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Alianza del Pacífico, poco va a beneficiar a pueblos del Pacífico

Estados Unidos  la apoya para confrontar y dividir la CELAC

Los presidentes latinoamericanos enrolados en la Alianza del Pacífico, illness stuff se reunieron en Colombia. Firmaron un Protocolo para avanzar con este bloque neoliberal en la región. El imperio apoya. El instrumento causa críticas en Colombia.

Emilio Marín
www.laarena.com.ar

Con la presencia de mil efectivos de policía y Fuerzas Armadas, cheap los cuatro mandatarios de la Alianza del Pacífico (AP) se reunieron el lunes 11/2 en el Centro de Convenciones Julio César Turbay Ayala, en Cartagena de Indias. Juan M. Santos, anfitrión, Ollanta Humala (Perú), Sebastián Piñera (Chile) y Enrique Peña Nieto (México), firmaron el Protocolo Adicional al Acuerdo Marco, que baja a cero todos los aranceles para el comercio entre los socios, para un 92 por ciento de productos y servicios. El 8 por ciento restante, referido a productos agropecuarios y que dio lugar a intensas discusiones, se acordó que fuera bajando progresivamente hasta cero en 17 años, entre ellos el maíz. El único producto que de común acuerdo quedó fuera del trato fue el azúcar, como material sensible.

Allí se selló el ingreso de Costa Rica, con la firma de Laura Chinchilla. El presidente protémpore de AP es Santos, quien estima que este Protocolo implicará beneficios para Colombia: 0,7 por ciento extra de aumento del Producto Bruto Interno, suba de las exportaciones y creación de 44.000 empleos.

El establecimiento colombiano estima que sus empresas privadas tendrán más ganancias y se receptarán más inversiones extranjeras. Este rubro desvela a Santos y sus colegas, jugados como están a tales inversiones, el libre comercio y las desregulaciones, el credo de su esquema neoliberal.

Bogotá también supone que la entidad le permitirá una mayor penetración en los mercados asiáticos, donde cuenta con un Tratado de Libre Comercio con Corea del Sur y otro con Japón, aún no concluido. Chile, Perú y México están más avanzados en las asociaciones con esa región.

¿Hasta qué punto tal Alianza va a beneficiar a las poblaciones de esa costa? El cronista fue a la web del oficialista “El Tiempo” de Bogotá y se encontró con un artículo sorprendente, que duda de tales beneficios. Cristian Valencia escribió allí (“La gente del Pacífico”, 10/2): “Los territorios más abandonados de este país se encuentran sobre el Pacífico. La infraestructura de carreteras es casi inexistente. Buenaventura no aguanta más. Resulta un poco raro que la Alianza del Pacífico se firme en Cartagena, en el Caribe. O no. Quizá sea la premonición de lo que se viene. Porque el Pacífico colombiano tal y como está hoy en día no se puede mostrar. No se puede mostrar Buenaventura y mucho menos Tumaco. No se pueden mostrar tampoco, porque ni se ven, Timbiquí o Guapi. No. Y menos aún Quibdó, que por su cercanía con el río San Juan debería ser estratégico. Lo único que se podía mostrar era Cali. Y no quisieron. Los territorios más abandonados de este país, justamente, se encuentran sobre el Pacífico”.

Autobombo neoliberal

Para Santos se ha prendido el motor del desarrollo para los países. Además de los cuatro socios fundadores y el pronto ingreso de Costa Rica, hay un sexto en la rampa de acceso, Panamá. Es un hombre repetitivo, porque esa imagen del “motor” la empleó en Cartagena de Indias este lunes, pero en enero pasado la había gastado en su discurso en Cuba ante la CELAC y en mayo de 2013 fue su muletilla en una reunión de AP en Cali. Dijo entonces: “es el nuevo motor económico y de desarrollo de América latina y el Caribe”.

Los empresarios colombianos, escucharon esta semana al ministro de Comercio, Santiago Rojas, decir que se abren excelentes oportunidades a los productos, “desde huevos hasta software”.

Los presidentes hicieron la apología del Protocolo Adicional porque ahora se considerará como producto o insumo nacional a los que provengan de uno o más de los cuatro socios, aprovechando ventajas comparativas. Claro que esto dejará perdedores en los productores del país donde esas ventajas no sean tales. Santos puso paños fríos en esos debates calientes, prometiendo que “los ganadores serán muchos más que los perdedores”.

Otra parte favorable sobre la que hicieron mucha propaganda fueron los “encadenamientos productivos”. Por ejemplo, lo que Chile exporte a Asia y contenga partes colombianas, no quitarán a aquél el carácter de chileno. En consecuencia, Colombia aprovechará el impulso de su socio, y a la recíproca.

En esa tarea de autobombo interviene la prensa adicta al neoliberalismo, que presenta a la AP como la octava maravilla del mundo desde el mismo surgimiento de la entidad. Uno de esos propagandistas es Andrés Oppenheimer, columnista de “La Nación” y del Nuevo Herald de Miami. Ya el martes 28 de mayo de 2013, había escrito una columna: “La Alianza del Pacífico saca ventaja al Mercosur”. Allí bendijo al primero como “un bloque económico con enorme potencial, mientras que el Mercosur se está convirtiendo en un comité político y está cada vez más debilitado por disputas internas”.

Oppenheimer recalcó el por qué de sus elogios: “en Cali, se presentaron como un grupo de países estables que respetan la democracia y el Estado de Derecho y que, por lo tanto, ofrecen oportunidades de inversión mucho mejores que Venezuela, la Argentina y otros países populistas que expropian empresas extranjeras a su capricho”.

Eran tiempos de la nacionalización mayoritaria de YPF y el lobbista de Repsol estaba muy enojado, como la lobbista “tribuna de doctrina”.

Israel adentro

Las supuestas ventajas de AP tendrán que ser demostradas. Por ahora es un bloque político-comercial de sintonía fina con Estados Unidos, forjado por presidentes tan conservadores y derechistas como el peruano Alan García, quien puso la piedra fundacional en abril de 2011 con la primera reunión y Declaración de Lima, hasta los mandatarios que hoy están en los respectivos gobiernos. Afortunadamente Piñera está a punto de dejar el Palacio de la Moneda y Michelle Bachelet tiene sus reparos a seguir ocupando una poltrona en la Alianza.

Para Oppenheimer, que volvió a escribir en contra de la CELAC el 1 de febrero, lo único bueno de la cumbre en La Habana fue que los cuatro signatarios de la AP invitaron a la electa chilena a sus reuniones aparte y “pudieran darle seguridades a Bachelet de que muchos de sus temores acerca de la Alianza del Pacífico eran infundados, según me dijeron funcionarios que participaron en las reuniones”.

Otra que estuvo en Cartagena de Indias pero no en las próximas citas es Chinchilla, pues en tres meses dejará el cargo. Habrá que ver quién gana las elecciones de Costa Rica.

Por supuesto que EE UU no es neutral en estos menesteres: fue uno de los primeros países aceptados como observadores de la Alianza del Pacífico. Como la política tiene esas hipocresías, le dieron carnet de simpatizante al imperio que más fuerza hizo por el parto de esa criatura, que es de su propia familia.

Pero hay más. En los días que se reunían los 4+1 presidentes en Cartagena, sonó el teléfono de Santos y era el israelí Benjamin Netanyahu. Era para agradecerle la invitación a ser observador del bloque del Pacífico y para confirmarle que visitará Colombia y México en un futuro próximo. Nunca un jefe del estado sionista había estado en esos países (sí sus empresas de seguridad, sus asesores militares y paramilitares, y sus armas). Ahora sí irá un presidente israelí. La AP lo hizo posible.

Las objeciones

El perfil neoliberal de la AP ha provocado críticas dentro y fuera de los países firmantes. Por ejemplo, en la II Cumbre de la CELAC, el mandatario de Bolivia, aunque dejó a salvo el derecho de cada uno de los países a buscar las alianzas que considere apropiadas, hizo un cuestionamiento básico. Evo Morales objetó que la Alianza cuatripartita liberalizara servicios básicos como el agua y la energía. “Los servicios básicos no pueden ser un negocio privado para nuestros pueblos, son derechos fundamentales para el ser humano” dijo el aymara. El cuarteto de Santos miraba el techo, haciéndose el distraído.

Al interior de Colombia también hay objeciones, de tipo político y por parte de entidades ligadas al campo.

El senador por el Polo Democrático Alternativo, Jorge Robledo, es uno de los mayores objetores. “La Alianza del Pacífico y lo que emana de ella, afirma, es un garrotazo al campo colombiano, terminará de arruinar el agro y la industria e incrementará el desempleo y el atraso productivo”, aseguró.

Incluso de entidades patronales y comerciales ligadas al agro hubo denuncias de similar tenor, luego de abandonar en 2013 las reuniones con el ministro de Comercio. Es el caso de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), que agrupa a más de 30 cámaras del sector. La entidad critica al gobierno por no haber sido “transparente con los productores del campo” y lo acusa de haberlos entregado a los intereses de los demás integrantes de Alianza del Pacífico.
El titular de SAC, Rafael Mejía, aseguró: “el país tendrá que acostumbrarse a consumir arroz, leche, aceites, palma, frijol y maíz, entre otros productos, provenientes de México, principalmente, con el que tenemos una balanza ampliamente deficitaria”.

No es oro todo lo que reluce en la AP. A lo enumerado se deben agregar las diferencias no saldadas entre Chile y Perú por el fallo de la Corte Internacional sobre sus fronteras marítimas y un triángulo terrestre. Entre bueyes a veces hay cornadas aunque Oppenheimer los pinte como dulces terneritos.

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