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Bola de cristal con la elección de funcionarios

Carlos Girón S.

Cuando después de un vergonzoso y caprichoso retraso en la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia por los padrastros de la Patria, muchas personas sensatas y preocupadas legítimamente por los destinos y el buen camino por el que debe conducirse a nuestra Patria, consideran -incluido yo- que, cada vez que se dan esas elecciones o designaciones de nuevos funcionarios para los más importantes cargos en el Gobierno, sería muy del caso tener cerca a una pitonisa con su bola de cristal para entrever anticipadamente o adivinar qué clase de personas son las que tienen el privilegio –porque lo es— de poder servir a los caros intereses de la República y sus habitantes, y adelantar qué conducta mostrarán ya en sus funciones.

De paso, la gente piensa en la necesidad urgente de cambiar el extremadamente largo período –actualmente nueve años- de los magistrados de la Corte de Justicia. Peor cuando salen como Catilinas o Atilas, siendo los primeros en violar o irrespetar los preceptos de la Carta Magna.

Se desearía y, más que todo, se necesitaría saber si son individuos probos, de probidad comprobada, sin ambiciones desmesuradas, sin ideas escondidas de prevalerse del cargo para obtener todas las ventajas que sean posibles, incluidos los robos y estafas al erario público; si se harán los del ojo pacho con los evasores de impuestos; los que piensan favorecer o aliarse con narcotraficantes, y si van dispuestos a colocar a toda la parentela en cargos en dependencias gubernamentales.

La pitonisa sería de gran valor particularmente para los mismos funcionarios electos a fin de prevenirles y advertirles que oigan la voz de su conciencia y si esta no lo aprueba, mejor que no acepten los cargos para los que sean electos o designados, comenzando con los de presidente y vice de la República, diputados del Congreso, magistrados de la Corte Suprema de Justicia; fiscales generales y otros por el estilo, para que al final no terminen en la cárcel, totalmente desprestigiados, ellos y sus familias –que es lo más triste en muchos casos y peor si sus cónyuges también sufren esa pena— y ser objeto de embargos y confiscaciones de bienes inmuebles habidos por corrupción.

La pitonisa enfocaría su vista en la bola de cristal a los candidatos presidenciales, por ejemplo, para verificar, en primer término, su legitimidad para aspirar al alto cargo, es decir, su nacionalidad, no postiza por naturalización, sino de nacimiento, para lo cual lo menos que se les puede pedir o exigir que exhiban o publiquen ampliamente la partida de nacimiento, no clonada, sino auténtica.

No vaya a pasar lo que cuando José María Lemus fue presidente de la República que le hicieron una partida de nacimiento falsa, pues su nacionalidad era hondureña. Ahora, que no vaya a resultar de churumbel…

En este punto el Tribunal Supremo Electoral es el primero en vigilar por este aspecto y tal vez –ojalá— ya lo haya hecho al momento de aceptar la inscripción de los presidenciables. Si no, sería su culpa, su pecado de imponernos gobernantes espurios.

Probidad debe cumplir también un papel de primer orden verificando correctamente el patrimonio actual de los candidatos, pues ya se sabe que los que son pobres van con la intención de “componerse” estando en el cargo, y quienes son ricos van con el deseo de incrementar sus fortunas a costillas de los impuestos que todos los ciudadanos pagamos religiosamente o nos descuentan en cada cosa que compramos en almacenes, tiendas y supermercados.

Nuestra Nación requiere de recursos para atender las necesidades del pueblo, como son los programas sociales que tanto beneficio traen a los recipiendiarios como igualmente a las empresas –pequeñas y medianas- al tener trabajo en la producción de los bienes destinados, por ejemplo, a los estudiantes de primaria. El país no necesitaría de contratar préstamos internacionales si los fiscales generales se pusieran firmes y cumplieran fielmente sus obligaciones como es esa de seguir juicio a los evasores de impuestos, evasiones que suman muchos miles y millones de dólares que harían innecesarias las deudas externas del Estado. Hasta ahora, los últimos fiscales generales han estafado al Estado al no perseguir a esa gente, que no es poca, que no solo no paga los impuestos que deberían pagar sino que incluso se apropian del IVA y los descuentos que hacen a los salarios de los empleados.

En países vecinos del Istmo ya se ha visto cómo son mandados a la cárcel esta clase de individuos, desde expresidentes de la República, para abajo. Aquí ha habido un expresidente nada menos que de la Corte Suprema de Justicia que ha cometido peculados en gran cantidad y todavía no se termina de dirimir el delito y la sanción.

La bola de cristal sería sin duda, con la pitonisa o adivina, de gran valor para evitar los tantos problemas que ocasionan los funcionarios corruptos e ineficientes.

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