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ANTIGUA Y MÍSTICA ORDEN ROSAE CRUCIS, AMORC UNA PULSACIÓN DE BIOLUMINISCENCIA

Vic Boyton, F.R.C. (2)
(De la Revista El Rosacruz, Octubre-Diciembre de 2004) 60 horas a la semana por la revolución digital

Considere también el mundo de la digitalización que descendió de algún lugar del cosmos desde hace unos veinte años. Alguien le dijo: “Esto es para simplificar tu vida”. Pero en lugar de eso, la revolución digital ha originado la semana de sesenta horas, la antítesis de una vida más fácil y con menos tensiones. Cada año se parece más y más a la famosa película de Charles Chaplin “Tiempos modernos”. El hecho de estar al corriente obliga a millones de nuestros compañeros de trabajo a laborar horarios cada vez más largos. Usted puede preguntarse: “¿Cuántas horas puede trabajar una persona a la semana y seguir siendo capaz de disfrutar las minucias, sin mencionar la energía para reconocerlas?”.

Hay un relato, que no importa si es verdad o no, acerca de un rey al que le preguntaron qué era lo que más deseaba, cuando estaba en su lecho de muerte. “Un poco más de tiempo”, contestó.

Cuando uno tiene “treinta y tantos” y está muy interesado en comprar cosas, es probable que se pregunte por qué la gente mayor tiene calcomanías en sus autos que dicen “La felicidad significa ser abuelo”. Sin embargo, conforme nos acercamos a nuestra séptima década de la vida, la conservación del tiempo aumentará en una proporción inversa al tiempo que nos queda en este planeta. Es posible que la gente mayor haya aceptado que ese tiempo se está acabando y que con los niños pueden regresar a las cosas que son verdaderamente importantes en la vida. Lo que no es importante se lo dejan a la gente que acumula ceros en sus carteras de la bolsa de valores.

Una vez Albert Einstein se mofó al decir: “Es sorprendentemente obvio que nuestras tecnologías han superado nuestra humanidad”. Se podría preguntar si como especie no estamos listos mentalmente para apreciar las cosas sencillas.

Ahora tenemos que redoblar esfuerzos para salvaguardar nuestro preciado tiempo individual para descubrir las cosas sencillas, ahora que nuestras computadoras portátiles, teléfonos celulares y otros dispositivos para la comunicación instantánea nos “obligan” a trabajar las 24 horas del día que marca el reloj (el cual, por cierto, ya no es redondo sino un cronómetro digital cuadrado con dígitos que van corriendo, en lugar de un segundero). ¿Vamos a hacer a un lado nuestra calidad humana tan solo porque la sociedad ha inventado herramientas nuevas?

Considere también las pequeñas cosas de la vida que le hacían abrir la boca con sorpresa cuando era niño. Cosas como un gusano que se retorcía porque había caído en el pavimento que se aferraba a una rama para esconderse del pico sinuoso de un ave. ¿Recuerda la admiración que le causaba una fresca mañana de verano en que no había nada que hacer más que explorar?

Usted era ese niño pequeño que le daba vuelta a la rueda de la bicicleta tan solo para admirarla. Al girar, los rayos lo hipnotizaban y sentía el aire que pasaba por el aro cuando las estrías jalaban las moléculas al girar. Es probable que su mamá lo haya alejado de este objeto tan interesante. Después de todo, ella tenía prisa. “¿Para qué está mirando esa cosa?”, le preguntaba enfadada.

¡El niño que vive en su interior le espera!

Algunas de las cualidades de la vida que usted quiere encontrar en la suya, o más bien reavivar, son cualidades que o descubrí de nuevo cuando cuidé a mi nieta. El verano pasado tuve la oportunidad de cuidar a mi nieta de seis años, para que así mi hija pudiera pagar varias deudas que se le habían acumulado y sin tenerle que pagar una enorme cantidad de dinero a alguien que le cuidara a la niña.

En un día cualquiera, Elizabeth (mi nieta) atrapó una rana que ahora ha engordado bajo la protección de un terrario, donde come todos los grillos y zancudos que quiere. Recogimos moras para hacer pasteles y que crecían en grandes cantidades en un campo de golf cercano. Mientras los dos hacíamos eso, también buscábamos pelotas de golf extraviadas durante alguna jugada.

Esas horas veraniegas me proporcionaron un placer sin fin, mientras observaba a mi nieta absorta en las situaciones que se le presentaban. Disfrutamos cada momento de la vida hasta el momento de regresar a casa.

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