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VANGUARDIA Y DESACRALIZACIÓN EN “ABÍA UNA VEZ” DE MIGUEL ÁNGEL CHINCHILLA

Dr. Galel Cárdenes

Poeta, narrador y critico Hondureño 

 

Miguel Ángel Chinchilla es un poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista salvadoreño, según el historiador Carlos Cañas, autor del Diccionario Escolar de Autores Salvadoreños (Consejo Nacional para la Cultura y el Arte,  Dirección de  Publicación e Impresos,  1998),   nacido en la década de los años cincuenta del siglo XX, distinguido por su amplia carrera literaria plena de diversos premios de poesía, ensayo, narrativa y teatro. Ha merecido muchos galardones que lo convierten en una figura representativa de la literatura salvadoreña y centroamericana, caracterizado por una alta disposición tendiente a la desacralización de la realidad, la literatura y los valores acartonados de la sociedad regional. Asumida el habla centroamericana como un instrumento de expresión narrativa, y fundamentado en la  ironía, Miguel Ángel Chinchilla siempre está pendiente de  contarnos con desenfado  y  humor  (este último a veces contenido, en otras ocasiones torrentoso, pero siempre desmontando esa pesada imagen que la realidad  se presenta ante los ojos de  su propia  percepción), usando algunos mecanismos del habla popular a fin de  mostrar que el narrador no es un dechado de las virtud aristocrática de la lengua. Como buen escritor inserto en la vanguardia literaria centroamericana, Miguel Ángel Chinchilla se caracteriza por el uso de  diversos elementos que desmontan una cierta tendencia momificadora  de la corriente  realista y regionalista, que se practicaba allá por las década de los años 40s, 50s y 60s  del arte, en donde la belleza “bella” era todavía el fin último de la práctica estética. El humor es uno de los pilares del arte de vanguardia de la sociedad occidental, y sobre todo, de  la realidad latinoamericana.  Pero ese humor va acompañado de un arma totalizadora llamada ironía, el sarcasmo, la sátira, y esencialmente la parodia, cuyos caracteres trasuntan todo el quehacer narrativo en Abía una vez. Otro elemento muy particular de la nueva narrativa latinoamericana es la abolición del ayer, el hoy y el mañana, para convertirse en un tiempo mítico en el cual tales dimensiones desaparecen para exponer un solo tiempo mágico, es decir mítico. Y es que este arte de vanguardia va dirigido al pensamiento, no a la emoción, a la inteligencia y no a la intuición, porque este arte es racionalista e irracional a la vez, en el cual el sincretismo juega un rol preponderante. Todo se capta de un modo mítico, sin lógica aparente. En este cúmulo de caracterizaciones, la ironía cumple la función de la desacralización de la realidad, en donde el lenguaje deja de ser una camisa de fuerza racional, una camisa perteneciente a la narrativa canóniga, es decir a una visión lógica  que se desmonta a partir del uso de la ironía. Pero junto a este desmontaje aparece el humor como un elemento des estructurador de la vida cotidiana plena de retos sociales en donde está en juego la vida misma. Estos elementos forman parte de la textura de  Abía una vez, en donde en ocasiones el narrador con alguna sorna va desarrollando su argumento narrativo, muy propio de la estética de vanguardia, mismo que en ocasiones termina con una plena ironía en su faena de desmontaje de la literatura canónica, acartonada y siempre lógica. Los veintidós cuentos, relatos,  están impregnados de humor, a veces como en la novela negra, de un humor desestructurante, capaz de desmontar la seriedad del lector mismo acostumbrado a percibir textos hieráticos.

Pasando al abordaje de los cuentos, “Abía una vez”, es solo una especie de juego irónico entre el narrador y el lector, ya que es evidente que no se puede escribir sin las normas ortográficas correspondientes. La intención del narrador es poner en remojo, como decimos en Centroamérica, las barbas de la Academia Española de la Lengua. Su intención es desacralizar la lengua escrita y su relación con el habla, pues el sistema normativo de la academia acartona la visión escrita de la expresión lingüística y margina el aspecto háblico de la lengua. El narrador deja sentado desde el primer renglón del cuento que en primer lugar la fábula habrá de desenvolverse poniendo en jaque la normativa respectiva. Es un asunto posiblemente de técnica narrativa, pues la intención del autor es narrar desde el habla misma. La pregunta que habría de sugerir es ¿qué papel juega la h en la lengua española? Nadie deberá responder si no es mediante un polémico discurso lingüístico histórico. Este cuento es en realidad una fábula. Se trata de la H que por ser muda nadie le presta atención por lo cual decide suicidarse lanzándose a una sopa de letras. Esta es un imagen bastante expresiva en la medida en que una letra al lanzarse sobre una sopa de sus propias compañeras abecedarias pierde su identidad. Es una personificación pero falsa porque el narrador se dedica a describir diversas acciones breves en  las cuales debería usarse la H pero como ha de apreciarse no  la usa a fin de burlarse un poco de la inutilidad de la letra, y resulta que entonces nosotros lectores ortográficos sufrimos sorpresa, y sentimos la burla irónica del narrador. Hay humor contenido que más bien se convierte en sorna y por ello nos pone en tensión ver escrita noce (noche), ablar, acer, alcones, ormiga, ipotecas, ombres, embras, onestidad,  onradez, umildad, en fin  —y la computadora todas estas palabras me las marca con un subrayado en rojo por estar mal escritas— es la verdadera insubordinación normativa de un narrador punzante, irónico, burlesco y rebelde.

En el relato “¿Alguien ha visto al invisible?”, se trata argumentativamente de Snif que confiesa ante un interrogatorio todas sus fechorías que como guardaespaldas de un coronel ha realizado a instancias del mismo, en donde narcotráfico y política constituyen complementarias acciones delictivas. El caso es que ha sido puesta una bomba en la sede del juicio. Se ha enviado un reportero estrella llamado el invisible quien desapareció después que ha ocurrido el estallido, sin embargo, llegó a la redacción del periódico el contenido de la grabación que se detiene cuando se escucha la detonación y se corta la confesión. Una rápida lectura de este relato corto nos muestra un  puntillazo específico la aleación política con el crimen organizado, lo demás es un asunto meramente narrativo.

La lectura del cuento “Circunspecto” nos lanza nuevamente al espíritu festivo del narrador ante la seriedad de la norma lingüística, en este caso, nos pone ante la disyuntiva del lenguaje soez y el lenguaje púdico. Resulta que Circunspecto (sobrio, prudente, discreto) se dirigía hacia una audiencia para el juicio en el cual   este personaje junto a Recato habían pedido a las autoridades de la lengua eliminar las palabras soeces como puta, pendejo, cerote, verga, cabrón, culo, pedo caca y mierda. Ceremonia, Etiqueta y  Protocolo  se enfrascaron en una viva discusión en el desarrollo del juicio contra Folclore y Derecho. El asunto es que los jueces Nebrija, Larousse y Soca resolvieron su dictamen con un decreto llamado sin lugar.  Circunspecto, al sentirse perdido salió de la sala de los juicios orales expresando: “¡Ah pues, coman mierda, hijos de puta!  El cierre del cuento puede afirmar que el lenguaje soez forma parte de la explosión emocional que trata de enfatizar las rabias contenidas o no. El lenguaje así es entonces siempre contextual y pragmático.

El cuento “El celular mil millones” es otra pieza narrativa irónica cuyo tema podría ser las incidencias trágicas de la tecnología en el ser humano, pero, en este caso, en una mujer del pueblo, anodina simplemente. Es una propuesta la cual el personaje femenino sin  ninguna trascendencia adquiere un móvil y en esa parafernalia de la publicidad y propaganda del sistema rifan un teléfono cuyo número mil millones  implica la cobertura capitalista de esta tecnología digital. Como todo personaje sencillo en su personalidad y cultura, el móvil la conduce a una cantidad de ventanas abiertas al mundo. Un día enferma la susodicha mujer y le diagnostican cáncer.   Sin embargo pare un hijo producto de una violación, al morir deja huérfano al niño, mismo que recoge una pandillera  y  que en el decurso del tiempo se convierte en un niño mendigo más de las calles en donde convertido en pordiosero pide dinero en las esquinas donde están ubicados los semáforos, sin saber (más que recordar)  que su madre un día obtuvo un celular rifado bajo el número mil millones. Una amarga ironía más del autor.  Miguel Ángel Chinchilla pone siempre su capacidad narrativa en el límite de la sencillez del contador de sucesos casi intrascendentales,  como es el caso del personaje que protagoniza el cuento “El Funcionario” que después de haber fallecido a raíz de un infarto  realizando su trabajo burocrático, siempre vinculado a prácticas corruptas, sigue apareciendo en calidad de fantasma en un edificio derruido y abandonado. ¿Habrá alguna poética que desarrolle el tema de la intrascendencia como motivo ficcional? Resulta que Chinchilla, procurando proseguir con su estilo de contar historias sobre ciudadanos comunes y anodinos, nos presenta además en el cuento “El fútbol es así”, una referencia al tema futbolístico de Galel Cárdenas, que escucha precisamente un receptor del programa radiofónico Clásicos de YSUCA, en el cual un fanático se suicida porque su tal selección  ha perdido el partido.  El receptor de marras expresa que esa pendejada no la cometería jamás.

Así es el estilo Chinchillano de escribir historias  sobre asuntos de aparente trivialidad, el protagonista del cuento es un trabajador  venido a menos y que se encuentra en estado de depresión. Aparentemente todo le está yendo mal, ya que hasta su equipo español preferido ha perdido la liga correspondiente, de algún modo realiza algunas actividades parecidas a Joel Briceño del cuento galeleano, hace referencia del tiempo pasado cuando la selecta, como llaman los salvadoreños a su selección  de fútbol, perdió un partido con resultado de diez  a uno,  contra la selección húngara. Muestra el contexto político de la guerrilla contra el gobierno derechista de aquel tiempo. Los dueños del negocio futbolero proponen nuevamente un partido con los ya vetustos jugadores referidos, ahora  convertidos en  abuelos,  y esta vez se suscitó un empate a dos goles, así que el fanático deprimido no le cayó bien tal resultado y entonces decidió también seguir aquel ejemplo tomando una chispa del diablo que lo condujo a la muerte, un comentarista expresó que el fútbol era sí, que es como expresar: la estupidez siempre está presente. Lo interesante de este experimento es que existe una especie de vaso comunicante entre dos ficciones, en el puro ámbito  meta literaturesco. ¿Dónde está realidad y dónde la ficción, o la realidad es ficción y al revés?

Ya en la esfera del relato mágico, el cuento “Fiesta Pascual”  nos muestra como una prisionera acusada de vender alucinógenos en plena calle, paga una sentencia de reclusión. Un sacerdote se propone montar una representación teatral en tiempo de Semana Santa referida a la anunciación cristiana sobre la resurrección. Las reclusas se preparan para tal evento y una prima de la interna escogida como ángel anunciador es asistida por su prima quien le lleva un viejo vestido color celeste  y unas alas de papel crespón.  El día del acto teatral frente a los asistentes entre los que se incluía un ministro y el director de la cárcel, la interna al momento en que la frase bíblica expresa la pregunta del porqué buscan entre los muertos a los vivos, la interna vuela hacia las nubes ante la mirada atónita del público. Este es un relato donde la pesada realidad de la delincuencia, el castigo, la ingenuidad y el mito cristiano, se entremezclan, otorgando a la escena final del cuento, una dosis sobrenatural, irreal, como un suceso cotidiano  indiscutible. El cuento adquiere una frescura real maravillosa que lo destaca entre otros que prosiguen la línea del resquebrajamiento formal y acartonado de la realidad crítica por la cual atraviesa la sociedad centroamericana.

El relato “Flor y Canto” es un caso autobiográfico convertido en ficción, se trata del personaje que recibe el premio de los juegos florales, con su texto “Flor y canto”, cuya introducción está precedida por un juego lingüístico entre los dos sustantivos, uno que connota la florescencia y otro la melodía, pero, no es allí donde reside el nudo gordiano de este texto narrativo, si no en la puesta en función de la contradicción ecología, creación, belleza en contra de la explotación, destrucción y burla. Y como siempre con ese tono burlón o revestido por la sorna, el autor premiado denuncia esas dicotomías, mientras  se retira del acto, escoltado por un perrazo negro, hermoso que tiene por nombre cadejo. El cadejo negro, de seguro, que es el cadejo de la maldición. Y además Chinchilla siempre nos lleva por ese camino pleno de sorpresas entre simbologías, sornas, burlas, risitas de duende pícaro. En el caso del cuento “La Justicia vaginal”, de inmediato, a través de una lectura acuciosa, podemos inferir que justicia y prostitución constituyen en estos países plenos de pobreza integral, un símbolo exacto de los mecanismos laberínticos o directos que operan entre las imputaciones, los juzgados, jueces, fiscales, y sentencias, interferidos por  la influencia corrupta de las esferas dominantes del Estado y sus corifeos. Por eso pone en remojo el símbolo romano de la justicia ciega convertida en una perfecta meretriz de baja estofa, donde la balanza que imparte la equidad en la valoración de las acciones humanas, está cargado de otras monedas no necesariamente metálicas.

En algunos textos de Miguel Ángel Chinchilla, el lector crítico habría de preguntarse en qué contexto social  escribe un relato o un cuento, ya que el estilo profano de escritura narrativa de este autor, atenta contra la sacra elevación del coturno narrativo clásico, pues, ese estilo conversacional, muy característico de la literatura centroamericana, cuenta como el más sencillo  contador de anécdotas caricaturescas de la realidad circundante. Ya el título “Abía una vez” desmonta esa pretendida jerarquía del narrador sobre el lector común, que desea entretener su espíritu comunicacional para entablar  un silencioso diálogo de interacción entre el emisor/abstracto y el receptor/concreto, sin decir esta boca es mía. Para deshacernos rápidamente de esta polémica bifurcación, recordaremos el concepto que Mempo Giardinelli (Así se escribe un cuento, Punto de lectura, 2003), “Lo que define un cuento es su vocación cuentística, es la naturaleza ficcional”.

Aclarado el entorno fictivo del relato/cuento, es necesario abordar el relato “Los Milagros de Monseñor”, en donde el personaje testimonial  realiza una rápida revisión de su actividad literaria para establecer  su inclinación  continua por la figura del Monseñor Romero, esclareciendo que le han encomendado escribir un guión de una película sobre esta figura trascendental de la feligresía latinoamericana y luchador incansable de los derechos de los pueblos en su búsqueda de justicia permanente. Realiza el personaje testigo un recuento de las películas filmadas en relación con este jerarca de la iglesia popular salvadoreña.  Después de algunas discusiones con los encargados de realizar tal encargo, se dedican a buscar personas que haya recibido algún milagro de Monseñor Romero y así documentar de algún modo esta intrincada tarea de un milagro convertido en realidad. En el proceso de filmación  revisan una secuencia del momento cuando la mujer reza a Monseñor por haberle concedido el milagro de haber encontrado a su hijo después de la guerra. Una noche revisan el material filmado y una sombra atraviesa transversalmente la pantalla con un claro perfil de Monseñor Romero. He ahí el milagro, pero, un incendio destruye el estudio del director de cine. El final del relato, el guionista junto a sus amigos hace esfuerzos denodados por proseguir el proyecto sobre la película de los Milagros de Monseñor. Es un cuento en donde realidad y mito se conjugan de manera extraña, por qué documenta milagros en tiempos de pobreza para el cine, refleja una especie de rara obsesión. En el pensamiento mítico caben todas aquellas relaciones sobrenaturales, concebidas como vinculaciones reales entre  las cosas y el poder de ellas sobre la razón humana, este texto responde a esta dimensión, que algunos denominan real maravillosas. Poseedor de un humor amargo y en una especie de continuo retorcimiento de la llaga social para mostrar la realidad del submundo humano, Chinchilla fija su ojo narrativo en personajes que perviven en la ciudad como fantasmas que nadie mira, oye y pone atención.

En el cuento “¿Y qué se fizo la basura?”, este narrador de bajos mundos relata el día en que no amaneció ningún deshecho en la urbe, todo estaba limpio, la ciudad no poseía basura alguna, y este fenómeno tenía fuera de sí al jefe de familia de pepenadores, tanto que sintió  la proximidad de un infarto. De modo que se dedicó a conjeturar todo lo que pudo, resaltando las mafias, las pandillas y todo aquello que controlara el decurso de los desechos urbanos. Pero todo era un sueño, así el pepenador jefe de familia abrió la puerta para darse cuenta que todo seguía igual como seguiría igual su condición de paria social según se colige después de finalizar la lectura de este relato revelador.

Hay cuentos de Chinchilla que incursionan con el realismo fantástico, determinado este por algunas características donde los sobrenatural y sorpresivo, o lo inesperado y extraño a la lógica racional, se imponen al final de la lectura del relato. Con tramas bastante sencillas, pero siempre atractivas, Miguel Ángel siempre atrapa al lector, a través de una gracia precisa para describir sus argumentos fictivos, como el caso del personaje testigo que espera un tren leyendo un texto frívolo, y en la mesa de su espera una mujer le deja una maleta para que se la vigile  mientras va al baño llega el  carromato de vagones, el asunto es que la mujer no vuelve y ha salido el tren, sin embargo, él es un fantasma y todo lo que le rodea con los sucesos acecidos forman parte de un edificio espectral. Este relato es epifánico, expresa una manifestación de un momento casi inefable.

El cuento “Parodia Platónica” realmente está relatado en la más pura ironía sobre la homosexualidad griega clásica del siglo V a.c., misma que prevalecía entre los artistas e intelectuales de la élite helena. Chinchilla tiene esa gracia de entrar en los ámbitos del tabú que subsiste en nuestra sociedad moderna. Una breve recreación teatral en el imaginario de Miguel Ángel, puede notarse la fresca lectura que realiza del Banquete de Platón, en donde mediante diálogos se discuten conceptos del amor homosexual. En la sociedad helena, en el siglo de las escrituras platónicas, parece ser que existía una moda sexual consistente en poseer los intelectuales y la aristocracia amantes masculinos. Ya en los mitos griegos esa homosexualidad estaba determinada como una transversalidad sexual, pues por ejemplo Zeus se enamoró del Ganimedes troyano, quien se convirtió en su amante y tuvo la gracia de funcionar como el copero de los dioses, por esa razón Hera, esposa de Zeus permanecía celosa del tal jovenzuelo. Poetas como Safo, Alceo y Anacreonte, por ejemplo,  dedicaron sus obras a sus amantes. Habrá que recordar a Eros como el dios del amor entre los hombres y a Afrodita del amor en general, a lo mejor no deberíamos expresar que un cuento es erótico, si no afrodito o afrodítico.   Y muchos de estos poetas dramaturgos o comediógrafos, dijeron frases muy homosexuales, Fedro expresó: “No hay mayor ventaja para un joven que tener un amante virtuoso…los amantes saben morir el uno por el otro”;  Aristófanes escribía: “Tres sexos existían entonces, el masculino, descendiente del sol, el femenino, descendiente de la luna, y el andrógino, descendiente de la luna que participaba de ambos. Querían los andróginos luchar contra los dioses, entonces Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos, condenándolos a buscar la unión de la mitad perdida…el amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta”. Toda la trama que describe Miguel Ángel es realmente una recreación del Banquete de Platón, nada más que nuestro autor lo narra con una sorna especial tan bien concebida que sale muy bien librado de este espinoso tabú homosexual fundado por los griegos helénicos.

“La Maestra” es un cuento de misterio, con caracteres de literatura fantástica, o literatura de horror. Las referencias a los clásicos autores de la literatura del miedo como le denomina Rafael LLopis (Madrid, 2013), nos introduce al montaje de una ambiente  en donde prevalecen unas referencias bibliográficas de esta literatura, una maestra explicando la naturaleza de esta filiación literaria y el asesinato de un alumno de la profesora, que por deducción lógica se percibe es la asesina. Edmund Wilson por su parte habla del horror homeopático que consistiría en aplicar al lector  dosis mínimas de unidades narrativas de tensión,  fantasía, expectación y elementos sobrenaturales. Este cuento trata de demostrar que el verdadero terror es el que día con día reflejan los periódicos informativos sobre asesinatos y demás crímenes espeluznantes que vive, al menos Centroamérica, en el tiempo presente. Lo demás, la referencia bibliográfica es solo un antecedente que no caza con nuestra naturaleza tropical de vida y muerte.  Los miedos acá son de origen social, no fantasmagóricos, ni extrapolares. Es “La Maestra”, un excelente cuento en donde pareciera se cumplen  las tres unidades aristotélicas del teatro que presentan una introducción, un desarrollo y un epílogo. Demás está decir que por la vocación dramática del autor, cada relato tiene una especie de fluido teatral, capaz de ser representado. La introducción del cuento refiere a una clase de la maestra de literatura sobre cuentos clásicos de miedo, luego introduce la tensión maestra-alumno, en donde se discute si el cuento popular de la Ciguanaba  (en Honduras escribimos Siguanaba, también conocida como la Sucia) es un cuento de horror, cuestión que se va dilucidando con la explicación de los cuentos de Salarrué y Ambrogi. En un segundo momento, un  alumno entra en choque aparente con la maestra al referirle que la “mejor literatura de terror está en los diarios” en donde se relatan los asesinatos, los cuerpos despedazados, etc. El horror o literatura negra, es caracterizado por Stephen King en su estudio “Danza Macabra” de la siguiente manera: “¿Por qué motivo van a sacarse de la nada cosas horribles, cuando hay tanto horror en el mundo?”, para este maestro de la literatura del horror los humanos inventamos espantos para enfrentar los verdaderos horrores  que la humanidad misma protagoniza.  El primer momento del cuento “La Maestra” consiste en que el personaje central, una profesora de literatura universal dicta una clase sobre el tema de la literatura de terror. El segundo momento está constituido por el personaje antagónico, el alumno que pone en relieve posiblemente la falta de coherencia entre la teoría del cuento de terror fictivo con la realidad cotidiana. El tercer momento y cierre del cuento, consiste en el asesinato del estudiante crítico a manos supuestas de la maestra. Homicidio realmente escabroso y terrorífico:  Este cuento cierra el viaje literario a que nos induce Miguel Ángel Chinchilla, en cuyos relatos existe una transversalidad y es el estilo irónico con que aborda los más disímiles temas contextualizados siempre por una realidad apabullantemente pobre.

Este autor muestra unos personajes siempre esperpénticos, algunos cargados de cinismo y desparpajo, que de manera degradada van sucediéndose en un caleidoscopio de miseria, opulencia, todo ello en una dicotomía psicológica, pero, observada mediante un ojo visor, o un lente tragicómico, que desmonta de algún modo  el estado de miseria humana en que nos desenvolvemos en la región centroamericana. No se debe olvidar tampoco, que en “Abía una vez”  existe un trasunto no ideológico (evidente) sino más bien teatral, como si los personajes se movieran en un escenario prefabricado, en donde el deux ex machina del sistema moral va colgando en la pared la caricaturesca realidad regional. La lectura de este libro de cuentos nos extrae de la chata y manipulada realidad existencial a que nos tiene acostumbrado el sistema social en que vivimos, para devolvernos con la mayor sorna posible el  mismo entorno hiperbólico de tal textura, mediante su puntual,  punzante  y macabra ironía trágica.

 

 

 

 

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