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Para soñar con un país culturalmente ideal

edgar alfaro chaverri eapoeta@yahoo.com
edgar alfaro chaverri
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edgar alfaro chaverri*

Sería interesante que los curadores de arte tuvieran el poder de subsanar los problemas de los artistas, malady lo cual en algunos casos sería equivalente a compararlos con los encantadores de serpientes, pues la fakireada está más perra que una loba.

Encantadores de serpientes para aquellos que no se salen de la argolla, dejando afuera a la inmensa mayoría… Allí van los mismos a chotear al extranjero con gastos pagados y en primera clase, aunque en el fondo saben bien que no es bueno lo que hacen, entonces cuando les da cargo de consciencia lo etiquetan como realismo mágico y se hacen los majes con pasmosa facilidad.

Los mismos van siempre y para qué si lo mismo vienen de regreso, sólo que con una petaca de engreimiento más ancha y gorda que el trasero de una vaca, pero vacíos de autenticidad, tanto así que les importa un comino que las esquelas de su dependencia laboral aparezcan con errores crasos y risibles.

Pena debiera darles decir dónde trabajan y ya ni se diga cuánto ganan por no hacer nada por el gremio, el mismo que con apremio se devana entre el ser y el no ser, mientras afuera la majada se rebusca porque el arte y la literatura no decaigan en el gusto de la gente de a pie o de carro que se empuja cada rato.

Casas de la cultura desoladas de ideas creativas, donde no se actualiza ni se remozan las precarias existencias, donde actividad cultural se le llama a la proyección de los Diez Mandamientos y Ben Hur en Semana Santa y ya estuvo suave para todo el año.

Casas de la cultura donde las manualidades ayudan a quitar el hambre, es cierto, pero fomentan la vacuidad espiritual sin las obras completas de un César Vallejo, de un Walt Withman, de un Francisco Gavidia, de un Alberto Masferrer, de un José Martí, de un Eugenio Evtushenko o de una Claribel Alegría, por no decir Claudia Lars y Salarrué, Roque Dalton apenas aparece por no dejar, pero no basta.

Desde hace más de veinte años, casi 60, la cultura en el país no se levanta, y allí se andan rasgando las vestiduras por tanta violencia juvenil y el irrespeto a los adultos mayores.

Se necesita un verdadero amante del arte para que se produzca el milagro que tanto anhelamos, porque en los años 70 se nos enseñó a pensar con mucha sociología y filosofía, para luego darnos metralla a mansalva.

Los verdaderos autores del mes andan en las calles, no en las trasnochadas tertulias donde se hace lobby de figurín, ¿dónde está Ulises Masís?, ¿dónde está Gilberto Santana?, ¿Jaime Suárez, José María Cuéllar, Mauricio Vallejo padre, Arquímides Cruz, Claudia María Jovel, Amada Libertad o Amílcar Colocho? ¿Dónde están? Porque acá en el oriente del país no se conocen y encima anda un energúmeno suelto vociferando de manera impresa que la masacre de El Mozote es un invento.

Necesitamos urgentemente una de esas maquinitas que tiran 150 mil libros en una hora, pero ciento cincuenta mil libros de todos y para todos, no sólo de los mismos para unos pocos.

Necesitamos padres de familia lectores, profesores lectores, música de cámara en lugar de cumbia, bachata y rap en los parques de cada municipio, exposiciones de pintura en todas las casas de la cultura, obras de teatro en cada poblado del país, Fuenteovejuna urge en cada espacio posible y que se reparta horchata con quesadilla por lo menos, para ver así se despierta el interés por el arte y la literatura.

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