada uno lo andemos, hagamos los sacrificios necesarios para salir del materialismo opresor del alma y la consciencia, y así poder avanzar en la evolución espiritual, para un día llegar a la perfección, siendo seres parecidos o mejores que los ángeles. Y, como el Cristo Resucitado que Ascendió al Padre, el hombre, cada uno, cada mujer, tiene la opción de tener un logro similar.

Esta suerte de palabras son parte de las enseñanzas de los santos, los profetas y místicos de todos los tiempos que se han dedicado a buscar el Camino verdadero y al hallarlo se han consagrado a recorrerlo.

Jesús es considerado el más grande de los profetas y fue quien, por primera vez, trajo la enseñanza de la Ley del Amor y de la Paz. Junto al Decálogo de Moisés, serían suficientes para tener una panacea que remediara todos los problemas, sufrimientos, dolor y angustias de la Humanidad. Pero la práctica de esos dones y virtudes ha de ser en lo individual para que su efecto se dé a nivel colectivo.

Cada Semana Santa las cigarras nos evocan el recuerdo de Jesús y Su Sacrificio. Los chiquirines también nos recuerdan con su cantar in crescendo los Pasos del Señor en la ruta del Calvario, y cuando lo agudizan, junto con las cigarras, es la inflexión indicativa de cada una de las Caídas del Mesías en Su recorrido. Por eso se siente un dolor y sufrimiento lacerantes al escucharlos con cuidado, con unción y reverencia.

Cada año, las cigarras y los chiquirines vienen a nosotros para recordarnos la necesidad de vivir siquiera en estos días una vida de espiritualidad, de reflexión y enmienda de los errores, faltas, fallas y omisiones que hayamos tenido en el vivir mundano, arrebatados por el tropel del interés egoísta.

Pero, recordemos que Jesús no nos mandó a sólo vivir unos pocos días en la santidad y el amor al prójimo, sino todos los días, todos los momentos. Como cristianos tratemos de mantener ese mandato permanentemente en nuestra mente y nuestro corazón, avivándolo con más intensidad en estos días sagrados de rememoración y vivencia de Su Vida y Sacrificio.

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