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Pequeños productores afirman estar en pro de la sostenibilidad de los suelos. Fotos Diario Co Latino/Cortesías

Pequeños productores y cambio climático

Marco Coscione

Ya casi pasó un año desde la COP 20 de Lima. Fue mi primera participación, treat acompañando a la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo (CLAC). En Lima, la CLAC presentó una breve publicación, “Cambio Climático: la voz de los pequeños productores”, en la cual recogía los testimonios directos de pequeños productores de café y banano, y pequeños apicultores del continente; reafirmando, a través de sus palabras, la necesidad de escuchar al anillo más débil de las cadenas de suministros agrícolas mundiales.   

Desde hace varios años, la agricultura familiar y a pequeña escala es profundamente afectada por el aumento de las temperaturas globales, de los fenómenos atmosféricos más radicales, por la difusión de viejas plagas que atacan los cultivos, y el surgimiento de nuevas enfermedades. La consecuente disminución de la productividad, asociada con el aumento de los costes de producción y de vida, pone en riesgo la sostenibilidad de las actividades agropecuarias de los pequeños productores. Una de las consecuencias más problemáticas es el progresivo abandono de la agricultura y una mayor concentración de las tierras en manos de pocas empresas nacionales o multinacionales que, en los últimos años, están protagonizando crecientes niveles de adquisición y acaparamiento de tierras, así como el resurgimiento de nuevas formas de esclavitud rural. Al contrario, asociativismo entre pequeños productores, sostenibilidad ambiental y trabajo digno, son algunos de los principios fundamentales que unen a los productores de comercio justo en todo el planeta.

Los efectos del cambio climático en la agricultura los pagan en gran medida los pequeños productores.
Los efectos del cambio climático en la agricultura los pagan en gran medida los pequeños productores.

La profundización del agronegocio, a pesar de los procesos de incidencia política a favor de la agricultura familiar promovidos por diferentes Gobiernos nacionales de la región y Naciones Unidas, profundiza la desigualdad y el desequilibrio de poder en las cadenas de suministro de los alimentos. Con el aumento de la población mundial y los procesos de urbanización, no solo será clave producir más y de manera más sostenible, sino también establecer claramente quién producirá cuánto y en qué condiciones. Preguntarnos quiénes y cómo produciremos es fundamental a la hora de construir un mejor balance entre las fuerzas a lo largo de las cadenas comerciales, pero también para entender quiénes realmente controlarán los dos principales recursos para la agricultura: tierra y agua.

En la actualidad, el cambio climático en la agricultura se analiza bajo varias perspectivas, pero principalmente dos: por un lado, la necesidad de mitigar los efectos negativos a través de una producción menos dependiente de insumos externos, y más sostenible ambientalmente y socialmente; por el otro, la de adaptarse a los cambios presentes. Sin embargo, en cuanto a la mitigación, los verdaderos responsables del calentamiento global no parecen realmente dispuestos a cambiar de manera radical los patrones de producción y consumo a los cuales están acostumbrando nuestra civilización, desde hace por lo menos medio siglo.

Es muy escasa la reflexión en torno a otro problema fundamental: los efectos del cambio climático en la agricultura los pagan en gran medida los pequeños productores, mientras que las grandes empresas pueden internalizar el aumento de los gastos al interior de sus estructuras costes/beneficios. A pesar de algunos proyectos pilotos con los cuales ciertas empresas intentan apoyar a los pequeños productores (casi siempre para seguir garantizándose el producto para la venta), no existe una verdadera política comercial que fomente (o imponga) compartir los riesgos del cambio climático actualmente asumidos casi enteramente por los pequeños productores; quienes, al mismo tiempo, siguen alimentando y enfriando al planeta.

Si queremos garantizar un flujo comercial sostenible de los alimentos, tenemos que compartir los riesgos del cambio climático.
Si queremos garantizar un flujo comercial sostenible de los alimentos, tenemos que compartir los riesgos del cambio climático.

¿Podremos imaginar un esquema de asunción de riesgos realmente compartido entre los diferentes actores de las cadenas de suministro? Parece algo utópico, pero la urgencia y gravedad de los cambios climáticos no nos dan muchas posibilidades de maniobra. Además de un necesario repensamiento de los límites y las verdaderas necesidades de nuestra civilización, para frenar los efectos negativos del calentamiento global, si queremos garantizar un flujo comercial sostenible de los alimentos, tenemos que compartir los riesgos del cambio climático. No es posible que pidamos a los productores que asuman esos riesgos solos, para seguir consumiendo nuestros alimentos preferidos, pero sin entender lo que realmente supone adaptarse al cambio climático. Compartir esos riesgos, además, significará un mayor equilibrio de poder entre los diferentes actores comerciales; reducir las desigualdades de poder en el comercio internacional, favoreciendo el acceso a los agricultores familiares y a pequeña escala, tendrá efectos positivos en la reducción del calentamiento global, al reducir los procesos productivos insostenibles, protagonizados por la ganadería extensiva, las plantaciones de monocultivos y la agricultura intensiva en insumos químicos externos.

Para este Año Internacional de los Suelos, con el objetivo de visibilizar el trabajo de los pequeños productores en pro de la sostenibilidad de los suelos, la CLAC y el IICA (Instituto Interamericano para la Cooperación en Agricultura) organizaron el concurso “Suelos sanos para una vida sana”. El manejo sostenible de los suelos es fundamental para la alimentación; pequeños productores, campesinos e indígenas, son actores protagonistas de este enfoque productivo.

Además, la CLAC participará en la COP 21 de París, presentando nuevamente varias experiencias de adaptación de sus organizaciones miembros, desde distintos países del continente. Los pequeños productores rurales tienen la oportunidad de demostrar al mundo entero que lo que podríamos llamar «el regreso a un nuevo pasado» puede representar la clave más lógica y más eficiente de adaptación al cambio climático y de mitigación de sus efectos negativos.

Si los avances científicos y la innovación tecnológica nos han llevado a esta situación en menos de medio siglo, quizás sea más conveniente apostarle a la sabiduría de nuestros antepasados. Sabiduría, no es lo mismo que conocimiento científico; la sabiduría es la capacidad humana de aceptar sus errores y límites, establecer nuevas prioridades acordes al nuevo contexto, y hacer elecciones a radicales, que nos reconecten con nuestras raíces.

Coordinador de Incidencia (CLAC)

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