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Ante una foto de Roque Dalton

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor

suplemento Tres mil

 

I

Cuando observo tu mirada de “ventana en el rostro”

Recuerdo a mi padre

Ese triste joven que casi nunca sonrió en las fotos,

Desde esa ventana que en incertidumbre dibuja

Este momento en que escribo

Como si pudieras leerme mientras lo digo.

 

II

Veo tu miedo y tu valor

Esa curiosa hidalguía que sumaba gracia a la suerte

Que te hermana con mi padre en el misterio

Porque les tiraron parecido las cartas

Y en el silencio de sus muertes sin tumba

Sin haber podido disparar nada más

Que sus palabras, intuyo, no lo sé…

El silencio ese que golpea…

Mientras la jauría se devoraba a sí misma

Creyendo cerrar su eternidad

Con una bala en tu caso,

Con la tortura salvaje en mi padre,

Porque sus nombres les pesaban en la espalda.

 

III

Vos tenías más de cuarenta, eras adulto;

Mi padre apenas sumó veintitrés nacimientos

Que se perdieron como un eco en el barranco

Pero sus historias eran hermanas tan lejanas y esquivas

Como esa hermandad sin conocimiento ni cercanía.

 

IV

He procurado leer tus noches,

Esos susurros de tabernas con hoces y martillos

Con esa convicción que la amistad isleña

Y todo el cúmulo de la casa de las Américas te dio

Sin pedir nada más que pronunciar Roque Dalton con una sonrisa

Y procurar tu omnipresencia como aguijón de Dios.

 

V

En mí, tu nombre era una estafeta, No voy a mentirte,

Que se hizo larga por tu muerte, y se hizo tan larga

como si no fuera posible cerrar los párpados

mientras los que te siguieron, los que buscaron emularte

y sí se jugaron la vida sin amigos fuera que lo recordaran hasta el cansancio

apenas los traemos a cuentas

solo la convicción de vivir gritando justicia

ya fuera con la voz o con la palabra escrita

y con las balas, pero estuvieron ahí

y con sangre pronunciaron sus nombres heridos, mutilados, pero satisfechos

En esos tiempos morir tenía tanto sentido,

No había mayor convicción para seguir Que la muerte, así, plena y a secas.

Te veía y comparaba tu foto

Con la de mi padre,

Con su mirada tan fresca, sin conocer la madurez

Que vos habías derramado ya en La Habana y en Praga.

 

VI

Mi padre era un niño que jugó a creer y lo traicionó su fe.

Veo ese juicio absurdo que te hizo inmortal

Como un remedo que se repetiría sin control

En tantos compas, tantas puestas de dedo, tanto de esa chulería tan galga

Que pretendió tu silencio

Y en cambio desató una ola inmensa que aún retumba.

Mi padre en cambio habitan en su silencio

Y deja una palabra en susurro

Siendo por siempre un misterio

Por algunos mencionando el sótano aquel que no existe

Y los otros en su recitar de no sé.

 

VII

De voz, Dalton, sé lo que te hicieron tus compañeros, tus camaradas.

De mi padre sé… esa nada que a veces nos afirma el nombre de Dios

Y entonces vuelvo a verte los ojos

Te observo,

sabías ver al mundo desde la orilla de tu hombro

Y aún así conocerlo,

como mi padre y como esos que jugaron a creer

sabiendo sin saber

Que el Playón, ese océano de lava cruda, áspera y seca

Que contiene a muchos y a ti, les contendría

En un solo cuerpo en eterna suma

Donde caben todas las fechas

Como las que tienen las fotos en un álbum de familia.

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