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Patrimonio Cultural y propiedad privada

Federico A. Paredes Umaña

Doctor en Arqueología

Director del Proyecto Arqueológico Cabezas de Jaguar

A pesar de la influencia vasconceliana que los intelectuales orgánicos del régimen de Martínez imprimieron a las políticas culturales de mediados del siglo XX, unhealthy la visión de un patrimonio cultural de todos y para todos no se consolidó en El Salvador de entonces y sigue sin existir en la legislación vigente o en la práctica cotidiana. Nuestra relación con el pasado se puede caracterizar con varios sustantivos, pero entre ellos destaca el de la privatización. En la imagen que acompaña este texto vemos dos monumentos de piedra de la tradición Cabeza de Jaguar que actualmente se alojan en colecciones particulares. A la izquierda vemos el perfil del Monumento no. 12, mismo que Stanley Boggs, como joven arqueólogo llegado al país, conoció en el año de 1943.  Veamos un extracto de sus notas de viaje:

“Acompañado por el propietario de esta finca Sr. Don Guillermo Battle de Santa Ana, señores Baratta y Aguillón del Museo Nacional de El Salvador, a principios de 1943, visité una ruina de considerable extensión en una Finca de café […] Esta área debe haber sido en el pasado una de las principales vías de circulación entre el valle de Santa Ana y el de Zapotitán, ya que no hay colinas altas que interrumpan la ruta. En la actualidad tanto la carretera como la línea férrea de El Salvador R. R. Co. utilizan este paso.

[…] En la propia finca, a ½ km de la casa, se puede ver en las plantaciones de café un grupo de unos 10 montículos […] El  Montículo 1 es bastante grande; tanto como el Montículo 5 de San Andrés o el Montículo 1 de El Trapiche; es decir, alrededor de  20 m de alto y entre 45 y 60 metros en su base. En su esquina noroeste se ha excavado un pozo que expone el mortero de adobe de su construcción. Al parecer, una espiga horizontal con la talla de un jaguar de piedra fue encontrada en dicho agujero, y luego llevada a la finca […] La cabeza de piedra está tallada en bulto más que la mayoría de este estilo en El Salvador y se diferencia también por tener un pequeño rostro humano emergiendo de la boca del jaguar […] Este sitio es muy digno de investigación…”

En pleno siglo XXI, este monumento, de refinada talla y de singular importancia para el conocimiento de las civilizaciones prehispánicas de El Salvador, yace en una colección particular dentro del territorio nacional. Es relevante poner de manifiesto que el sitio arqueológico brevemente descrito por Boggs podría ser tan importante como los que existen en la zona de Chalchuapa, pero a la fecha no se han realizado trabajos arqueológicos en dicha finca y carecemos de datos para atestiguar el estado de preservación de los numerosos montículos reportados en 1943, dado que los dueños de la finca no han dado el permiso necesario.

Propiedad Privada y la Política de la Cultura 

Así como los importantes vestigios localizados en la Finca Santa Teresa, la historia prehispánica del territorio salvadoreño yace en terrenos agrícolas que, en su mayor parte, se encuentran en propiedad privada. Ante esta realidad, debemos reconocer que nuestra legislación vigente en el tema de protección del patrimonio cultural es deficiente, pero la dificultad mayor que enfrentamos como sociedad no reside solo en las leyes, sino en cómo nos relacionamos como colectivo con los vestigios de nuestro pasado común. Lo paradójico es que el coleccionismo privado que aloja los vestigios más relevantes del pasado prehispánico, se fomenta desde la legislación vigente; dicha práctica se considera algo natural, y el Estado ya ha llegado a insinuar que es incompetente para proteger los vestigios prehispánicos que se alojan en propiedad privada.

En la práctica el Estado manda el mensaje de que los bienes patrimoniales están bien en manos privadas, y que su protección o desprotección es potestad de los particulares, aun y cuando estos no estén dispuestos a registrarlos. Un cambio de filosofía en las políticas culturales implica que el Estado asuma su papel en la valoración y custodia de los bienes culturales patrimoniales de la nación, y esto requiere de varias acciones concurrentes: la aprobación de la Ley de Arte y Cultura por parte de la Asamblea Legislativa, que es un marco idóneo para después proseguir con la reforma a la ley específica de protección del patrimonio cultural. Desde la sociedad civil, debemos pedirle al Estado claridad sobre el papel que está llamado a jugar.

Finalizamos esta nota destacando el monumento # 53 de la tradición Cabeza de Jaguar que aparece a la derecha en la imagen que acompaña este texto. Esta singular pieza de fina ejecución se aloja en una colección particular en el extranjero. Según los tratados internacionales, en un hipotético litigio para su repatriación, el Estado debe justificar quién es el dueño legítimo de esta pieza. Estamos en buen momento para que las políticas culturales perfilen una nueva filosofía y una nueva práctica respecto del reconocimiento del valor supremo que poseen los vestigios del pasado indígena de la nación. Además es buen momento para discutir sobre el régimen de propiedad de bienes culturales muebles e inmuebles. España y Latinoamérica tienen legislación que ha servido de insumo para la redacción de la Propuesta de Ley de Arte y Cultura que el FMLN presentó a la Asamblea Legislativa y que actualmente está en discusión. ¿Conoce usted ese proyecto de ley?

Gracias por escribirme a [email protected] 

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