Aniquilación

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y coordinador Suplemento 3000

 

La batalla había terminado mal para los invasores. Trozos de su cuerpo yacían esparcidos por todo el valle, un valle sin árboles hasta las faldas de las montañas cercanas. Se enfrentaron con espadas y cuchillos contra pistolas y espadas. Ni los cascos y partes metálicas que usaron como armaduras les ayudaron. Las ciudades apenas dejaban ver sus edificios roídos con profundos agujeros como un trapo viejo.
Rivera era el líder del grupo, había convencido a los demás para que traspasaran la vieja ciudad. Todos sabían que al otro lado todavía existian tierras fértiles, las habían visto desde la montaña.
En la entrada de la ciudad la batalla empezó. Los invasores avanzaron frente a los individuos vestidos de negro, con chalecos y trajes antibalas. Al ver que no podían rebanarles los brazos, les cortaban las cabezas.
Avanzaron dentro de la ciudad y fueron abatidos a balazos. Muchos murieron, el resto consiguió llegar al centro de la ciudad, allí les esperaban granadas, que mutilaron a muchos. Cuando estuvieron diezmados intentaron escapar. De las ventanas de los edificios saltaron varios soldados con largas espadas mohosas y comenzaron a perseguirlos. Algunos tomaban los cadáveres y los partían en trozos. Separaban los brazos, las piernas y las cabezas. Cuando todos estuvieron muertos, con un tractor reunieron todos los cuerpos y los esparcieron en el valle.
El jefe se quitó el casco, observó los cadáveres y miró al horizonte en busca de más invasores.
-Señor, vamos a enterrar los cuerpos de los compañeros
-No soldado, seria demasiado trabajo y hay que estar listo para futuras invasiones –contestó el general.
El sol se ocultaba entre las montañas y con la oscuridad se alcanzaban a ver que al otro lado, en las montañas, pequeñas luces que delataban la presencia de personas.
-¿Vamos a atacar, Señor? –preguntó un soldado, el general no respondió y con un giro de cabeza dijo no. El soldado saludó con muestra de obediencia y espero una nueva orden, El general se puso el casco y observó a sus hombres.
-Esperaremos que vengan a nosotros. El fertilizante debe venir a nosotros, no nosotros al fertilizante –dijo el general y caminó de regreso al Estado Mayor.

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