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Rafaela Salvadora Contreras Cañas: la dulce Stella

 

Carmen González-Huguet
Poeta y escritora

Rafaela Salvadora Contreras Cañas nació en San José de Costa Rica, doctor el 21 de mayo de 18691. Fue hija del político liberal, order escritor y periodista hondureño Álvaro Contreras Membreño y de Manuela Cañas Hidalgo, dama de la alta sociedad josefina, emparentada con el general Juan José Cañas2. El matrimonio Contreras Cañas procreó tres hijas: Julia, Rafaela Salvadora y Emilia Josefina. Respecto a Rafaela escribe Alberto Parado: “En 1889, Rafaela sobresalía por su “inteligencia, sutileza y superiores dotes”, como la describiera, años más tarde Rubén [Darío] en su autobiografía3.
También en dicha obra el poeta nicaragüense relata cómo conoció a la que habría de ser su primera esposa. “Rubén Darío conoció a las hermanas Julia y Rafaela Contreras Cañas en los días de su infancia en León, en casa de su tía carnal Rita Darío de Alvarado. “Eran de aquellas compañeras que alegraban nuestras fiestas pueriles, de aquellas con quienes bailábamos y con quienes cantábamos canciones en las novenas de la Virgen, en las fiestas de diciembre””4.
Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867 en Metapa, Nicaragua, llamada después “Ciudad Darío”. Cuando el poeta era un niño5, conoció a su futura esposa en la casa de su tía Rita Darío de Alvarado, esposa del cónsul de Costa Rica y hermana del padre biológico de Rubén, Manuel García Darío. Trabó también conocimiento con su futuro suegro y, al parecer, quedó impresionado por aquel político liberal e intelectual de grandes dotes. “Álvaro Contreras (1839-1882)… fundó en León el semanario La Libertad, a través del cual dirigió una campaña política contra los gobiernos de Centroamérica que obligaría al presidente de Nicaragua, Pedro Joaquín Chamorro Alfaro, a ponerlo en la disyuntiva de guardar silencio o marcharse del país. El fogoso unionista, optando por lo segundo, se dirigió con su familia a Panamá. Este hecho se dio en 1877”6.
“Durante la estadía de la familia Contreras Cañas en León, Rubén, Rafaela y el padre de esta, participaban en las amenas tertulias de Leticia Menéndez, hija segunda del presidente de la república salvadoreña Francisco Menéndez, y buena amiga de aquella familia. Rubén, protegido del demócrata mandatario”7.
En la primera temporada que Darío pasó en El Salvador tuvo la oportunidad de pronunciar un discurso durante el funeral de Álvaro Contreras, el 9 de octubre de 1882. El poeta frecuentó la casa de la viuda de Contreras, reanudando su amistad con Rafaela, quien contaba a la sazón trece años. Sin embargo, esa primera estadía del poeta en El Salvador fue breve. Al año siguiente regresó a Nicaragua después de superar algunas dificultades, ya que en El Salvador, Darío enfermó de viruela y pasó la convalecencia de su enfermedad en casa de las señoritas Cáceres Buitrago en la ciudad de Santa Tecla8. Esa casa ya no existe. La Alcaldía de Santa Tecla no ha tenido a bien ni siquiera colocar una placa en la edificación actual que, por cierto, alberga un supermercado.
Posteriormente, Rubén Darío realizó otros viajes, incluso el que lo llevara a Chile. Durante su estadía en aquel país sudamericano, el 30 de julio de 1888 el poeta publicó Azul…, libro fundacional del modernismo, con el que alcanzaría fama mundial como renovador de la literatura hispanoamericana.
Es durante la segunda estadía del poeta en El Salvador, al año siguiente, cuando se reencuentra con Rafaela Contreras. En noviembre de 1889 el presidente Francisco Menéndez lo nombra director del periódico oficial La Unión.  Cuenta el poeta veintidós años y Rafaela, veinte. “Mientras tanto, Rafaelita —como era llamada por todos— intervino de 15 años en una representación de “La Traviata”, de Giovanni Verdi en San Salvador y, para 1888 —de 19— fue profesora de geografía y calistenia en el Colegio Normal de Señoritas de la capital salvadoreña. Por su lado, su hermana Julia se había casado con Ricardo Trigueros, hijo de un banquero salvadoreño, Manuel Trigueros, que en esa época acuñaba y respaldaba la moneda circulante [en El Salvador]. Asimismo, Rafaelita sería redactora de la revista de San Salvador, Ramo de Violetas, editada por un grupo de señoritas en 1890. Rubén… escribió sus primeros versos a Rafaelita:

Yo creía que todo era una noche,

que todo era ya negro para mi alma sin luz.

¡He visto una visión de amor inmenso!

Mi alma ya estaba muerta:

la has revivido tú.

¡Ay! Yo quería hallar un ángel blanco

para mi sueño azul.

Así insertó en el diario La Unión —órgano unionista que dirigía, financiado por el presidente Francisco Menéndez— cinco relatos y un poema en prosa de Rafaelita, marcados por  la impronta de Azul…, pero ella se ocultaba bajo el pseudónimo de Stella. Rubén interrogó a Tranquilino Chacón, redactor de La Unión, sobre la autora d esas prosas.  —Son de Rafaelita —respondió Chacón. / ¡Ah, sí, debí haberlo imaginado! ¡Qué alma más delicada la suya! —exclamó Rubén.”9.

La pareja se casó por lo civil el sábado 21 de junio de 1890 y la boda religiosa estaba programada para pocos días después. Contaba el novio veintitrés años y veintiuno la desposada. Fueron testigos del matrimonio Tranquilino Chacón y Francisco Gavidia, amigos y compañeros de trabajo de Rubén Darío en el periódico La Unión. Sin embargo, a pesar de los felices augurios, los acontecimientos funestos se precipitaron: esa noche, el presidente Francisco Menéndez, protector de Darío, muere de un infarto al saber que su hombre de confianza, el general Carlos Ezeta, se apresta a derrocarlo.
Una vez en el poder Ezeta, Darío marcha al exilio a Guatemala. Allá se le reúne Rafaela el 13 de enero de 1891 y la pareja contrae matrimonio religioso en la catedral guatemalteca el 11 de febrero de ese año. “Fueron padrinos el doctor Fernando Cruz, el licenciado Francisco Lainfiesta, y el poeta cubano José Joaquín Palma10. Al respecto, María Teresa Sánchez anota: «La cálida Escuintla, con sus jardines de eterna primavera, es el trasfondo ideal y discreto para el ardor de los recién casados, quienes descubren el éxtasis del amor resumido de besos, miradas y caricias. La pureza cristalina de la amada enternece el alma del poeta, quien transcribe su felicidad en el poema en prosa La Canción de la luna de miel».

Este poema en prosa de Rubén Darío a que se refiere Jorge Eduardo Arellano en el artículo de El Nuevo Diario que vengo siguiendo, dice así:

La canción de la luna de miel11

Señoras: la miel de esa luna la elaboran las abejas del jardín azul, que liban entre los pétalos luminosos de las estrellas. Ellas van, en enjambres irisados, de los florecimientos de Aldebarán a las margaritas de la Osa, al clavel trémulo y cambiante de Sirio. ¡Pero las más ligeras, las más amables, las más bellas y paradisiacas van a posarse en el cáliz atrayente, sagrado y misterioso de la rosa de oro de Venus!
Señora: el pintor Spiridón ha pintado el venturoso país de la felicidad: un lago manso, una barca, ella, él y el amor como remero. ¡Buena brisa, buen tiempo, señora!
Hay un lirio divino y delicado, que tiene toda la orgullosa candidez de los azahares del desposario, las palideces del cirio que alumbra el altar, la transparencia del velo de la novia, los perfumes y el supremo encanto de los ensueños de la desposada. Ese lirio es la ilusión. Mil veces feliz la que puede llegar al fin de la vida llevando consigo la celeste flor intacta y fresca. ¡Es tan áspero a veces el viento! ¡Cae tanta escarcha! Y así es como de pronto las pobres almas desoladas alzan la mirada al gran Dios: cuando ven el sacro lirio ideal marchito, muerto. ¡Oh! Que el poderoso, invencible amor os guíe. ¡Buena brisa, buen tiempo, señora!

* * *

Adorados ensueños nupciales que hacéis desfallecer a las prometidas virginales y pensativas,

Lises castos que sois hechos del sutil polvo de nieve de la más alta cumbre de la montaña sagrada,

Palomas que anidáis bajo el verdor de los mirtos,

¡Serena estrella del amor! ¿No es verdad que pasa un soplo de la divinidad, regocijando el alma del mundo, cuando en una noche callada, en el bosque solemne, canta el ruiseñor, con su voz de cristal, las estrofas melodiosamente adorables de la canción de la luna de mies?

Mucho realizó literariamente Darío en Guatemala, sobre todo en El Correo de la Tarde, diario semioficial bajo su dirección12, pero, al clausurarse inesperadamente por decisión presidencial13, quedó sin sustentación económica. Por ello decidió partir a Costa Rica, donde Manuela Cañas, su suegra, contaba con parientes que podían ayudar a la joven pareja. Y hasta allí se dirigieron el 16 de agosto de 1891. Rafaelita iba en adelantado estado de gravidez”14.
La pareja llegó a la ciudad portuaria de Puntarenas el 24 de agosto de 1891 y el 11 de noviembre da a luz a su único hijo, el futuro doctor Rubén Álvaro Darío Contreras. Pero a este acontecimiento feliz siguen nuevos desengaños: “…como Darío confiesa en su autobiografía, después del nacimiento de su hijo, “la vida se me hizo bastante difícil en Costa Rica y partí solo, de retorno a Guatemala, para ver si encontraba allí manera de arreglarme una situación”. Un amigo y escritor, Ricardo Fernández Guardia, fue más explícito en una gacetilla publicada en el Diario del Comercio el 11 de mayo de 1895: «Rubén, el poeta exquisito, el parisién trasplantado, el rival de Catulo Mendès, partió el martes último para Guatemala, después de sacudir el polvo de la tierra inhospitalaria de Costa Rica. Nuestro modo de ser tan rudo y prosaico, tan ajeno a lo intelectual, no podía en manera alguna convenir al espíritu esencialmente artístico de Rubén Darío. El escritor insigne, cuyo nombre resuena con aplauso universal en toda la América española y en Europa, se ahogaba en nuestra atmósfera de materialismo mercantil. No vuelan los pájaros en el vacío». El 21 de mayo arribó Rubén Darío al puerto de San José, en Guatemala. Iniciaba sus gestiones para establecerse, cuando el 28 recibió cablegráficamente la noticia que el gobierno del doctor Roberto Sacasa le nombraba miembro de la delegación que enviaría a España con motivo de la celebración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América. A solicitud de Rubén, el 20 de julio de 1892, Rafaelita se trasladó con su madre e hijo a San Salvador, a la residencia de su hermana Julia Contreras de Trigueros. Por su parte, él pasó a León para dirigirse luego a España. Esta súbita partida acongojó y amargó a Rafaelita: “No sólo le privaba del bienestar prometido a ella y a su hijo, también los alejaba de su afecto. Ella no reprocha la ambición de gloria que impulsa a Rubén, pero sí resiente el desamparo en que los deja” —comenta de nuevo María Teresa Sánchez. Se le ha consumido el fuego de su amor y apagado la luz de su estrella.15”
Y estando aún en Nicaragua, Rubén recibe un telegrama la noche del 2 de febrero de 1893. En él le avisan de la gravedad de su esposa, quien había sido intervenida quirúrgicamente en San Salvador. En efecto: el 26 de enero, a las nueve de la mañana, ha fallecido la joven madre a causa de una sobredosis accidental de cloroformo que le aplicara el doctor Tomás Palomo al operarla. La familia de su hermana Julia ha esperado una semana, dilatando el momento inevitable de darle la noticia del triste desenlace: “Entonces, lleno de dolor, ahogó su pena en el alcohol durante ocho días. Rafaelita tenía 23 años, ocho meses y cinco días de edad al fallecer, y había pedido, en breve carta a su esposo, que dejara a su madre el cuidado de Rubén Álvaro, si algo fatal le sobreviniera en la operación a que iba a someterse”16. Como afirma esta misma fuente, Rubén Darío solo fue padre biológico del hijo que tuvo con Rafaela Contreras, quien fue educado [en El Salvador] por la familia de Julia Contreras de Trigueros y se convirtió en un médico eminente, con estudios en Argentina y en Alemania, catedrático de Neurología en la Universidad de El Salvador17. Rubén Darío escribió el poema titulado El poeta pregunta por Stella dedicado a su esposa muerta18:

Lirio divino, lirio de las Anunciaciones,
lirio, florido príncipe,
hermano perfumado de las estrellas castas,
joya de los abriles.

A ti las blancas dianas de los parques ducales,
los cuellos de los cisnes,
las místicas estrofas de cánticos celestes
y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes.

Lirio, boca de nieve donde sus dulces labios
la primavera imprime,
en tus venas no corre, la sangre de las rosas pecadoras,
sino el ícor excelso de las flores insignes.

Lirio real y lírico
que naces con la albura de las hostias sublimes
de las cándidas perlas
y del lino sin mácula de las sobrepellices,
¿has visto acaso el vuelo del alma de mi Stella,
la hermana de Ligeia, por quien mi canto a veces es tan triste?

Este poema fue incluido por su autor en el libro Prosas profanas, publicado en Buenos Aires en 1896 y que, según algunas fuentes19 constituyó la consagración del Modernismo literario en español. Darío también mencionó a Stella en el capítulo dedicado a Edgar Allan Poe en su libro Los raros, también publicado en Buenos Aires el mismo año que Prosas profanas:

“¿Por qué vino tu imagen a mi memoria, Stella, alma, dulce reina mía, tan presto ida para siempre, el día en que, después de recorrer el hirviente Broadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgar, armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía, y he visto desfilar la procesión de sus castas enamoradas a través del polvo de plata de un místico ensueño? Es porque tú eres hermana de las liliales vírgenes cantadas en brumosa lengua inglesa por el soñador infeliz, príncipe de los poetas malditos. Tú como ellas eras llama del infinito amor. Frente al balcón, vestido de rosas blancas, por donde en el Paraíso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y te saludan con una sonrisa, en la maravilla de tu virtud, ¡oh mi ángel consolador!, ¡oh, mi esposa!… Leonora… Ulalume… Annabel Lee… Lígeia… Ellas son, cándido coro de ideales oceánidas, quienes consuelan y enjugan la frente al lírico Prometeo amarrado a la montaña Yankee… Así tú para mí. En medio de los martirios de la vida me refrescas y alientas con el aire de tus alas, porque si partiste en tu forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu ser inmortal, cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia mí el negro arco. ¡Entonces, Alma, Stella, oigo sonar cerca de mí el oro invisible de tu escudo arcangélico!”20
Como cosa curiosa cabe señalar que, al enterarse de la noticia de la muerte de Rafaela, Darío envió a su propia madre biológica, Rosa Sarmiento, a San Salvador, a la familia de Julia Contreras Cañas de Trigueros. Rosa Sarmiento se quedó viviendo junto a su nieto hasta que le sobrevino la muerte el 3 de mayo de 1895, y fue enterrada inicialmente en el mausoleo de la familia Trigueros Contreras en San Salvador. Aunque el poeta no creció junto a su madre biológica, al enterarse de su muerte cayó en una profunda depresión21. Se encontraba entonces en la ciudad de Buenos Aires, precisamente cuando alcanzaba mayor fama gracias a sus libros.
Y cosa más curiosa aún: cuando falleció Rubén Darío, el hijo nacido de su matrimonio con Rafaela Contreras encontró en Rosario Emelina Murillo, segunda esposa de su padre, el cariño que su madre biológica no pudo darle debido a su prematura muerte, según testimonio del propio doctor Rubén Álvaro Darío Contreras22.

El artículo titulado Presencia de Rubén Darío en Guatemala publicado por Evelyn Uhrhan de Irving23 ofrece una perspectiva crítica sobre la obra de Rafaela Contreras. Como bien señala Willy O. Muñoz24, la obra de Rafaela estuvo casi completamente olvidada hasta que Evelyn Uhrhan de Irving25 investigó en bibliotecas centroamericanas y publicó siete cuentos de esta autora en 1965. Ella considera que dichos cuentos son “joyas del modernismo”.

Willy O. Muñoz dice: “Los cuentos de Contreras siguen las características del modernismo, especialmente por la belleza de la lengua, la imaginería poética, el gusto por lo exótico, por el tratamiento a veces fantástico del tema, y su preferencia personal de incorporar la música como parte integral del argumento. Significativamente, la profesora Uhrharn hace notar que los cuentos de Contreras: La canción de invierno y Sonata fueron publicados por Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco en Obras, la colección de los escritos de Darío, y luego recogidos por Afrodisio Aguado en las Obras completas del escritor nicaragüense. Efectivamente, el estilo de estos cuentos es similar al de Darío, lo cual constituye un testimonio de que la cuentística de Rafaela Contreras estaba a la altura de su afamado esposo. En Costa Rica, recién en 1990 se reconoce la importancia de Rafaela Contreras en la historia de la literatura de ese país centroamericano, cuando Guillermo Malavassi y Pedro Rafael Gutiérrez publican su libro con el significativo título de Rafaela Contreras Cañas: musa inaugural de la literatura costarricense, con motivo del año centenario de su obra”26.
En cambio, en El Salvador casi nadie sabe quién fue Rafaela Contreras, la primera mujer cuyo nombre conocemos que cultivó el cuento en estas tierras.

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