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Alfredo Espino y el amor a su tierruca

Renán Alcides Orellana
Escritor y Poeta

Alfredo Espino nació en Ahuachapán, remedy ampoule el 8 de enero de 1900 y murió el 24 de mayo de 1928. Miembro de una familia de intelectuales, physician su hermano Miguel Ángel fue destacado escritor, autor de “Hombres contra la Muerte” y “Mitología de Cuscatlán”.  Alfredo fue de un intelecto privilegiado. A los 27 años de edad se graduó de abogado, pero su incesante bohemia le condujo a la muerte un año después
Aun cuando la poesía de hoy tiene otro acento y matices diferentes, el paso de los años no ha podido evitar la vigencia de la poesía bucólica, de acendrado sabor pastoril y campestre, de Alfredo Espino, el poeta niño, acuarelista poético de Cuscatlán. No es aventurado decir que no son pocas, o mejor hay que decir que son muchas, las casas humildes del país que cuentan con un ejemplar de “Jícaras Tristes”, única obra del poeta, por recopilación póstuma que hizo su padre, Alfonso Espino. Poesía de finura exquisita en la que su “indiana musa” destaca en romances, sonetos y madrigales, todos referidos al ambiente rural, a la campiña, a su tierruca…
“Su sensibilidad capta el paisaje y ambiente salvadoreño y lo devuelve con fuerza expresiva, sin olvidar la ternura que más bien está en el trasfondo de cada uno de sus poemas. La temática de Alfredo Espino está hecha de todas las cosas con que el hombre se encuentra en su trajín por la geografía salvadoreña: el pájaro, el volcán, el cañaveral, la tarde, el valle, el río, los bueyes o el rancho… (Alfredo Espino) hace que el hombre de la ciudad recupere el verdor extraviado entre los horarios y el asfalto. Al hombre del agro logra devolverle poéticamente su ambiente cotidiano, duro las más de las veces. De esta forma, la delectación del salvadoreño es la tierra, su tierra joven y antigua, tibia y alambrada: la tierra de donde todos procedemos…”, dicen los editores de Jícaras Tristes  (Consejo Nacional para la Cultura y el Arte -Concultura, San Salvador, 1996), una de las muchas ediciones que se han realizado, desde la primera patrocinada por la Universidad de El Salvador, en 1936.
Como a todos los alumnos de los primeros grados de primaria en el país, en la cintura del pasado siglo, para mí fue también de lectura y memorización obligada el poema “El Nido”, de Alfredo Espino. En mi caso, lo memoricé a los 4 años, aun sin saber leer ni escribir, y todo porque mi madre, maestra de primaria en mi pueblo natal Villa El Rosario, departamento de Morazán, era una admirable e incorregible adicta a la lectura y, particularmente, a la poesía. Y algo más, por deferencia de los maestros, recitarlo fue para mí también punto obligado en los programas de los eventos escolares: clausura del año lectivo, conmemoración de la fecha de la Independencia y otros actos cívicos.,
“El Nido” es un breve poema de dos estrofas, pero de un enorme caudal poético, de figuras e imágenes extraordinarias, generadas por un entorno agreste, una pincelada de la campiña salvadoreña, la tierruca del poeta:

El NIDO
Es porque un pajarito de la montaña ha hecho
en el hueco de un árbol su nido matinal
y el árbol amanece con música en el pecho
como que si tuviera corazón musical.
Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma
Para beber rocío para beber aroma
El árbol de la sierra me da la sensación
De que se le ha salido cantando el corazón.

El siguiente es otro de sus bellos poemas. Aunque corto, es también la expresión viva de su identificación con los elementos más puros de la naturaleza, un caudal de maravillosas metáforas, para hacernos sentir y amar las cosas bellas de su tierruca:

DESPUÉS DE
LA LLUVIA
Por las floridas barrancas
pasó anoche el aguacero
y amaneció el limonero
llorando estrellitas blancas.
Andan perdidos cencerros
entre frescos yerbazales,
y pasan las invernales
neblinas, borrando cerros.

Y como los anteriores, muchos otros poemas, más amplios de forma pero siempre de contenido bucólico, pastoril y de verso amoroso y humanizado, verdaderos íconos literarios. Los siguientes son fragmentos de extraordinarios poemas, del humano sentir. Son pista nada más, el lector podrá ver sus complementos en cualquiera de las ediciones de Jícaras Tristes:

LOS OJOS DE
LOS BUEYES
¡Los he visto tan tristes que me cuesta pensar
Cómo siendo tan tristes, nunca pueden llorar!…
Y siempre son así: ya sea que la tarde
Los bese con sus besos e suaves arrebole,
o que la noche clara los mure con sus soles,
o que la fonda alegre con su sombra los guarde…
¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?…
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
Cual si siempre estuviesen en silencio implorando!..,

LAS MANOS
DE MI MADRE
Manos las de mi madre tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras,..
¡Sólo ellas son las santas, sólo ella son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que para aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se la clavan ellas!…

ESTA ERA UN ALA
Siempre remuneraba mi visita
con el oro de un cuento encantador
la candidez vivía en la ancianita
como el agua del cielo en una flor…
Adoraba los niños y lo azul;
siempre andaba vestida de candor
y olía a albahaca y alcanfor
la ropa que guardaba en el baúl…
Qué tempranera ella y las palomas:
a causa de que el patio se cubría
de flores, casi siempre amanecía
bajo los árboles, barriendo aromas…
Y en la noche, a la luz del lampadario,
rezaba con tan honda devoción,
que la luna asomándose al balcón,
la hallaba con el alma en el breviario.
Una noche de tantas… ¡ay! mi amiga
Ya no volvió a asomarse al corredor.
“Está muy mala”, dijeron: “un dolor,
un cansancio, un silencio, una fatiga”…
Llegó el doctor, se puso a recetar
murmurando en voz baja: “está muy mala”…
Y supe el cuento triste: esta era un ala
cansada de volar…

………..
En mayo próximo, se cumplirán 87 años del fallecimiento de Alfredo Espino, el poeta niño, el cantor más lírico y acuarelista poético de Cuscatlán y sus versos de amor a su tierruca. (RAO).

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