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APOSTANDO POR LAS POLÍTICAS CULTURALES “DESDE ABAJO”

Ana Delmy Amaya 

 Poeta y escritora salvadoreña

 

El objeto central de las políticas culturales es la cultura. Sin embargo, unhealthy éstas no siempre son preocupación ni prioridad del Estado. La práctica cultural de la diversidad de actores y creadores del hecho cultural en la actualidad se orientan hacia nuevos propósitos, especialmente cuando en la actualidad, el núcleo estratégico de estas iniciativas se traduce en una consigna: dar cultura al pueblo, en tanto, otros sectores sostienen que se debe “llevar la cultura al pueblo”, olvidando que el pueblo por medio de sus pensadores, artistas, músicos, científicos y gestores sociales y políticos es el creador de la cultura.

La política cultural como política pública supera las necrofilias ideológicas, y apuesta por políticas más amplias, participativas, dialógicas y consensuadas en el territorio, en la comunidad y en el contexto de la realidad social donde se produce el hecho cultural.

El Estado, debe promover la creatividad y fomentar su desarrollo, a través de la gestión y animación del proceso socio cultural que contribuya a que las comunidades y los territorios sean productores y reproductores de bienes, productos y servicios culturales, ya que con ello, provoca el desarrollo y el pluralismo cultural.

De hecho, se debe comprender que el Estado tiene la obligación de hacer realidad el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece el derecho al individuo de tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que se produzcan o resulten del mismo.

Las nuevas tendencias  de las políticas culturales están gestando el novedoso enfoque  de la cultura comunitaria que ha tenido un impacto en los países latinoamericanos, especialmente en Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia, Bolivia, Guatemala, Costa Rica y El Salvador.

La  apuesta de la cultura viva comunitaria es un enfoque de política pública construida desde la gente, es decir, desde abajo, constituyendo una forma de gobernanza de lo público, que pretende potenciar la relación del Estado con la dinámica cultural comunitaria, a partir del reconocimiento e impulso a los procesos sociales de carácter micro y meso cultural donde las personas son las protagonistas del mejoramiento de sus condiciones de vida y de sus manifestaciones y creaciones culturales.

La cultura viva comunitaria constituye un factor de cohesión social y un recurso dinámico de los aportes simbólicos y materiales de las personas, las comunidades y la sociedad en general sostenidos en las necesidades, ideales, valores y perspectivas de hombre y mujeres que comprometidos con el cambio cultural utilizan todos los medios posibles para dar un fundamento material y espiritual a los cambios deseados y sentidos por la colectividad.

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