Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » Solís Tránsito de Fuego

Solís Tránsito de Fuego

Mario Castrillo

Escritor

 

Esta retrospectiva de Armando Solís abarca cerca de medio siglo de pintura; parte del año 1968 y culmina en el 2015. Se ha puesto el acento en tres períodos creativos del artista.

El primer período se inicia en Casa del Arte (1965-1973), pharm instancia a la que pertenece junto a José Mejía Vides (1903-1993), malady Camilo Minero (1917-2005) y Mario Escobar (1915-1982). Casa del Arte fue un proyecto contestatario en donde exponía aquellos artistas que no lo hacían en la Galería de Julia Díaz, treat ya sea porque no eran personalmente del agrado de la artista que la dirigía o bien por razones ideológicas. En el libro Biografía común y corriente (Editorial Abril  Uno, El Salvador, 1984) Solís nos dice: “Cuando había entrado a formar parte del grupo Casa del Arte, sacrifiqué todo por el arte, participando en todas las exposiciones colectivas a las cuales me invitaban, incluyendo las extranjeras. Mis pinturas con las figuras fragmentadas como seres  prisioneros de otros mundos, prisioneros de mis ojos,  compartían lo más profundo de mis angustias”…

En este período, la pintura de Solís se desarrolla dentro de la Neofiguración. El término de Neofiguración fue acuñado por el curador Michel Pagon en París (1962) y comprende una serie de pinturas que rechazan el arte abstracto como forma de expresión, retornando a la figuración no clasicista, con caracteres expresionistas. En El Salvador podemos mencionar dentro de esta corriente,  además de Armando Solís,  a Antonio García Ponce (1938-2009) y Antonio Bonilla (1954), entre otros.

Desde sus inicios supo impregnar a sus pinturas un fuerte estilo personal que se caracteriza por los colores violentos y contratantes, casi planos, la aglomeración de sus figuras, el empleo de los primeros planos en enfoques empleados por la cinematografía en un ambiente agresivo y asfixiante. Sus personajes tienden a agruparse en los extremos de los cuadros, casi en los bordes, muchas veces vislumbramos de ellos solamente el fragmento de un rostro. En otras ocasiones, el rostro abarca la totalidad del espacio mostrando su gran capacidad de abstracción, sintetizando lo medular de la expresión. Una característica de sus personajes es que siempre, al menos alguno de ellos, nos está  observando directamente a los ojos.

En esta época, cuando pinta paisaje, presenta elementos reconocibles de la realidad cotidiana pero con una naturaleza alterada por el color. Afecto a los viajes, que según afirma le han abierto los ojos no solo del rostro sino  también del espíritu, plasma elementos del paisaje urbano sígnico.

Sus influencias podemos buscarlas en lo prehispánico y en los juguetes populares para las clases más desposeídas: las chintas de palo, con los colores planos y violentos que da la anilina.

En esa época van surgiendo de sus pinceles una serie de pequeños monstruos desbordantes, irónicos, belicosos y agresivos.  Dentro de ese estilo aborda la realidad que le circunda, en esa época de represión desmedida y de golpes de estados surgidos de la noche a la mañana en contra de las fuerzas democráticas y progresistas.

Al segundo período aquí comprendido ha sido denominado por Armando Solís como Nuevo impresionismo, término del cual difiero. El Nuevo impresionismo o Neoimpresionismo, como quiera llamársele, surge como término por el crítico de arte Félix Fenéon, allá por 1887, para referirse a las pinturas de Geroges Seurat (1859-1891) y Paul Signac (1862-1935) fundamentalmente. Estos artistas se caracterizaban por la descomposición del color, del movimiento o del espacio. Se caracterizan además por la aplicación de pequeñas pinceladas o puntos puros de color buscando que el ojo cree la mezcla óptica. Pero este estilo se encuentra alejado de la pintura de Armando Solís. Ya lo afirmé en 1993, en el comentario “El otro, el mismo, Armando Solís”, publicado en Suplemento Cultural 3000, en 1996, en donde afirmo que esta serie dilatada de pinturas “no son exactamente neoimpresionistas”.

Considero que este período de Armando Solís se acerca más al postimpresionismo. El Postimpresionismo fue una corriente pictórica denominada así por Roger Fry en 1911. Se caracteriza por el empleo de colores vivos, pincelada compacta y temas de la vida real, impregnando emoción y expresión a su pintura, destacándose los pintores Paul Gauguin (1848-1903), Paul Cezanne (1839-1906) y Vicente van Gogh(1853-1890). Esta corriente pictórica se destaca por la personalidad creadora, por plasmar el mundo interpretando la realidad de acuerdo al genio creador del artista.

El 3 de julio de 1993 escribí en el suplemento 3000, del diario Co Latino, un artículo –arriba mencionado- sobre Armando Solís: “El otro, el mismo, Armando Solís”, en el cual hago referencia a la etapa creadora que nos ocupa y afirmo “Solís experimenta, a mi juicio, una transformación en su temática y en su paleta de pintor, por eso afirma que es otro y el mismo a la vez”…. Y más adelante “Sus personajes ganan los primeros planos,  pero no son aquellos por lo que se caracteriza, aquellos seres entre monstruos y hombres, seres reales y fantásticos. Estos seres tienden a desaparecer en la presente serie de pinturas”. Esta etapa de Armando Solís se centra en la figura humana, fundamentalmente la figura femenina, una figura con cierta estilización, sin embargo mucho más sobria y naturalista. Se dedica asimismo  al  paisaje. Los colores alterados de la naturaleza   van despareciendo paulatinamente y tornando a la naturalidad. Aplicados, eso sí, por una pincelada suelta y vigorosamente expresiva, llena de energía.  Una característica que poseen muchas de las pinturas de esta etapa se manifiesta en ciertas pinceladas que alejan la pintura del naturalismo y clasicismo. Pincelada que ya prefigura la etapa que vendrá después. Este tipo de pincela se acentuará en su tercera etapa, que denomina Abstracción Lírica.

En esta segunda etapa adquiere importancia el dibujo tanto como la labor pictórica. Son escenas de la vida cotidiana del pueblo que se desarrollan dentro de un ambiente rural y de la vida ligada al agua: lagunas y mares. Escenas sobrias, sosegadas, alejadas de la angustia existencial de la primera etapa.

La tercera etapa que Solís denomina Abstracción Lírica se inicia, según afirma Armando, hace cinco años. Lo relata así: “sentados con Marcela y mi esposa estábamos a la orilla de Lago de Suchitlán, sentí que el lago se llevó mi alma para dialogar en sinfonías de colores y formas abstractas para interpretar diferente la naturaleza, provocando un nuevo cambio en mi pintura, transformando mi concepto estético”…

El arte abstracto es sumamente complejo, posee diversidad de manifestaciones, las más conocidas son la abstracción geométrica y la abstracción lírica. La abstracción geométrica es una manifestación intelectual. Posee como base las ciencias exactas de las matemáticas y la geometría. Es una pintura racional, en cierta forma fría. En ella, la forma y el color se equilibran buscando la unidad del conjunto. La Abstracción Lírica es espontánea, visceral, sensitiva. Se constituye a través de formas libres, irregulares, que surgen de la necesidad interior del artista para expresarse sin “la atadura” que impone la forma naturalista apegada a la Academia. Destaca lo intuitivo y lo irracional. Fue Vassyly Kandinsky (1866-1944) quien da inicio a esta corriente artística que no ha cesado de manifestarse hasta ahora.

En esta exposición retrospectiva apreciamos el tránsito de la creación pictórica de Armando Solís, que va de la Neofiguración a la Abstracción, del empleo de la figura a la desaparición de la misma.

Armando Solís es un artista polifacético. Cultiva el dibujo, el grabado, la escultura, la pintura, la escritura, dedicándose asimismo a la didáctica.

La exposición se encuentra en la Sala Nacional de Exposiciones y está abierta de 8:00 am a 5:00 pm. Esperamos su visita.

Ataco, Ahuachapán,

Agosto

 

Ver también

«Mecánica» Mauricio Vallejo Márquez

Bitácora Mauricio Vallejo Márquez Muchas personas tienen un vehículo con el que pueden desplazarse, pero …