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Más allá de mi verdad: Un libro para leerse y disfrutar

Luis Antonio Chávez

MÁS ALLÁ DE MI VERDAD

Escritor y periodista

“Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado un amigo que espera; olvidado, check un alma que perdona; destruido, buy viagra un corazón que llora.”
Proverbio hindú

Allá por el año 2010, help entre los meses de septiembre y diciembre, para ser preciso, me di a la tarea de escribir, tres, cuatro, cinco… cuartillas diarias bajo el título: “Rescatando valores”, cuyo lema central fue apuntalar fallas o “cargas” que los seres humanos hacemos nuestras y obviamos agradecer a Dios por darnos la vida, pues con sólo el hecho de respirar, ya es ganancia, mientras otros seres no lograron ver la luz del sol.
La fuerza inductora para plasmar esas ideas donde ponía al descubierto la vida de hombres y mujeres que no pusieron obstáculos para hacer respetar su visión de mundo, sumando esfuerzos para que la humanidad fuera más viable en momentos de crisis existencial, fue el legado al prójimo con quien compartieron el día a día, sin menoscabo al qué dirán, pues lo que les unía era la fraternidad universal.
Personalidades como Mahatma Gandhi (1869-1948) rechazó siempre la lucha armada y predicó la no violencia como medio para resistir al dominio británico, pregonaba la total fidelidad a los dictados de la conciencia; Sidarta Gautama (Buda), enseñó el camino entre la complacencia sensual, el ascetismo estricto para inducir al prójimo a tener plena conciencia del porqué ha venido al mundo; Teresa de Calcuta (1910-1997), me estremeció por su entrega de amor por la humanidad, dedicando más de 45 años a atender a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, recibiendo el Premio Nobel en 1979.
Martin Luther King, (1929-1968), Premio Nobel de la Paz, sostenía que “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”… mientras que Nelson Mandela (1918-2013), un hombre muy humano que vivió más de 27 años en prisión de donde salió para gobernar a su país, combatiendo la pobreza y ampliando los servicios de salud. Mandela escribió: “He buscado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y para ver realizado”.
Cada personaje citado me brindan día a día una opción para el buen vivir, ya que se despojaron de la coraza del egoísmo para mostrar a los hombres que se puede ser feliz sin esperar nada a cambio, salvo dar amor por el mismo amor a la humanidad.
La mujer que le dio otro giro a la aurora de mis días para que visualizara que hay otros espacios en la vida a través del entorno que creamos, pero sobre todo amando al prójimo como a uno mismo, me refiero a mi otra costilla, Nancy Flores, me hizo entender que en el amor no hay filosofías que valgan cuando nos despojamos de nosotros mismos como otra forma de vivir en este mundo terrenal.
Fue gracias a nuestro amigo, Alan Stenio Baires, que supe de la existencia de Félix Antonio Zaragoza, un hombre por quien los años no han pasado en vano, pero, sobre todo, que ve con serenidad las horas que aprietan al mundo, convirtiendo esa realidad que le circunscribe en materia prima para plasmarlo en sus libros, y decir con humildad: “El conocimiento no se adquiere por pedirlo, se gana con sacrificio, entrega, amor y humildad”.
Al margen de la religión que abraza Félix Antonio Zaragoza, un migueleño de pura cepa, cuna del novelista Manlio Argueta, intentaré acercarme a su filosofía de vida, sin pretender abrir su corazón para que ingresen estas palabras.
Fredy Ramón Pacheco, poeta venezolano y prologuista del texto que hoy comentamos, acota: “Más allá de mi verdad nos interna en un mundo fascinante, pedagógico. Nos enseña con profunda humildad su verdad y lo que existe más allá de sus verdades sobre la religión, sus creencias, concepciones filosóficas”…
Para llegar a ese análisis se necesita haber caminado mucho, reflexionar sobre nuestro tránsito en este espacio en donde sólo Dios nos permite compartir tristezas, alegrías, despojarnos de la coraza del odio, del rencor, de aquellos males que ciegan al hombre sin permitirle abrir su corazón para llegar al padre celestial.
Félix Antonio Zaragoza, autor del libro Más allá de mi verdad, escribe: “Toda reflexión, hecha sin un pasionismo religioso que la domine, abre el corazón y libera al espíritu, que ansioso de su perfección busca con amor a su guía más cercana: el alma. Siendo ésta la voz del amor de Dios”.
Hace un año que Nancy me dio –en calidad de préstamo- el libro El monje que vendió su Ferrari, un texto que degusté de principio a fin, pues sus líneas tienen un imán cuya enseñanza permite enterarse que el ser que se ha alejado de los caminos de Dios cierra su alma ávida de vida, obviando que a medida se acerque –sin dogmas- empezará a crecer en gracia, y –no me cabe duda- que hará más llevadera su existencia.
El monje que vendió su Ferrari, escrito Robin Sharma, narra la historia de Julián Mantle, un prominente abogado que lo tenía todo en la vida (o al menos eso creía él), pero un día le da un infarto que lo pone al borde de la muerte, entonces decide de vender todas sus posesiones materiales e irse a la India en busca de iluminación. En las montañas del Himalaya conoce a los Sabios de Sivana, quienes le enseñan durante años otras formas de vivir sin complicaciones, es decir, encuentra las siete virtudes eternas de la vida esclarecida, sabiduría práctica y espiritual que puede ser aprovechada por cualquiera, y en especial, por gerentes y profesionales.
Más allá de mi verdad está plasmado de filosofía para el buen vivir, Zaragoza sostiene: “…la religión nos motiva a ese cambio interno, no transforma a diario… Como seres humanos aún no tenemos el nivel de conciencia que nos permita mantener una comunicación permanente con el alma, esto hace que nuestra vida se vea envuelta frecuentemente en hechos lamentables e inexplicables, soliéndole atribuir nuestra situación a la “voluntad de Dios”.
Félix Zaragoza ha tenido muchas influencias literarias, en especial de la filosofía cristiana, textos que abordan el diario vivir y dejan en el alma una grieta para llenarla de amor, de ese amor filial sin caer en visiones burdas… Por eso es que cuando me impregné de la lectura de Más allá de mi verdad, supuse que quien lo escribía buscaba compartir cada trozo de su existencia para regalar a manos llenas el pan del saber, de ese amor que hace más de dos mil años no entregó Dios al pasar por estas tierras.
“el amor es la gota que penetra al conocimiento, permitiendo que nuestro espíritu escale nuevos estados de conciencia. No con el fin de alcanzar la ansiada salvación de las penas eternas del infierno, sino la liberación o salvación de nuestros egos; pequeños pero poderosos elementos que forman un muro mental que niegan el paso a la luz del amor, y por ende, obstruyen nuestro caminar evolutivo”… escribe Félix Antonio Zaragoza.
Por llevar horas extra en este pedazo de tierra donde nacimos, pues sobreviví a terremotos, huracanes, un conflicto armado que legó más de 70 mil muertos, sumado a otros diez mil desaparecidos y un millón de refugiados en el todo el mundo, le digo a Félix que su libro merece degustarse, teniendo como fondo la canción Desiderata, escrita por Arturo Benavides.
A través de estas líneas, el escritor busca hacer conciencia al hombre que las vanidades nada dejan en el diario vivir, pues el Hijo del hombre nos enseñó a ser humildes, a trabajar con tesón, porque cada día tiene su afán.
Para Zaragoza: “la diversidad de religiones crea multiplicidad de verdades, más éstas sólo son peldaños de una escalera infinita que nos conduce hacia la sabiduría, a la liberación del espíritu de todo dogma, a actuar equilibradamente conforme a la verdadera voluntad de Dios: que nos amemos los unos a los otros”.
Confieso que disfruté cada línea de Más allá de mi verdad, por eso me atrevo a plasmar los versos del poema En Paz, escrito por el mexicano Amado Nervo: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, /porque nunca me diste ni esperanza fallida,/ ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; /porque veo al final de mi rudo camino/ que yo fui el arquitecto de mi propio destino;/ que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,/ fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: /cuando planté rosales, coseché siempre rosas. /…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: /¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!/ Hallé sin duda largas las noches de mis penas; /más no me prometiste tan sólo noches buenas;/ y en cambio tuve algunas santamente serenas… / Amé, fui amado, el sol acarició mi faz./ ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”… para decirle a Félix que su libro merece estar en las mejores librerías del país.

Diciembre de 2013

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