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El Nudo Guanaco-Gordiano

Orlando de Sola W.

El guanaco es el único camélido suramericano que no se domestica. Diferente a la alpaca, la llama y la vicuña, que aceptan carga y dan lana, el guanaco no sirve de mucho a las etnias que habitan la región andina.

Cuando los españoles llegaron a esa región, a principios del siglo XVI, Pedro de Alvarado, conquistador de Cuscátan, quiso ayudar a Francisco Pizarro en la conquista de Cuzco, la capital del Imperio Inca. Mandó construir una flota en Jiquilisco, en la que viajaron mas de 200 pipiles y españoles, con la intención de apoyar a Pizarro. El proyecto no funcionó porque surgieron diferencias entre Pizarro y Alvarado, quien decidió regresar a Cuscátan con una cantidad de incas similar a la de los pipiles que había dejado en el sur. Fueron estos incas, se dice, los que nos identificaron como guanacos.

Cuenta otra leyenda que en la Antigua Grecia, en una región llamada Frigia, ubicada donde ahora está Turquía, habitaba un labriego llamado Gordias. Sus únicas pertenencias eran una yunta y una carreta, con la que ingresó al poblado mas cercano y lo nombraron rey, después de consultar a un oráculo. Gordias fundó la ciudad que llamaron Gordión, cuyas ruinas se encuentran cerca de Angora, la actual capital de Turquía.

El hijo de Gordión, Midas, fue famoso porque le atribuían el poder de convertir en oro todo lo que tocaba. En memoria de su padre, en un lugar importante de la ciudad, colocaron el yugo y la carreta en que el rey-labriego había llegado.

Siglos después, el hijo de Filipo, rey de Macedonia, con un ejército de veinte mil hombres para conquistar Persia, tuvo que pasar por Gordión. Allí le contaron la leyenda que si lograba desatar el nudo ciego que unía el yugo a la carreta podría conquistar el oriente medio.  Como esa era su intención, con el filo de su espada cortó el Nudo Gordiano, pronunciando la frase que, siglos después, adoptaran los reyes de España: Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.

“Tanto Monta” fue el lema inscrito en su escudo, que significa “da lo mismo”, que era parte de la frase  pronunciada por Alejandro al cortar el Nudo Gordiano, en lugar de desatarlo.

Desde entonces, todo Nudo Gordiano significa un problema difícil de resolver. De manera tajante, Alejandro resolvió el suyo, logrando llegar hasta Persépolis, la capital del Imperio Persa que retaba a los griegos.

En nuestro caso, el nudo guanaco no está en las ruinas de Gordión, ni en las de Persépolis, sino en nuestras mentes y corazones, divididos por la partidocracia bicéfala, o bipolar, que pretende gobernarnos.

El águila bicéfala, o de dos cabezas, es el símbolo heráldico que utilizaron el imperio austro-húngaro de los Habsburg y el imperio ruso de los Romanoff, ahora desaparecidos. En España, sin embargo, el Águila de San Juan fue el símbolo escogido por los reyes para concluir la reconquista y unir España. Al lado izquierdo del escudo colocaron un yugo y una cuerda suelta, que simbolizaba el problema resuelto.

Al otro lado colocaron un haz de flechas, como el sostenido por el águila en el escudo de Estados Unidos.

El nudo guanaco depende de la partidocracia, o cartel de los partidos, que como todo Nudo Gordiano admite dos soluciones: o se corta, o se desata. “Da lo mismo”, dijo el joven Alejandro, traducido por los reyes de España como “Tanto Monta”. Pero aquí ni se corta, ni se desata, dando lugar a nuestra prolongada discordia, cuyos efectos socio-políticos, económicos y culturales son evidentes. Hasta que desatemos, o cortemos el nudo de la desunión bipolar, no podremos progresar. Si lo perpetuamos con más bicefalia electorera, pese a lo que señalan las recientes encuestas sobre la desconfianza en el sistema, estaremos prolongando la desunión.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos nos obliga a repensar nuestras alianzas estratégicas para intentar superar esos problemas. Mesoamérica es la respuesta lógica a la amenaza proteccionista y aislacionista de Trump, lo cual implica una alianza entre México y Centroamérica, reforzada por otra con Canadá, que tiene una política migratoria mas abierta, un clima mas frío y abundantes recursos naturales. Eso no vendría mal.

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