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Ágora Cuscatleca: banqueros “preocupados” por el país

Carlos Girón S.

-Increíble, impensable, insólito eso, ¿cómo se puede creer? Aguantan ustedes lo que dicen esos señores.

Así apareció diciendo esa mañana en el Ágora Cuscatleca, Ruperto, el vendedor de hot dogs aderezados con chilito jalapeño.

-¿Qué cosa es insólita, don Ruperto?, inquirió María la de las pupusas de loroco y curtido jalapeño también.

-¿Cómo cree que se puede creer –valga la redundancia— que se crea y acepte lo que acaban de decir esos señores que seguramente usted ya conoce o tal vez no por su humilde ocupación, le respondió Ruperto.

-No importa lo que hago, pero tal vez me interese lo que trata de decir usted.

-¿Usted se preocupa por el país, su país, por las cosas que suceden y nos envuelven a todos nosotros sus habitantes?, le dijo Ruperto.

-Respondió María: Pues sí, ¿cómo no me a preocupar mi Patria, si aquí vivo, aquí viven mis hijos, mi familia y demás compatriotas?

-A usted sí le creo que le preocupen las cosas que le pasan a nuestro querido país, sin duda: pero, usted les puede creer a esos señores que son como usted?

-María: ¿cuáles señores, don Ruperto?

-Los que pretenden sustituir a los agiotistas de los mercados, que casi estrangulan a las señoras vendedoras que necesitan recursos para trabajar y no pierden tiempo pasando todos los días recogiendo los intereses o amenazando a las que se atrasan en el pago.

-¡Nooo, nooo! No se refiere a las Cajas de Crédito de instituciones destinadas a ayudar precisamente a las personas que necesitan recursos para trabajar, en ocasiones sin pedirles fiadores o títulos de propiedad, y otras cosas. esas entidades les dan un trato favorable y de verdadera ayuda a los beneficiarios, le contestó el hotdoiero.

-¿Y entonces, por dónde anda su expresión de incredulidad?, le indagó Tomás, el plomero.

-Espero que hayan visto los periódicos de estos últimos días con sus noticias de nota roja y alarmante, apareció diciendo el lustrador de zapatos.

-No, no todos compramos los diarios, pero usted nos puede decir de qué se trata.

-Ruperto: En forma destacada se publicó que los bancos están preocupados por el país, nuestro país, nuestro querido país… ¿aguantan ustedes ese chiste?

-Lucía, la del canasto con bisuterías, salió al paso diciendo con expresión de incredulidad: ¡¿El queee, que los banqueros se afligen por el destino de nuestro país?! No soy usuaria, como dicen, de los bancos – ni quiero serlo, ¡santo Dios!

-¿Por qué, doña Lucía?, preguntó Fidelina, con la mochila del café a la espalda con pan.

-Tal vez usted conoce a amigas del mercado que trabajan con préstamos de los que andan allí, ofreciéndoselos en los mercados.

-Yo tengo una familiar que trabaja en La Tiendona y ocupa esos préstamos.

-¿Le ha dicho cuánto paga de intereses por sus prestamos?, preguntó Fidelina.

–Bueno, sí, andan allí por los 5 o 6 por ciento –aunque son diarios, eso sí… respondió Fidelina.

–¡¡Eso es leonino!!, apareció diciendo el taxista de la acera, Romeo.

-¡Métale pluma usted al interés bancario, amigo. Mire, de escándalo: cobran arriba del 65 por ciento por los créditos y las tarjetas de banco! Sí, señor, como lo oyen.

¿¿¿Le ayudan así al país, -agregó el universitario- a la gente de trabajo esos banqueros mafiosos que –si usted se atrasa en pagar sus préstamos… ¡le embargan su rancho?, salió diciendo el joven universitario que a menudo se atraviesa por el Ágora Cuscatleca. Y, miren, si ustedes se fijan, cuando publican sus balances, y en noticias separadas, se ve que sus ganancias andan por los… millones, no lo digo, solo imaginen, pero van arriba de los 300 millones. ¿Por qué no destinan una pequeña cantidad para apoyar al desarrollo de las actividades productivas y asimismo los programas sociales del Gobierno. Y, esto va con los bancos nacionales y los extranjeros afincados en nuestro país.

-¿Cómo los que se embolsó aquel expresidente a quien pobremente llaman el “de la paz”, acotó diciendo María.

-No, es pura farsa eso de una falsa preocupación banquera por nuestro país, terminó diciendo Ruperto.

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