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poemas en prosa de Saraí González Sorto

Saraí González Sorto, nurse nace un 18 de diciembre de 1978 en la Ciudad de Chinameca, Departamento de San Miguel; hija de José Manuel González y Bernardita Cáceres. Sus estudios primarios y básicos los realizó en instituciones de su misma ciudad natal. Es la tercera de cuatro hermanos y posee una licenciatura en Psicología, es madre de un hijo llamado Isaac Alfredo, y desde el año 2014 día a día lucha tesoneramente contra el cáncer de mama.

 

EL GRAN ERROR

Fue difícil al principio porque había jurado no dejar que nadie se le acercara… Pero él parecía bueno, era como beber agua en su mirada, todo un caballero en sus certeras palabras. Además le alegraba cada mañana con hermosos mensajes, pláticas oportunas cada día y otro, logrando que su sonrisa regresara a sus labios, y en sus ojitos brillaba otra vez la profecía de dejarse querer por alguien. Él hasta calculaba si sus manos tenían la unión esperada durante tantas noches solitarias, y sí eso no era así, qué puede valer más que unos besos. Ella había vuelto a levantarse temprano como antes, las horas no le alcanzaban porque la ilusión es inmensa y el tiempo fugaz. Entonces fue cuando él se aprovecho y la mató. Ese fue el gran error de ella, intentar remendarse el corazoncito.

 

EL DOCEAVO AGOSTO

Ella tenía listo su vestido, jamás había vuelto a bailar y eso le daba temor, ya casi llegaba el esperado aniversario y con ansias anhelaba esa fecha, estar cerca de él como el primer día… Ese recuerdo era especial, definitivamente un gran ayer. Quería verse radiante, estar contenta, regresar a la felicidad… Pero en su corazón de mujer sentía el peligro, su instinto no falló cuando justo antes del aniversario volvieron a florecer las indiferencias, los descuidos, la falta de amor… Ya no hubo fiesta, baile, ni música; lo que si ocurrió fue llanto, humillaciones y desprecios, pero sobre todo silencio, eso que distingue al hombre cobarde creyéndose valiente. Ella había vivido once agostos  similares, diciembres y mayos de la misma manera, y ya estaba acostumbrada, pero cómo ese doceavo agosto las cosas llegaron demasiado lejos… A ella la enterraron esta tarde porque se murió de tristeza.

 

BASTA UNA SOLA ROSA 

Yo siempre quise darte dos rosas, pero ya sólo me queda una ¿Sabes que la marchitó el calor de un verano sorprendente?

Las dos eran iguales de suaves, parecían una misma dos veces pendientes de tu voz, pertenecían al mismo aire que respirabas, aquel que sopla las nubes que me elevan cuando pasas cerca de mí, y un tremendo girasol al que le encanta sonreír si mi alegría pronuncia tu nombre.

Ellas fueron dos ansias ruborizadas de ilusión, fueron mieles prohibidas, fueron sensualidad para tus ojos, fueron alimento para tu boca porque no solo de pan vive el hombre.

Comenzaron como dos botones curiosos, ávidos por alcanzar la redondez de un astro, sin saber que al subir a la altura, una de las dos desaparecería como la luna ante el resplandor del día…

El secreto de una de mis rosas pasa desapercibido, su sacrificio nadie lo ha notado y el recuerdo de su brillo sigue viviendo en mí porque aún me sigue floreciendo la sonrisa…

El miedo existe y estoy triste hasta los pétalos, pero el corazón y sus años me dicen  que cada mañana debo cuidar del jardín lo que me ha quedado de pies a cabeza.

Si me amas, yo sé que regresarás con tus manos hechas mariposas de colores, que me cercarán como si no ha pasado nada; sé que tus colibríes padecen y mueren de sed, porque no hay miel como la mía; además una sola rosa basta para quererte como te he querido yo.

 

AGUA QUE NO HAS DE BEBER

Cuando cayó por el suelo mi ilusión se me quebraron las palabras… Y ya no pude decirle “te quiero”. Yo hacía el intento para poder pronunciar aquellas frases que alguna vez salieron del fondo de lo que yo más he querido.

Decir su nombre ya no era una razón para acercarnos, mucho menos contarle como había sido mi día, mi abrazo ya no era su momento preferido y esperado, algo estaba pasando entre su mirada y la mía. Me confieso que todos los “te quiero” venían sincerados por la sangre que me da la vida, aquellos “te amo”, ¿se acuerda? iban acompañados de una ternura que solo se transforma cuando el cariño de una mujer se apodera del alma de una  madre.

A veces pienso que él no merecía estar en mi pensamiento y en mis manos de poetiza, porque hasta en eso buscaba el mejor soneto para que nuestra composición se hiciera realidad entre los dos; pero es una verdad amarga que su nombre y el mío solo podrán rimar en la escritura. Quizás será mejor leer frases extrañas, plagiar emociones que se plasmaron en un papel que alguien más vivió de sus propios amores, de esos que trascienden el tiempo y la vida misma, o de esos que se escriben cuando llorar ya no se puede…

Porque sabe algo? Quizá cuando el amor se acaba es mejor así, poco a poco ir desechando todo ese lamento para que solo se quede en recuerdos y así que no nos torture la pena, es mucho mejor, al final, irse acostumbrando al silencio, que muchas veces también si se pone toda la atención, quien sabe si es un pájaro que silba de alegría a lo lejos…

Ahora mucho más tranquila he descubierto algo, y eso creo debe ser la causa de mis escritos, y es que me quedé tranquila cuando entendí, aprendí, comprendí y acepté que en mis labios siempre hubo sed para usted, y lamentablemente pienso que si de esa agua no has de beber, hay que dejarla correr…

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