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De cómo una historieta te marca la vida

 

Perla Rivera Núñez

poeta hondureña

 

Finalizaban los años ochenta, en un pequeño pueblo a 97. 1 km de la capital de Honduras dos pequeños dejaban horas de juegos infantiles para asirse al brazo fuerte de las primeras letras.  Casi como un golpe de suerte me había refugiado junto a mi primo bajo la complicidad  erudita  de mi querido tío Lolo.

Juan Luis, su hijo,  compartía  conmigo los pasquines que cada quincena le traía su padre, para alegría de ambos. Mientras  otros chicos peleaban el sitio frente al televisor, nosotros esperábamos ansiosos la continuación de la serie de historietas marcando los días rigurosamente en el pequeño calendario de la Farmacia Popular que había en casa, detrás de la puerta del dormitorio de mamá.

Las historietas eran diversas, una promotora de México de nombre Kalimán, publicó varias historias de héroes;  Águila solitaria, era sobre un joven que desde niño aprende el secreto del vuelo de las águilas, el mismo Kalimán;  fue un programa de radio y posteriormente historieta  que narraba aventuras del súper héroe Kalimán y su joven compañero Solín. Kalimán era descendiente de los faraones, estuvo vigente entre 1963 y 1991. Memín Pinguín es un personaje creado por Yolanda Vargas Dulché en 1943, las aventuras de un pequeño niño negro y sus entrañables compañeros Ernestillo, Carlangas y Ricardo. Con una extrema facilidad para provocar enredos.

Ese día que llegaban Juan Luis salía a recibirme con los libritos en la mano y nos sentábamos en los cómodos sillones rojos de su sala, enmarcada con un enorme mueble de madera, lleno de libros, de todos los títulos inimaginables, la biblioteca de la casa.

El tiempo transcurrió, de las historietas pasamos a leer los cuatro periódicos que se editaban en el país, y que ahí se compraban a diario,  luego los ojos se desviaron a lecturas más serias y me atrevo a decir que oscuras, como el Conde Montecristo o Los últimos días de Hitler, por mencionar algunos.

Para ese entonces mi primo ya no estaba con nosotros. Solo tenía diez años cuando partió. Su alma era muy noble, muy leve para este mundo, pero cada vez que tomo un libro vienen a mi mente imágenes de la sala en casa de mis tíos y mi abuela, la sonrisa eterna de mi primo, el hermoso vínculo que nos unió siempre.

Fue en ese sitio,  con historieta en mano, que comenzamos a abrir tanto los ojos para dejar entrar ese mundo maravilloso.

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