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Basquetbolistas extranjeros deben amarrar sus contratos con sus federaciones

Por: Rolando Alvarenga

El triste y lamentable resultó ser el caso revelado en estas páginas la semana pasada, sobre el impago salarial del equipo de baloncesto Sonsonate con varios jugadores extranjeros, nacionales y el propio entrenador Arturo González Mata. Un tema que generó mucho ruido en redes sociales, pero que nos invita a reflexionar.

Resulta que —por medio de las versiones recolectadas en torno a este drama de la vida real— el cubano Yohan Haití y los canaleros Adalberto Rojas y Eduardo Gudiño firmaron sus contratos con Jorge Ramírez, Concejal de la Alcaldía de Sonsonate y representante del conjunto cocotero, pero dichos contratos no fueron legalizados ante la FESABAL.

Al principio, Ramírez les soltó un poco de dinero; sin embargo, a medida transcurrió el torneo Apertura 2017, de la Liga Mayor de Baloncesto (LMB), la plata se fue esfumando y el panorama comenzó a complicarse.

Finalizada la actuación del equipo cocotero en las vueltas de clasificación, el pasado 23 de mayo, la situación para los jugadores extranjeros se convirtió en un calvario; ya que, irónicamente, Haití y Rojas tuvieron que seguir compartiendo casa e incomodidades con Ramírez. Algo así como “viviendo con el enemigo”; un hombre descapitalizado, que con seguridad ha pasado y pasará varias noches de insomnio.

Ahora bien, por los insumos obtenidos sobre este dramático caso, todo apunta a que la crisis tuvo su origen en que al Concejal le encomendaron la administración de este equipo con la promesa de que el dinero para pagar los salarios saldría de los patrocinadores y de las taquillas como local en el Domo.

Sin embargo, a final no pasó ni una cosa ni la otra y el equipo cayó

en una deuda salarial que, extraoficialmente, se dice asciende a los 30 mil dólares o más.

Pero acá surge la duda: ¿quiénes le vendieron humo a Ramírez? Yo lo sé, pero mejor que lo diga el Concejal en el Juzgado pertinente que procesará las demandas de los jugadores.

Demandas que también llevaron a los jugadores a solicitar la mediación de la FESABAL —ente que rige la LMB— de la cual obtuvieron apoyo, aunque se desmarcaron de toda responsabilidad por la deuda.

Incluso, la gestión de la FESABAL llegó a su final el sábado –según explicaron Mena y Yohan— cuando la federación soltó plata para que los jugadores afectados saldaran sus deudas con Migración, para que solventaran algunos gastos personales y para que pudieran volver a su países de residencia. Según se supo, los boletos aéreos fueron proporcionados por Ramírez.

Expuesto este triste y lamentable caso, la reflexión para los jugadores extranjeros que vengan a jugar al baloncesto salvadoreño es que amarren sus contratos entre la federación de su país de procedencia y el equipo contratante, eso sí, debidamente certificados.

Esto facilitará a que, si un equipo cae en impago salarial, el problema se solvente lo más pronto posible. Y si su proyección es hacia el profesionalismo, la FESABAL también debe estar pendiente de que todo se cumpla al pie de la letra. Es que la buena o mala fama se riega en el extranjero con estos casos de impago y resulta ser una pena para los colores patrios.

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