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Los mesones: reflejo de la pobreza y de la exclusión habitacional en El Salvador

Ramón D. Rivas*
Ramón D. Rivas*

Ramón D. Rivas*

En este apartado, sickness comparto algunos de los aconteceres que están alrededor de los usuarios de los mesones. Hay que recalcar que no todas las personas que habitaban esos espacios de convivencia eran así, stuff como a continuación se describe, treatment pero como en toda comunidad, hasta cierto punto pequeña si consideramos solo a los que moraban en los mesones, no faltaban aquellos personajes que se distinguían por hacer cosas que parecían extrañas en aquellos años: Esta el caso de Miguel “Payo mota”, quien llegó al mesón San Rafael procedente del mesón San Ricardo en el barrio San Esteban en la colonia el Paraíso. Siempre, todos estos mesones, en la misma cercanía. Pero también está el renombrado caso de Rigo “Chele Cuajada” quien era dueño de un taller de zapatería y que una tarde apareció en el mesón buscando cuarto en mesón San Rafael procedente de uno de los mesones del callejón Cañas.  Y es que, como sucede en muchos conglomerados humanos, los intereses recreativos de la gente que vivía en los mesones era hacer también vida familiar, algo como una especie de desahogo o simplemente pura costumbre los fines de semana, principalmente los días domingo, visitando el Zoológico, el parque Cuscatlán, el parque Infantil  y los más atrevidos se iban hasta la puerta del Diablo o Apulo a ver y escuchar la pulun pulun en todo aquel champerío contorno al lago en donde, los que podían, degustaban parte de la comida tradicional del lugar; pescado frito, yuca, pupusas y panes con pollo, entre otras delicadezas del arte culinario popular los otros llevaban hasta sus propios panes y pupusas para no gastar o simplemente porque no les alcanzaba para más y se arrimaban a la champería en donde se oían las carcajadas y los gritos desafortunados de los bolos que sobre la mesa, como para demostrar que eran cachimbones, exhibían hasta veinte o treinta botellas de Cerveza. Ya en San Salvador, eran pocos los que iban a la iglesia los domingos, contrario a como sucedía en sus lugares de origen. Era como que “la gran ciudad” despertaba otros intereses a causa de la invisibilidad social que esta presentaba. También existían balnearios como la Chacara o Chacra y Santa Carlota que eran balnearios populares. Muchos llegaban a estos lugares casi siempre con lo del bus pero sin faltar su bolsita de pan francés con queso o frijoles. Ya en la tarde llegaban de regreso a los mesones asoleados pero con aquel regocijo de haber disfrutado un día de descanso y sin importar que llegaran otra vez a los mesones acabados, sin dinero, para iniciar la semana. Los que se quedaban en la ciudad visitaban los cines populares de los barrios viejos de San Salvador; como por ejemplo en el barrio San Esteban el cine América, en la zona del Zurita El Follies, o el cine Apolo en el barrio concepción. El cine Avenida y en la avenida Independencia que era el lugar en donde estaban todos los cines cercanos a los barrios del centro, como ser El Capitol, el Cine México y el París.  Las mujeres de la “vida alegre”, muy cerca de este establecimiento, no perdían el tiempo mostrando sus atributos para provocar y atraer sus clientes. Me cuentan que en ese tiempo nadie usaba condón y si habían enfermedades de transmisión sexual estas no pasaban de ser las muy famosas gonorreas, el chancro y de la que todos hablan es de la infinita picazón de las ladillas que se adquirían en esos lugares. La penicilina y las pomadas eran los remedios que más se usaban para esos deslices de la vida. Cerca del Zoológico estaba también el cine Modelo que era, en particular, el preferido de mucha gente de los mesones debido a las tarifas de entrada para ir a ver las “tuzadas y matinés”. Estos eran algunos de los escenarios de la vida citadina que los habitantes de los mesones llevaban a cabo para distraer y hacer que los niños, que en el mayor de los casos, pasaban la mayoría de veces encerrados en los cuartos durante el día tuvieran, por lo menos, un momento de sano de esparcimiento con sus papas y otros amigos del mesón. Llegaban también y se instalaban en algunas áreas planas de las zonas circos por lo general de México, por lo menos así decía el anuncio, y había algunos de aquí como el famoso “circo México” donde se presentaba uno de los más conocidos payasos de la época: Chocolate. Los circos eran otras de las diversiones que la gente común y corriente, es decir, la gente pobre, buscaba. Hay historias de muchos habitantes de los mesones que se volvieron locos de amor, pero platónico con más de alguna bailarina que ya sea por las miradas desafiantes o por la forma en cómo movía el trasero conquistaba los corazones de los hombres para ir a dejar las ganancias de sus trabajo diario al circo que después de una vez las presentaciones eran un repetir. Había naturalmente otras escenas, pues casi siempre, los fines de semana por la mañana la madre salía con la creaturas y el papá quedaba fondeado aguantando las gomas del viernes y sábado anterior, ya que entre guaro y el enamoramiento de esos amores imposibles pero “no difíciles” de las bailarinas del circo la goma se volvía más una enfermedad crónica que una simple borrachera de fin de semana. Era el tiempo en que muchos obreros y jornaleros encontraban su diversión en la ingesta del alcohol. Continuará…

*Director de cultura. Universidad Tecnológica de El Salvador.

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