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Los judas de la clase trabajadora ¡vale veinte patroncito!

Nelson López*

Vale veinte! todo estaba finiquitado y la decisión de los Judas solo era de aprovechar el momento de darles el beso a los trabajadores y sin pena alguna embolsarse las monedas de plata por las que se vendieron, y que compartirían con sus dos sustitutos, sin ánimos ni de tirarlas al suelo ni de colgarse de una araucaria como le pasó a un traidor histórico.

Los judas tramaron con sus compradores, sin remordimientos ni nada por el estilo, la burla a sus exhermanos obreros. Los acuerdos ya los habían tomado con sus panzudos patronos desde hacia varios miles de monedas de plata anticipadas en saquitos y solo quedaba pendiente el 50% que se los darían después del chistosísimo aumento salarial que se inventaron.

¡Qué más quieren! Se repetían todos juntos, los unos y los otros, después de que pactaron veinte céntimos diarios para comer y beber a placer. ¡si mi patroncito que le den gracias a usté que siempre van a tener trabajo! Decía el más rechoncho de los Judas restregándose con el dedo gordo las gotas de sudor que le deslizaban en los enormes cachetes.

¡Vale veinte patroncito! Con eso es suficiente… porque quién les va a dar lo del chuzón todos los días ¡nadie! Lo que pasa es que son unos desagradecidos que no piensan en que eso lo pueden ahorrar como que no se les hubiera hecho ningún aumento salarial ¿y cuánto tendrían en 10 años? haga la cuenta patroncito… pero no… como son despilfarradores se van a hartar dos tortillas más y ahí se les va a ir el aumento, eso es lo malo.

Los Judas siguieron con sus grandes pensadas viendo como le resolvían a los verdaderos dueños de las monedas de plata el gran chambrerío que se había desatado por culpa de los testigos que llegaron de metidos y que se dieron cuenta que a mano alzada los Judas besaban a los trabajadores que se quedaron chiflando en la loma y repitiendo ¡vale veinte! ¡vale veinte!

¡Démosle capacitaciones! Gritó uno de los sustitutos que se la lleva de vivo, a pesar de que es dundo porque las monedotas se las dan a los otros dos, sin embargo, todos se quedaron a la espera de que el idiota concluyera la ideota, y desparramó: ¡todos los empresarios salvadoreños tienen que dar capacitaciones! y nosotros podemos ser los facilitadores para que ellos aprendan a gastarse los veinte céntimos ¡nosotros les vamos a enseñar a administrar el salario mínimo!

Todos se carcajearon a mandíbula batiente ¡Vale veinte! Le gritaron los que de verdad recibieron la plata y le hicieron ver que a ellos ya no les importa si se gastan el aumento del mínimo en un chuzón de la 101 de Santa tecla a San Salvador, o si se lo hartan en dos tortillas o si se los dan a un indigente de los que se suben a los buses que no son del SITRAMSS, o si lo ahorran y dentro de 10 años se lo suman a lo que le den las AFP para que se les haga bastante y mueran felices.

Y… mientras los panzudos patrones y sus fieles sirvientes disfrutaban las hazañas que jamás se borrarán de ninguna memoria… los obreros de las maquilas, los trabajadores del campo, las mujeres de las fábricas y todos aquellos que ganan el mínimo siguieron su camino al calvario recibiendo los latigazos sobre sus espaldas y las escupidas de los traidores en sus rostros… sin esperanza en los 300.

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