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Aquietando nuestra mente

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

En los primeros siglos de la cristiandad muchos monjes partieron rumbo a los desiertos de las antiguas civilizaciones, como Siria y Egipto, en busca de auténticas y sublimes experiencias místicas. Entre ellos, sobresale Evagrio Póntico (345-399), cuyo “Tratado Práctico” y “Oraciones” perduran entre nosotros, y constituyen verdaderas joyas de la espiritualidad humana.

En estos días aciagos, de violencia e intranquilidad personal y social, nada mejor que recurrir a la palabra sabia de los autores que reconfortan nuestro diario peregrinar. Dice este asceta en su oración 30: “Cuando se alejan inmediatamente todos aquellos pensamientos que nos inquietan, de suerte que una paz profunda se adueña de nosotros y podemos orar correctamente, es señal de que un ángel está cerca de nosotros. Pero hay momentos  en que nos encontramos muy inquietos y acosados tan duramente por las diferentes pasiones, que no tenemos ni un instante de reposo. Pues bien, si no dejamos de defendernos, al final venceremos. Sólo necesitamos seguir llamando insistentemente y se nos abrirá”.

Esa “paz profunda” sólo se alcanza cuando somos capaces de silenciar nuestra inquieta mente, que constantemente nos bombardea con toda clase de pensamientos, muchos de ellos irracionales y nocivos, para nuestra tranquilidad.

Ya lo dice el Sabio de Ojai, Krishnamurti, en su inspirador volumen “A los pies del Maestro”: “Aun de otra manera deberás dominar tu pensamiento: no le permitas vagar. Aplica todo tu pensar sobre cualquier cosa que hagas para que resulte perfectamente bien hecha. No permitas ociosidad a tu mente, antes bien, ten siempre en reserva buenos pensamientos para que se presenten tan luego como aquella quede libre. Emplea diariamente el poder de tu pensamiento en propósitos benéficos; sé una fuerza a favor de la evolución”.

¡Cuántos dolores, daños, sufrimientos se evitarían si tan sólo fuéramos capaces de serenarnos, de aquietarnos, de mantener la calma! La escritora metafísica Muñeca Géigel nos afirma: “El Silencio es muy sencillo. Nos callamos mentalmente sacando fuera nuestro pensamiento limitado para escuchar la Voz Interior que nos da la respuesta. Esa es la respuesta de la Mente Universal donde no puede haber error. La Voz no se equivoca nunca. La única forma de resolver una situación es, pues a nivel de ´no pensamiento´, donde se da la Sabiduría. Un instante de Silencio resuelve más que días y años de pensamiento y acción sin dirección adecuada. No es evadir la dificultad, sino ponernos receptivos para resolverla creativamente desde nuestro Ser Superior donde están todas las respuestas”.

Y, entre nosotros, don Alberto Masferrer, nos habla de la necesidad de programarnos un “Día de Silencio”, cuyos beneficios, el mismo Maestro describe: “Que la paz de la familia y de la sociedad tienen su mejor remedio, cuando se han alterado, en el Silencio”. Masferrer insiste: “Nadie es libre sino quien gobierna su mente”.

¡Qué en el silencio que nos alivia y despeja, logremos aquietarnos, para alcanzar un pleno y feliz presente, personal y colectivo!

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