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Política artística (antifascista-anticomunista)

Caralvá

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Suplemento Tres mil

Walter Benjamn y Bertolt Brecht al combatir las teorías del arte fascista denunciaban que era necesario preguntarse sobre los postulados de cualquier escritor de aquellos años treinta del siglo pasado: ¿A quién le sirve el postulado?, troche decease ¿a quién dice servir?, try ¿a qué insta?, ¿con qué praxis se corresponde?, ¿qué postulados tiene como consecuencia?, ¿en qué postulados se apoya?, ¿en qué situación se enuncia?, ¿quién lo enuncia?… estas preguntas correspondían a la inmensa propaganda fascista sobre Alemania y Europa en la cual la teoría del arte nazi pretendía eliminar toda vigencia de razas, pueblos, historia, lingüística, etc. con la violencia extrema sosteniendo sus tendencias supremacistas, racistas y de exterminio por sus fuerzas policiales.  Los nazis pretenden construir la Historia a partir de extravagantes conceptos sin fundamento concreto, basando su propaganda en fetiches, acontecimientos inconexos y eliminando el aporte popular; a propósito de ello, Benjamín anota: “Los libros de Historia están escritos por los poderosos, hacen valer, claro está, nuestra visión de las cosas”… a  pesar de ello, los intelectuales publican sus expresiones de resistencia en revistas, en piezas de teatro, correspondencia o literatura.

El fenómeno del fascismo involucró a intelectuales que apoyaron el surgimiento movimientos sociales de esa naturaleza, esa fue la decadencia de la inteligencia europea, uno de los venerados filósofos  existenciales Martín Heidegger afirmó: “vi en El Partido Nazi) la posibilidad de una reunión y renovación internas del pueblo y un camino que permitiría descubrir su vocación histórica en el mundo occidental” El rectorado 1933/34, Revisión de la metafísica (1985) p. 483, esta relación puede mostrarnos la inteligencia en dos puntos opuestos de la Historia, irreconciliables y sin retorno posible.

Debemos reflexionar sobre estas situaciones, debido a la lectura de nuestra Historia en El Salvador que heredamos de una larga tradición de autoritarismo, fundado precisamente en los años treinta, en aquellos años se impulsa un modelo de cultura oficial que aún tiene fuertes pilares en creencias y tradiciones, uno de ellos es la lectura de los movimientos insurgentes de 1811, 1814, 1821 etc. de igual manera la matanza de 1932, la ruptura constitucional etc., ahora después de 1992 con los Acuerdos de Paz es necesario construir nuestro pasado olvidado, ¿el olvido del idioma náhuat-pipil es gratuito o creado por una lectura de intelectuales autoritarios?.

Así como Benjamín y Bretcht pedían reconstruir la Historia de la Comuna de París, recorriendo barrio por barrio imaginando sus barricadas anti-burguesas por medio de reconstrucciones artísticas, así deberíamos reconstruir en El Salvador la matanza de los pueblos originarios en 1932 en cada calle de Izalco, Nahuizalco, etc. para que aquella horrorosa acción fascista quede reseñada como una vergüenza nacional que no se repita jamás.

En estos tiempos del siglo XXI, pensar en expresiones artísticas que recreen esos tiempos aún es considerado un signo comunista, es una consideración desactualizada, puesto que el arte al final es un diálogo entre: el poder, las clases sociales y la política temporal, por esta razón la inteligencia se divide, bajo la lectura de la renovación de la Historia y la Filosofía.

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