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Lo Generacional e Intergeneracional: una propuesta epistemológica aplicada a la educación escolarizada

Segunda Parte

Pedro Ticas

Nota preliminar para el lector

En la Primara Parte de este trabajo que Co-Latino me hizo favor de publicar el 1º. de agosto, expuse un resumen muy general de algunas de las premisas teóricas sustentadas por el positivismo sobre el concepto de Generación. Sobre ello, señalé algunas de las limitaciones teórico-metodológicas que me parecen presenta la concepción positivista al tratar de reducir el concepto Generacional a lo cuantitativo y a la supremacía que dicha concepción coloca a lo que ella misma llama “características” de las generaciones. Al respecto, señalé la grave ausencia de los elementos históricos, culturales y educativos en esas definiciones. Precisamente, son esos elementos de los que me valgo para sostener mi propuesta de sustituir el concepto de Generación por Intergeneración a partir de la observancia y construcción hermenéutica de las particularidades y singularidades desde el territorio.   Cumpliendo con lo que anticipé en la Primera Parte, ahora expongo de manera muy sucinta mi propuesta metodológica para la construcción y observancia del concepto generacional e Intergeneracional. Me parece que en el plano metodológico, abordar lo intergeneracional sin la definición y abordaje particular y singular de lo generacional propio de la cultura salvadoreña, traería los mismos resultados de un positivismo generalizador y nomotético. Requerimos pues, de la construcción de un concepto propio de generación y posteriormente de intergeneración aplicado a la historia y realidad salvadoreña.

Ya hemos dicho que si bien las características, hechos y percepciones tomadas por el positivismo nos ayudan a conocer ciertos elementos de definición sobre el concepto generación, también su insistente generalización trastoca, entre otras cosas,  las identidades etarias de las sociedades aculturizadas, sin proyecto y definición de lo propio, sin identidad de lo particular y singular. Con el propósito que las sociedades continúen siendo corderos de estereotipos y fotocopias fantasiosas de alcanzar semejanzas con las autollamadas “sociedades de primer mundo”, el positivismo ha desarrollado a lo largo de su aplicación práctica un modelo conceptual que podríamos resumir en la siguiente figura que se presenta:

Las definiciones homogéneas del concepto han destruido, ocultado e ignorado las identidades de los individuos en relación con el mundo objetivo al que se hallan vinculados y articulados. Culturas indígenas, campesinas y urbanas, grupos emergentes o grupos contestatarios etario-culturales han quedado en la marginación. Dicha marginación riñe plenamente con el sofismo retorico de algunos organismos internacionales que divulgan y “promueven”  la configuración de sociedades multiculturales, multiétnicas, pluriculturales y pluriétnicas pero que, a la postre, en la práctica, tratan de homogeneizar  ideológicamente conceptos, formas y modos de vida de los países pobres y dependientes de acuerdo a los intereses de aquellos países que rigen el mundo. Esos que rigen el mundo, han difundido un discurso de lo multicultural, inclusivo, pluriétnico, etc., que no es más que una fantasía retorica vendida como la apoteosis de la equidad, ecuanimidad y calidad de la vida humana. Eso, en simples términos, ha sido históricamente el tentempié con el que se distrae la miseria, el hambre y la marginación de millones de personas. Siendo así, solo puede interpretarse su más claro irrespeto a la historia, identidades y cosmovisiones de la multiculturalidad y pluriculturalidad. Así pues, desde esa línea, la idea central de homogeneizar y generalizar el concepto de generación obedece fundamentalmente al diseño histórico de algunos países industrializados de normar, etiquetar, clasificar y decidir sobre las poblaciones etarias de los países empobrecidos. Normas, Leyes, Convenciones, Acuerdos, Declaraciones Internacionales, en fin, toda clase de figuras y recursos han sido utilizados por el positivismo para designar las funciones culturales, económicas, políticas, familiares y otras tantas en países dependientes convertidos en esclavos.   

Sin embargo, pese a las disposiciones de dependencia de los países empobrecidos por algunos países industrializados, las sociedades dignas se organizan hacia la construcción de un proyecto de vida diferente en el cual, la historia de su cultura se convierta en la cultura de sus hechos, los hechos de lo propio. Son las particularidades y singularidades territoriales heredadas o emergentes las que recrean el cosmos de sus propias identidades. Esta tesis que sostengo, no resulta de la especulación. Surge desde hace más de una década en respuesta a la observancia constante del aparatoso impacto que la llamada “tecnologización” ha tenido sobre la sociedad salvadoreña.  Sin duda, el deslumbramiento sobre la fantasiosa tecnologización y mal llamada modernización, requiere del estudio específico de las esferas de la vida con las que se vincula, por ello, ahora propongo una Ruptura Epistémica-Metodológica sobre la decisión del concepto de generación al cual, entre otras cosas, se le atribuye la fantasía de la modernidad, tecnología e innovación.

Aspectos de Contenido Metodológico de la propuesta

La metodología holística que planteo consiste en proponer una ruptura epistémica que articule las categorías identitarias, etarias y emergentes necesarias para construir el concepto de Intergeneración. Es, en esencia, la Intergeneración lo que llamo Ruptura Epistemológica tomando como punto de partida y llegada las particularidades, singularidades y territorio. Pero también, no basta con resolver el problema metodológico, también se debe construir la particularidad y singularidad  en razón de su verificación y comprobación. Esto se logra mediante una línea de Construcción Epistémica diferenciada del tradicional tratamiento positivista, estadístico, tipológico y ciertamente excluyente y racista que el mundo Occidental  ha creado y estigmatizado sobre el concepto de juventud y generación a la usanza de sus propios intereses economicistas laborales, mecánicos y esclavizantes.

Por ello, en virtud del método, la construcción del concepto generacional debe rebasar las ideas planas y chatas del economicismo y la homogeneización de la cultura a la usanza positivista que propone el descubrimiento de leyes generales y universales que rigen a la sociedad y naturaleza. En mi propuesta, son las particularidades y singularidades las que hacen posible la ruptura con esas leyes generales. Ya Bourdieu nos explica la obligatoriedad de la construcción del discurso mediante la observancia epistemológica, en la cual, en primer término, interviene la realidad a través de la ruptura que supere “la influencia de las nociones comunes es tan fuerte que todas  las técnicas de objetivación deben ser aplicadas para realizar  efectivamente una ruptura, más a menudo anunciada que efectuada”[1], de manera que “el descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, aun del más desconcertante, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a la percepción”[2]. La percepción subjetiva nos obliga a la objetividad del objeto y, es precisamente esa objetividad lo que debe construirse. Si la objetividad del objeto se alcanza mediante la concreción, dicha concreción no puede ser alcanzada sin la totalidad, así pues: “El punto de vista -—dice Saussure— crea el objeto.” Es decir que una ciencia no podría definirse por un sector de lo real que le correspondería como propio. Como lo señala Marx, “la totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensamiento es, in fact, un producto del pensamiento y de la concepción […]. El todo, tal como aparece en la mente, como todo del pensamiento, es un producto de la mente que piensa y que se apropia el mundo del único modo posible, modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como después, su autonomía fuera de la mente […] “ 1 [K. Marx, texto n- 20]. Es el mismo principio epistemológico, instrumento de la ruptura con el realismo ingenuo, que formula Max Weber: “No son —dice Max Weber—las relaciones reales entre «cosas» lo que constituye el principio de delimitación de los diferentes campos científicos sino las relaciones conceptuales entre problemas. Sólo allí donde se aplica un método nuevo a nuevos problemas y donde, por lo tanto, se descubren nuevas perspectivas nace una «ciencia» nueva” 2 [Max Weber, texto nP 21}[3].

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