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Poemas para Michael Jackson

Myrna Solano

 

OH MUSA. OH DIOSA

Llegó un día como un caballero suave y elegante.

Febril y abstracto, for sale seek irresistiblemente suave.

Entre matices y arreboles danzó en la infancia.

Enloquecía su risa y su placer de juventud.

Era el más hermoso varón de la historia, capsule   en todos los canales, en todas las esferas, entrañablemente en todas partes.

Rara  mezcla de dios y de humano, arropado de talento y sensibilidad hasta desvestir en cada canto la poesía que solo él vivió en cada danza.

¡Él es el yo, que se ha ido con él!

¡Oh  diosa! ¡Oh musa! En sus abismos yo descubro mis ausoles. La primavera nueva que siempre florece, aunque él ya se fue.

¡Oh  musa! ¡Oh diosa!  Llévame con el caballero de la historia y déjame darle un beso en el alma, para sentir que desde el infinito su amor continuara llegándonos.

 

COSTUMBRE

Me acostumbre a tu ausencia.

Al silencio nombrándote en todas partes.

A oírte, sin hablarme.

 

ESTA NOCHE

Octubre 28/2009.

Esta noche estuvieron juntos su corazón y el mío,

y en su malicioso  ritmo  me envolvió, dejándome  salpicada  de alegría.

Le vi más grande y distante, pero le sentí tan cerca. Era tan  real y tan  efímero a la vez.

Tenía la figura delgada, la voz alegre, la melodía perfecta, la escena hechizada, y el ansia llena.

Sólo quería cantar y con su danza mágica endiosar  la atmósfera… sólo por vivir un poquito más.

Le vi  renovar su pasado, vivir con inigualable alegría el presente y esperar con prisa el futuro. Estaba allí para iluminar pupilas, recrear  fantasías, declarar  su verdad y encantada en un abismo de plácida armonía

… mi estadía con él,  se tornó grandiosa.

 

DESNUDA

Yo deshoje mil historias contadas

que no me quedan ya prejuicios,

pero  como podría si esa verdad  tuya  no es para

mi una blasfemia, si juzgarte no me favorece

Me desprendí de tus memorias

hasta  quedar desnuda  a merced

de tus delirios sin morbo, de tu púbica

inocencia muy poco comprendida.

Y me sentí desnuda y pequeña entre tus manos,

cual flor sin un pétalo,

cual caudal sin su mar,

esperando el instante mismo

en que pudiera vestir mi alma con tu nombre

 

ESPERA

Mis oídos prestos al regreso te esperaban,

mi garganta tarareando tu canción se quedó,

y en el vaivén de los recuerdos

se tornó mi vida en desagravio;

aquella tarde de junio

en que  sin saberlo, te perdiste.

 

CONTEMPLACIÓN

Tras el balcón de mi casa junto al cielo

Dibujé tu nombre en la luna

Y al compás de un suspiro

la luna bella de mi cielo sin su estrella

conectaba en mi interior

Un innato sentimiento musical

 

CUENTO

 

LA MUERTE DEL REY DEL POP.

“Era una persona gentil, genuina, maravillosa…”

Liza Minelli.  Cantante.

Era muy de madrugada cuando el Rey del Pop engalanado en su traje emblemático y sus pies adoloridos de esfuerzo, se fue a su refugio para intentar conciliar un sueño más, pero se encontró de nueva cuenta con la muerte.

Èsta llego con sus uñas afiladas y su esquelética figura.

Era el principio del fin.

De sus dientes nauseabundos escapaba una tenue y  pálida sonrisa, como un sosiego al final del tiempo. Sus pasos cadenciosos andaban en busca del atribulado rey.

Sus ojos al aire y sus huesos fríos  ligeramente flexibles  atravesaron  muy  quedamente el umbral hasta  posarse  sobre la blanca almohada, al tiempo que  con su vieja vocecita exclamaba:

–  Llego tu momento de partir, esta tarde vendrás conmigo.

El rey la miro con asombro, mientras que  ésta apoyando su  guadaña  junto a la cama le susurraba al oído:

¡Ven! ¡Ven conmigo! ¡Descansa en mí!

El hombre de finos cabellos de seda brillante se sonrió, escondiendo  en su voz sonora las últimas notas de sus más recientes ensayos.

Así pues, la muerte sentada a su lado, le canto aquella vieja cancioncita de cuna  para acariciar su alma suave. Luego con sus finas y largas  manos le acarició el rostro y los hombros, como para seducir su  voluntad de partir y  dejarlo todo, pero no su voluntad de emerger cual dios de la ceniza.

El instante llegó e  hipnotizado por el embrujo de la muerte, se cobijó en sus brazos en silencio con su alma. Mientras tanto, al otro lado del universo el gran Dios al verle llegar suspiraba de alegría.

El rey que hacia un instante se había abrazado con la muerte, pudo fundirse con su sombra de paz, y descanso  por fin.

Los ángeles celosos por tan excéntrico  visitante extendieron sus alas jubilosos, para albergar un nuevo ritmo. Tras  ellos las puertas del cielo se cerraron mientras  una  inmensa multitud dejaba oír sus aplausos en la distancia.


Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.