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El Salvador debe establecer relaciones plenas (diplomáticas, económicas y políticas) con China Popular, además de desdolarizarse, para salir de la crisis

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En el presente artículo hacemos una sistematización del papel de China Popular en la economía mundial y sus perspectivas, lo que nos lleva a sugerir al Gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén, que debe cambiar su política exterior con Asia y abrir relaciones plenas con China Popular, dejando con Taiwán solo unas relaciones comerciales; de no hacer eso seguiremos en esta trampa de la deuda, comercial y financiera en que nos tiene este neoliberalismos que nació del Consenso de Washington y que ha fracasado en toda América Latina. No podemos seguir sirviendo a la política exterior de Estados Unidos y seguir forzados a unas relaciones diplomáticas con Taiwán, que no le dan ninguna perspectiva positiva a nuestro país y que nos niega, de hecho, tener las relaciones con China Popular, que es lo correcto desde todo punto de vista: diplomático, comercial, financiero y político.

Recientemente Panamá ha anunciado el establecimiento de las relaciones diplomáticas con China, país con que mantenían solamente vínculos comerciales; con esta decisión Panamá se suma a Costa Rica, como los países del istmo centroamericano en establecer relaciones diplomáticas con ese país. Este peso de relaciones entre Taipéi y Pekín se vuelve estratégico en el contexto de una economía global que va trasladando sus volúmenes geopolíticos al oriente.

Para 2001, casi el 60% de las reservas internacionales de los países eran en dólares, sin embargo, en 2016 se ha reducido a casi la mitad y apenas un 30% de las reservas definidas se encuentran depositadas en dólares.

En el mercado financiero, los activos denominados en dólares presentan una tendencia hacia la disminución desde 2012, cuando cayeron cerca de 700 mil millones de dólares; para el último trimestre de 2016, el total de activos transnacionales ascendía a 26.4 billones de dólares, de esos los denominados en dicha moneda representaban el 49.1%.

Sin embargo, de los 12.9 billones de dólares en activos designados en dólares, menos de 3 billones son manejados por bancos radicados en Estados Unidos, es decir que, más del 76.8% de los activos transnacionales denominados en dólares, son manejados por bancos del resto del mundo; de ahí que las fluctuaciones que afectan al dólar están ancladas a volatilidades en los mercados financieros internacionales, más que a las decisiones de política monetaria que realiza la Reserva Federal o el Departamento del Tesoro, dichas volatilidades son marcadas por políticas de países que acumulan los activos financieros denominados en dólares, en una tendencia de sustituirlos por activos emitidos en otras economías fuertes, como China Popular; esto aumenta los riesgos de volatilidad en cuanto a la confianza en el dólar a nivel mundial como reserva de valor y unidad de cambio en el mediano y largo plazo.

China ha logrado un avance importante en el desarrollo de sus fuerzas productivas, factor que condiciona que las tasas históricas cercanas al 10% sean cada vez más difíciles de alcanzar, como resultado de los requerimientos crecientes de inversión para poder seguir manteniendo esos niveles de crecimiento. Esta nación ha llegado a tener niveles de inversión de entre el 40% y el 50%, junto a una expansión de su demanda interna, acompañada de una demanda dinámica de Europa y Estados Unidos. Crecer 1% cada vez le exige más niveles de inversión, como es el caso de las economías más subdesarrolladas. Desde años recientes, China busca imprimir mayor dinamismo a su demanda interna y, por lo tanto, está en un proceso complicado de transformación de su estrategia, que se desarrolla paralelamente con la crisis de los mercados centrales del capitalismo y las presiones de las dinámicas financieras especulativas del mismo.

La reactivación de la demanda de China es uno de los pocos refugios que quedan en la economía mundial, dado que en el resto de economías no desarrolladas, como la de El Salvador, las concentraciones de la riqueza y los altos endeudamiento de los Estados no permiten ampliar la demanda, y menos la inversión; además que a estos países los convirtieron en exportadores de capitales, por medio de la transnacionalización de su producción, controlada por transnacionales en un modelo de ensamble, un desarrollo de importaciones para consumo, de bienes intermedios y de capital, una trampa de la deuda con servicios crecientes y una salida masiva de capitales por parte de las trasnacionales, con la repatriación de estos y envío creciente de remesas por su altas ganancias y no pago de impuestos, además de la fuga de capitales de las burguesías oligárquicas locales, esta es la realidad de nuestro país y de la inmensa mayoría de los países no desarrollados, o pobres, de América Latina, Asia y África.

Así, China se ha plantado como la principal economía contrahegemónica global, La creciente importancia de dicho país en las transacciones e inversiones ha supuesto la generación de grandes superávits en su balanza comercial, que le permite acumular una reserva de divisas en dólares que superan los tres billones de dicha moneda.

Esta acumulación de divisas se ha acompañado también por la expansión de la economía de China en África, América Latina, Medio Oriente, Europa y Estados Unidos, tanto por el lado del comercio, como del lado de las inversiones y convenios de cooperación y desarrollo. Estos elementos han perfilado a la moneda de China Popular, el Yuan, como una divisa de fuerte crecimiento.

La economía en los costos de transacción ha llevado a que diferentes países establezcan mecanismos monetarios para el manejo de las relaciones económicas con China a través del yuan; así, Gran Bretaña y Alemania han visto incrementados en más de cien por ciento sus pagos denominados en yuanes, y Francia y Luxemburgo en más de 40%, esto según datos de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Internacionales (SWIFT, por sus siglas en inglés). Según la firma financiera Nomura Securities, el volumen diario de comercio de esa moneda se triplicó, pasando de US$34.000 millones a US$120.000 millones, lo que, de continuar así, este comercio superará los 438 billones de comercio mundial en yuan.

Por otra parte, China Popular está desarrollando iniciativas propias para que su moneda se utilice en las transacciones económicas con los países en los que tiene influencia. En este marco se encuentra la firma de un swap cambiario bilateral con el Banco Central de Rusia, por un monto equivalente a 25,000 millones de dólares, el segundo firmado con un país integrante del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el primero fue con Brasil por un monto de US$30,000 millones; por ahora, China es el principal socio comercial de ambos países. Previamente Irán, ante la guerra económica que le hace Estados Unidos de Norteamérica, de manera similar, estableció un mecanismo de este tipo por más de US$24,000 millones. Estos acuerdos los celebra Pekín desde 2009 y actualmente los tiene con 39 países.

Según un estudio del Hong Kong and Shanghai Banking Corporation (HSBC), las empresas mundiales han aumentado bruscamente el uso de la moneda yuan en sus operaciones durante el año, los usuarios más activos de esa moneda son Alemania, Francia, EE.UU. y Hong Kong; en total, según los cálculos del HSBC, el 22% de las empresas mundiales usan ahora el yuan en sus operaciones.

Este contexto creó las condiciones para presionar al Fondo Monetario Internacional (FMI) a considerar al yuan en la cesta de monedas que sostienen los Derechos Especiales de Giro (DEG). En el 2016 el Fondo realizó el anuncio de la incorporación oficial del yuan a dicha cesta a partir del 1 de octubre de ese año.

Es claro que China Popular, con sus reservas internacionales (dólares, otras monedas y oro), con su alianza con el bloque de los BRICS (y el peso de sus economías), con todas las estrategias de desarrollar un comercio creciente en yuan con países aliados BRICS y socios comerciales fuertes como Europa, Inglaterra y los mismos Estados Unidos de América, podría convertir el yuan en la moneda del bloque, y pasar así esta moneda a ser el jugador principal en cuanto a sustituir al dólar, y China Popular liderar la economía mundial, es decir, sustituir a los Estados Unidos de América, así como este país desplazó a Inglaterra en la década de los veinte del siglo XX.

La posición mundial alcanzada por esta nación asiática ha sido aprovechada por la región

latinoamericana. Según un artículo publicado en enero en China Policy Review, en 15 años China superará a Estados Unidos como en el mayor socio comercial de Latinoamérica.

Hoy China es el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú, y el segundo de países como México, Argentina y Venezuela. El gigante asiático le compra toda la soja que puede a Argentina; Chile, el mayor productor de cobre del mundo, destina un tercio de su producción al mercado chino. Venezuela coloca en ese país asiático grandes cantidades de petróleo. Perú también le suministra cobre.

El comercio ha protagonizado esta relación, al multiplicarse su volumen 22 veces en los últimos 15 años (frente a dos y tres veces con EE.UU. y Europa, respectivamente). Pero además de ser socio comercial, desde hace una década este nexo con Brasil, Chile y Perú es también financiero, gracias a inversiones directas en sectores de telecomunicaciones, energía eléctrica, tecnologías verdes y tierras, y de préstamos; desde 2010, los préstamos de China a la región acumulan 123,000 millones de dólares, cifra comparable a los otorgados por los tres bancos de desarrollo multilaterales juntos (BID, CAF y Banco Mundial); además, el incremento de préstamos chinos llegó en un momento de desaceleración o recesión en Latinoamérica, en particular a Brasil y Ecuador, es decir, en tiempos económicos difíciles para la región, China está hoy desempeñando un papel estabilizador.

La recomposición del consumo chino abrirá oportunidades a los sectores de agro-industria, gracias a las demandas de la nueva clase media china (pescado, carne, fruta y turismo), y a los servicios empresariales y de comunicación para las redes globales de las compañías multinacionales del país asiático. Es necesario que Latinoamérica implemente políticas de desarrollo productivo modernas para mejorar y diversificar su estructura productiva, solo así se superaría el actual intercambio de materias primas por productos manufacturados.

En Latinoamérica, la mitad de las empresas declaran tener dificultades para encontrar el trabajador con las habilidades adecuadas, la mayor proporción en el mundo. En el ámbito de los préstamos, en una región con fuertes necesidades de financiación de infraestructuras y políticas sociales y bajo ahorro, la renovación de los préstamos es positiva.

Para Panamá, la normalización de las relaciones con China se vuelve estratégico, en la medida que el país asiático es el segundo mayor usuario del canal; además, le resulta importante mantener una política exterior favorable a China, teniendo en cuenta los proyectos de inversión que este país prevé en la región, sobre todo bajo la sombra de la construcción del canal de Nicaragua con inversión fundamentalmente china.

Por otro lado, esto marca un avance para la ruta de la seda que está desarrollando China, que se ha propuesto crear un gran mercado integrado, el cual es un proyecto estratégico para el futuro de la economía china; en este sentido, la Iniciativa del Cinturón Económico y la Ruta de la Seda Marítima, tal y como ha sido rebautizado el proyecto en sus dos vertientes, tierra y mar, busca construir carreteras, vías férreas, puertos, oleoductos, gasoductos y otras infraestructuras en más de 60 países.

Las principales vías de financiación de este macroproyecto son dos: el Fondo Económico de Inversión de la Ruta de la Seda, patrocinado por Pekín con un fondo de US$50.000 millones, y el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, creado hace un año y que cuenta con 57 países miembros, fundamentalmente de Asia y Europa, y en el que China, India y Rusia, en este orden, son los mayores accionistas.

El ascenso de la economía china, paralelo a la crisis del dólar que se viene produciendo desde hace unos años, va fortaleciendo un mundo multipolar, donde los pesos de la geopolítica se están desplazando de occidente a países del este, como Rusia, y asiáticos, principalmente China. Los países que se mantengan con una relación basada en un paradigma unipolar, buscando la fortaleza de Estados Unidos, verán cada vez menos perspectivas de largo plazo. La apuesta en la coyuntura actual recae en estos nuevos polos de desarrollo que se van consolidando como verdaderos pesos en la geopolítica global.

Esta es una conclusión que El Salvador debe tomar en cuenta si quiere plantear un camino de salida al neoliberalismo. El consenso de Washington estructuró una economía global donde nuestro país ha sido mano de obra barata, los pesos de la geopolítica global están cambiando, es hora de que también cambiemos nuestras estrategias y nuestros aliados, El Salvador está obligado (por la dinámica de la economía mundial, el peso de China Popular y la crisis en que vivimos por estar anclados al dólar, fundamentalmente a la economía de estadounidense) a desdolarizarse y a abrir relaciones plenas políticas, diplomáticas y económicas con China Popular y dejar una relación secundaria (solo comercial) con Taiwán. No sigamos en este error actual en términos de política exterior y monetaria.

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