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Nueva política económica para un nuevo país (I)

Ricardo Olmos
Economista

¿Cuál es la política económica adecuada para un país como el nuestro? ¿Cuáles son los elementos esenciales que se deben de considerar para formular una política que se ajuste a los principales problemas económicos nacionales? ¿Cuáles son las limitaciones principales de la política económica actual? Desde hace algún tiempo estos temas han quedado sin ser debatidos, y particularmente, en aquellos gobiernos que se han autodefinido como de izquierda habiendo continuado con los programas económicos de sus predecesores.

Lo más sintomático es que aún persista entre la dirigencia de partidos políticos de izquierda, militancia, analistas políticos, etc. el no distinguir efectivamente la política económica apropiada para un país como El Salvador.

Algunos ejemplos de medidas de política económica de algunos países dejan ambigüedades particularmente de los llamados “gobiernos progresistas” que han gobernado en América Latina y que algunos los denominan de “izquierda”, países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etc. que se identifican con los sectores populares de sus países y/o que recogen las demandas sociales de los sectores populares diversos y que manifiestan el compromiso por combatir la pobreza o reducirla con diferentes programas, llámese estos: “oportunidades”, “bolsa de familia”, “comunidades solidarias”, “semilla mejorada”, etc.; además, definen que estos programas responden a las medidas de corto plazo en el programa político de la izquierda. ¿Son verdaderamente medidas de una nueva política económica para favorecer los sectores populares? ¿O son medidas de política económica para favorecer el sistema económico prevaleciente y dominante?

Además, estos gobiernos progresistas de América Latina se comprometieron a acelerar el crecimiento y la estabilidad macroeconómica, mencionando que para salir de la pobreza deben apoyar ese tipo de programas considerando que es imposible elevar las capacidades productivas nacionales sin mantener los vínculos comerciales con Estados Unidos y otros países ya que ello significaría la imposibilidad de subsistir como economía y como gobierno, independiente de las presiones que podría ejercer esas potencias económicas  mundiales. Algunos hasta piensan que con más tratados comerciales se elevará el crecimiento económico y el desarrollo nacional!

El Salvador no es la excepción. ¿Tenemos una política económica de izquierda? Esa política económica responde a los intereses del desarrollo de las mayorías sociales del país? Leonardo Boff hablando sobre el caso de Brasil explicaba  “…que no se orientó una nueva política económica orientada al mercado interno…En los momentos de dificultades llamamos a los incendiarios para apagar el fuego, es decir, a lo economistas neoliberales que piensan por la cabeza de los rentistas. No hicimos ninguna reforma estructural, como la agraria, la tributaria y la de seguridad social”(Boff, Leonardo, “Es posible rehacer el PT desde sus bases”, http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=806).

Para proceder a formular una política económica de apoyo a los intereses populares para generar producción, empleo y acceso al crédito productivo, por cuestiones metodológicas es oportuno ilustrar la naturaleza de la sociedad salvadoreña, es decir la naturaleza del sistema económico sobre el cual funciona el aparato económico salvadoreño.

Como paso orientador y así acercarnos a la problemática, para formular una política económica adecuada es preciso ir a las bases, a la naturaleza del régimen económico y social salvadoreño. ¿Vive El Salvador bajo un modo de producción capitalista? ¿Qué y Cuáles son las características que define mejor un sistema capitalista como el salvadoreño? En respuesta a estas preguntas se puede indicar como primera tesis que en El Salvador coexisten diferentes relaciones sociales de producción diferenciadas donde la capitalista es la dominante. Esta discusión puede parecer un tanto trivial y fuera de lugar; sin embargo, se inicia con esta suposición suficientemente aceptada para observar las consecuencias de adopción de determinada postura político ideológica y que de ello además, se definen las actuaciones políticas de los planes estratégicos de corto, mediano y largo plazo por quienes compartan esa visión. Es decir la política económica en defensa de esos intereses particulares.

Tales intereses se reflejan en el sistema económico salvadoreño prevaleciente, en donde  se favorece determinada inserción del país en la división internacional del trabajo; así como la inserción de la economía en los circuitos financieros favoreciendo determinados términos de intercambio los cuales se realizan bajo modalidades estrictamente capitalistas; y aún más, el mercado interno se ve sometido a la lógica de la rentabilidad, la explotación y la relación a nivel interno y externo de dominación capitalista. Priman en este ámbito la visión y los valores de las clases dominantes en el país que vehiculan las relaciones sociales de naturaleza capitalista, cuyas relaciones salariales son de explotación a favor del capital y no del trabajo. Se argumenta que este tipo de visión es la única que puede ser exitosa, y no otras relaciones que puedan establecerse o potenciarse.

La otra cara de la moneda del sistema económico salvadoreño y que es oposición a la tesis anterior es que El Salvador no es capitalista dado que las relaciones sociales de producción del modo de producción dominante no es el capitalista. Este argumento se contrapone a la tesis ya anunciada, es decir, que en efecto existen muchas relaciones de producción que están fuera del marco capitalista y que no se someten a él y que son predominantes en la vida salvadoreña.

Tales relaciones se establecen, por ejemplo, cuando el campesino cultiva la tierra, y no existen relaciones salariales; cuando este tipo de producción no se entrelaza a los circuitos de los capitales nacionales y mucho menos internacionales. Y más cuando ese tipo de producción no capitalista no figura entre los principales indicadores de balanza de pagos, renta percápita, etc. Asimismo, cuando la producción y la distribución, y con mayor amplitud, el componente de los servicios incluido el sector informal, que alcanza más del 50% de la actividad económica en el país así como la participación económica del cuentapropista que junto al campesinado, representa el 90% de la PEA en El Salvador son factores en donde predominan las relaciones no asalariadas. Por consiguiente, estos elementos son cruciales para definir que el tipo de producción y las relaciones sociales de producción establecidas en el país no es el capitalista sino más bien que el sistema predominante es el no capitalista puesto que un buen porcentaje de la PEA no participa en relaciones salariales ni en el mercado laboral capitalista.

Frente a esta realidad económica y social configurada, se debe de definir la política económica que favorezca a más capitalismo o por el contrario aplicar aquella política económica que resuelva los problemas de producción y empleo de las amplias mayorías salvadoreñas, y de paso configurar nuevas relaciones sociales de producción en defensa de la producción salvadoreña.

La política económica adecuada y efectivamente de izquierda es aquella que pretende en efecto cambiar el sistema de explotación y esas relaciones salariales de explotación por un sistema de libertad económica, en donde a los productores asociados se le garantice la propiedad de lo que produce y se le apoye en la distribución y venta del producto final. Calificar como izquierda revolucionaria será un calificativo que va con la naturaleza del planteamiento que se derive del programa de trabajo político con los sectores mayoritarios salvadoreños, así como el proyecto político que de esta estrategia se derive. El proyecto político de otras izquierdas que suelen autodefinirse como moderadas, democráticas, etc. es sistémica y en el mejor de los casos pretenden democratizar el régimen político, sin importarles la naturaleza del marco de las relaciones sociales de producción prevalecientes.

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