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Los espejos terribles de Lourdes Ferrufino

Alberto Quiñónez (*)

 

“Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro cae mi voz…”

(Xavier Villaurrutia)

La poesía es siempre un espejo. Da cuenta de un ímpetu de lo real y lo devuelve. Pero su vocación no es la correspondencia. En el laberinto de una lógica que escapa a las determinaciones físicas, help la reflexividad de ese espejo encuentra rostros ocultos. Releva el subsuelo, trae a la luz el “perfil de la raíz”, encuentra yacimientos, heridas olvidadas. En una breve colección de poemas titulada “Desnuda entre espejos”, Lourdes Ferrufino presenta algunos perfiles dados por este misterioso espejo. Sus poemas recogen esa imagen de sí que sólo en y a través de la poesía pueden mostrarse.

En esta serie de poemas la desnudez no se presenta frente a un espejo solo, sino frente a varios, muchos espejos. Su confrontación nos reditúa una desnudez radical. Completa. Cuando todos los ángulos están expuestos nada hay que retrotraiga al subterfugio de negarse. Nada nos oculta. Nos vemos como otra conciencia puede vernos y eso siempre acobarda. Frente a nada estamos tan inermes como frente a la propia conciencia, que nos juzga y nos condena; por eso, la visión radical de si mismo es un arma cargada de angustia.

La propia desnudez es entonces total. Esta develación formula una invitación a recrear una taxonomía objetiva de la propia identidad. Pero la objetividad también mata; aniquila lo mistérico, el foco trascendente tras el velo de la carne, el ámbito de lo diferencial que es fuente del ímpetu libertario y creador. Objetivarse es también objetualizarse, es escindirse, volverse cosa para si mismo. Es proponer para si una distancia. Tal intento no es posible, sólo desde su subjetividad es que el sujeto puede pensarse a si como sujeto, y no como dato o reactivo mecánicamente manipulable.

Lourdes Ferrufino logra verse a si misma. No hay objetividad en sus poemas. Se ve y se experimenta desde su conciencia de mujer, desde su subjetividad comprometida con la palabra, desde su forma de ser y de saberse mujer en una realidad inhumana y rota. Se sabe musa triste, cisne de mármol. Los espejos le han dicho su terrible historia. La historia le ha puesto de frente su constitución de desaciertos. Por eso, por los espejos, por éstos –por todos los espejos- el frío del mundo entra por los ojos.

El juego de los espejos nos lleva a pensar que paulatinamente, la fenomenología del reflejo nos constituye como resultado del espejo. Nos perdemos en el vacío en que los espejos se ingieren mutuamente cuando están unos frente a otros. Triunfa la cosa por encima del sujeto. Lo dado, lo inmutable, se pega a las paredes del aliento. No hay forma de gritar: el canto de la miseria es la miseria del canto de los hombres.

En los poemas de Lourdes Ferrufino, la vena soterrada por una pira de violencias se enlaza con aquella que busca ser libre, entre pulsaciones y ecos del enigma, aquella que busca el misterioso éxtasis del abandono. Por eso conjura, dice. Y su dicho es un grito que busca romper esos deshumanizantes, fríos, cortantes espejos. He allí el carácter subversivo de sus versos. En ellos, por ellos, resurgirá de la piedra.

“Desnuda entre espejos” es un breve poemario, ganador del IV Certamen Literario convocado por el Centro de Estudios de Género de la Universidad de El Salvador (CEG-UES), con mucha fuerza estética y con una intencionalidad clara de ser una unidad poética y no una simple reunión de poemas sueltos, cosa muchas veces rara en nuestro medio. A continuación una selección de textos de dicho poemario.

 

Llueve en Santa Rosa

Llueve en Santa Rosa

Apunta la medianoche

Hay huecos cavados con las uñas en mis párpados

La rutina arranca con la alarma y su canción de Guns N Roses.

Llueve, su aliento alivia en la distancia

Él lo sabe, me conoce como avecilla inestable

Santa Rosa a veces me sabe a lluvia evaporada.

 

Aquella

La mano que pide laberinto y vértigo.

Se desnuda entre espejos.

El frío del mundo le entra por los ojos

De ese modo lleva el mundo un poco dentro.

Sabe de preposiciones.

No cree en los horóscopos.

Encuentra una explicación a lo inaudito.

Pasa desapercibida en las fiestas familiares.

Construye casas para los pájaros del pecho.

La gata llorona arriba de las tejas.

Turnándose para existir cada día.

A todas ellas las vivo.

 

Transición

Y resurgiré de la piedra

Convertida en musa triste

Cisne de mármol

Efigie de falsa contrición

Llevando como única pertenencia

La espuma ácida de mi nombre.

Un día fui esa flor que el lodo vomitó

Y renunció a una docena de primaveras.

Me he acomodado tranquilamente

A la miseria del canto de los hombres

Al misterioso éxtasis del abandono

A la zozobra de la existencia.

De estatuas siguen llenas las plazas

Y navegan las abejas sin ojos.

Las guirnaldas de fiesta

Se quedaron para mis días de ingenua.

¡Dichosa Palas Atenea!

Que gozó de sabiduría y no de muerte.

Quiero dormir entre flores sin náusea

Y resurgiré de la piedra

Convertida en musa triste.

 

Calendario de una Ninfa

Joven e incauta

En la fresca primavera que cruzo.

Llevo los pies descalzos

Sobre un campo de lirios

Llevo flores en el pelo como ídolo

Simulando descuidada juventud.

Contale de mí a tus dedos

De los días de pecado y redención.

Redefino direcciones

Ato cortinas para secuestrar posibilidades

Estiro las piernas

Permanezco en tierra como sepultada viva.

El taciturno que vino de lejos

Envuelto en lluvia y mar

Apresuró mi ineludible tempestad.

Profetisa

Revelaciones con hojarasca de esqueleto

Lira con cuerpo mujeril. Abierta.

Ella anuncia lo que está oculto entre los grafittis de las calles.

Fértil, porque así lo ha querido su naturaleza.

Todo se inicia dentro de sus carnes. Y no le desespera.

Con el despunte de sus pechos pequeños

Detrás de un sostén que no alcanza a llenar. Poca carne.

Hay que definir la cintura para marcar la silueta. Le han dicho por ahí.

-Casi en sentencia de muerte-

Las maniquíes de la cuadra lucen las piernas que le gustarían.

En vitrina la saludan al pasar.

Recopilando gestos y murmullos.

Se enrojece ante el silbido del mujeriego común.

Esconde el rostro, se encorva.

Se avergüenza al pasar frente a un espejo y verse tosca.

Anuncia cuando entierra trozos de pelo y piel

En el costado de su almohada.

 

Diseño

Entre pulsaciones y ecos del enigma.

Voy buscando las llaves adecuadas para abrirme en la memoria

En lo perpetuo de la flor escogida.

Hiriendo la mano de quien decida ponerme direcciones.

 

Tu nombre

Tu nombre,

tu nombre es una herida en los labios

Una isla de utopías.

¿Qué tendrá tu nombre que corroe?

Se pega en las paredes de mi aliento.

¿Qué tendrá tu nombre?

Le quita el hambre a los relojes.

Se ha encarnado en las esquinas de mi espejo

Envenenando con agujas mis raíces.

¿Qué me ha hecho?

Rumiando se escondió en algún sitio de la casa.

 

* Lourdes Ferrufino (Santa Rosa de Lima, 1992), es egresada de la Licenciatura en Letras por la Universidad de El Salvador. Fue premiada en el IV Certamen Literario del CEG-UES, en 2015. Forma parte del colectivo de artistas jóvenes ASARTES de San Miguel, dedicado a la difusión de las artes y la cultura. De corte feminista, su obra es muestra de la cruda simbiosis encarnada por toda una historia de subalternidad de género, por un lado, y la lucha por emanciparse desde lo concreto, por otro, simbiosis cuya remisión aporética ha sido, hasta hoy, espacio de una creación estética mantenida en el silencio.

** Alberto Quiñónez es miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).

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