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Buscando al Culpable

Guido Castro Duarte

El Salvador es un país de enormes contrastes y contradicciones: unos cuantos han acumulado por siglos casi la totalidad de la riqueza nacional y las grandes mayorías pasan toda su vida sobreviviendo y con escasas posibilidades de movilidad social. Las universidades y los institutos técnicos arrojan anualmente a miles de jóvenes al campo laboral y estos preferentemente optan por salir ilegalmente a los Estados Unidos.

Las dirigencias políticas viven exaltando las virtudes y el papel de los jóvenes, unhealthy afirmando que son el futuro del país, pero en los puestos de dirección de los partidos son los grandes ausentes. Las entidades educativas supuestamente realizan esfuerzos por elevar el nivel de la calidad educativa de los colegios y escuelas, pero a las Universidades llegan jóvenes sin poder leer y escribir correctamente y con una escasa cultura general.

Diariamente vemos los esfuerzos de la PNC por combatir la delincuencia común y organizada, manteniéndose un círculo vicioso interminable: a más delincuentes eliminados o capturados, más crímenes impunes y más jóvenes entran a las estructuras criminales. En fin, la lista es interminable.

¿Existe una causa común a todos estos males de nuestra realidad política, económica y social?

Realizando un examen retrospectivo en la historia podemos afirmar, sin temor a equivocarnos,  que es el mercantilismo. Este es un cáncer que ha permanecido en el organismo social desde la época colonial. El autor guatemalteco Julio Vielman, en su obra inconclusa “Los Enigmas de la Independencia 1808-1823”, Tomo I, relata que los cargos públicos durante la época colonial se adquirían por herencia o por compra venta. Esta es una práctica que se sigue desarrollando en algunos partidos políticos, burlando la disposición constitucional que la prohíbe.

Burlando a las generaciones de recambio de los partidos políticos, a las que ocupan solo como pega papeles o grupos de choque, los dirigentes se ocupan de colocar a sus hijos o parientes en las candidaturas de elección popular más seguras, o en último caso, en las cuotas de plazas que adquieren en las entidades de gobierno.

Pero estos no son más que los agentes de tercera clase de los señores del mercantilismo, el G-20 como lo llamó Walter Araujo, uno de sus más files lacayos en el pasado.

El mercantilismo es un sistema económico basado en los privilegios que unos pocos poseen en la manipulación de las estructuras de poder: evaden responsabilidades, evaden el control de la justicia, son protegidos de posibles competidores, definen las decisiones gubernamentales trascendentales y poseen información privilegiada para ejercer control de las grandes operaciones económicas, por ejemplo en los procesos de privatización o en las principales licitaciones públicas.

El mercantilismo tiene la habilidad de penetrar en los grupos políticos calificados de derecha o de izquierda. El brillo del oro o la vida suntuosa embruja a todos los hombres sin distinción de raza, credo, nacionalidad o partido político. Solo una estructura moral robustecida de valores puede resistir el embate del poder del dinero.

Pareciera imposible luchar contra esto, pero no lo es si se le da el control directamente al pueblo, pero esto será posible solamente después de un proceso de formación de cultura política en todos los estratos sociales.

Por eso al Mercantilismo le ha interesado siempre mantener en la ignorancia al pueblo, por eso a los partidos políticos no les interesa la formación política y democrática para la ciudadanía y sus correligionarios, por eso los programas educativos son mediocres, por eso, la libertad, el bien más preciado por el hombre después de la vida, siempre es violentado o restringido por los hacedores de leyes.

Al Mercantilismo le interesa manipular la voluntad humana, en ese sentido nos crea necesidades falsas que nos vuelven cada vez más materialistas y menos espirituales. Nos hacen valorar más el tener que el ser, y así empezamos a catalogar a nuestros semejantes, valen más los que tienen más y no los que son mejores personas. Así nacen las estratificaciones sociales que tanto daño, que tanto odio,  que tantas divisiones sociales y guerras fratricidas han provocado, con la pléyade de asesinados, desaparecidos y marginados en nuestras sociedades.

El mercantilismo ha dividido a los pueblos y ahora nos tiene a punto de contemplar y sufrir los efectos de una nueva guerra mundial.   

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