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Lluvia en invierno…

Carlos Girón S.

Arlington, Dallas. Me encuentro aquí, como hace un año, en Arlington, un barrio en Dallas. De forma curiosa está lloviendo en plena estación de verano, cosa que no recuerdo que suceda en El Salvador. Lo divertido es que la lluvia se alterna con el Sol: en un momento éste aparece y la lluvia se detiene; luego llueve de nuevo y el Sol se esconde. Un juego divertido de la Naturaleza. En casa me gusta bañarme bajo la lluvia. Aquí también lo estoy haciendo, aunque no es bañarme, sino mojarme, pues no uso jabón ni paste. Sólo es por sentir esta bendición que viene directamente del Cielo, de la mano de Dios.

Me encuentro aquí otra vez, por razones de trabajo, disfrutando de muchas de las sosas buenas que hay en este país generoso y pródigo, que acoge a millones de ciudadanos de muchos países que vienen, muchísimos por turismo y muchísimos otros con el propósito de obtener la residencia y quedarse a trabajar. Son otros miles que logran llegar aun en forma ilegal con la proeza de conseguir trabajo, pero pobre de ellos, pues no tienen una vida tranquila, están siempre con el alma en un hilo. Sintiendo a cada rato que “la migra” los descubra, los detenga y los ponga en la lista de los deportables, de regreso a sus países. Es decir, son candidatos a complacer los deseos de Donald Trump, en caso de que los estadounidenses incurrieran en la locura de elegirlo para ocupar la Casa Blanca en enero del próximo año.

Afortunadamente, las posibilidades de que se diera esa tragedia cada vez se reducen; Hillary Clinton va sacándole ventaja día a día, y Dios quiera que al final sea ella la triunfadora. Sería una gran ganancia para los Estados Unidos. Ella no es novata en la política ni en el conocimiento de los grandes asuntos de esta gran Nación, como lo es el histriónico candidato republicano, que tiene en la cabeza dos ideas descabelladas como inhumanitarias: una, la deportación de los 11 millones de indocumentados que hay aquí, y dos, obligar al pueblo mexicano a construir una muralla –como la de la antigua China- que divida totalmente  a los Estados Unidos y México. Así, piensa Trump, evitaría él que sigan viniendo más “delincuentes”   –criminales, narcotraficantes y ladrones, como él los califica— mexicanos. ¡Ah! Y que conste, con la idea de obligar a los mexicanos a  pagar los costos de construcción de la gran muralla. Tanto odia Trump a ese pueblo vecino.

Pero no sólo a los mexicanos, sino también a los latinoamericanos en general. Y a los musulmanes. Miren el ultraje que les infirió a los padres de esa nacionalidad, de un hijo que murió en Irak, peleando con tropas estadounidenses en ese país. No tiene ni reconocimiento ni agradecimiento para dicha familia como no lo tiene para nadie que no sea él mismo. Es que es él el gran egoísta, como orgullosa y soberbiamente se confesó en unas declaraciones respondiendo a preguntas de a qué se debía su gran éxito como magnate. Todo se lo atribuye a su Ego. Así lo dijo. No necesitaba decirlo. Eso lo trasluce por sus cuatro costados. Y, a saber si a su familia la quiere…

Pasando a otro tema. En un país de tanta riqueza, no sólo material, sino también humana, no es de extrañar que la mayoría de las personas y familias que viven aquí, vivan bien. Y coman  bien. Y que también abunden los gordos. Y que éstos se sientan bien, sin mucha preocupación de los problemas que el exceso de peso produce a la salud.

“Big fat – Life fabulouse” – Así se denomina un programa televisivo que a diario se pasa en varios Estados y canales aquí en los Estados Unidos. Aquí se ponderan las alegrías y satisfacciones de sentirse bien comido, bien “alimentado” y bien cholotón o cholotona, redondos y redondas. Entrecomillo “alimentado” pues sabemos que la llamada comida “chatarra” –hamburguesas, hot dogs, pizzas y “snacks” en general, magnificadas sus virtudes “alimenticias” por una escandalosa publicidad, igual que en mi país–, no contienen verdaderos nutrientes como los que necesita la reconstrucción diaria del cuerpo, aunque se diga que todos esos productos están enriquecidos con vitaminas.

No sabría decir lo que le cuesta al Estado atender en los hospitales a quienes –y no deben ser pocos– sufren las consecuencias de la gordura excesiva, principalmente dolencias cardíacas. Esas pobres personas llegan al grado de no poder conducir carros por sí mismas, necesitando siempre de alguien que los lleve y traiga, lo que representa un agregado a los otros costos.

Otro aspecto de la vida en este país es la ausencia de líneas de buses urbanos e interurbanos para el desplazamiento de la gran población de las ciudades. Por eso es impresionante ver la cantidad de automóviles circulando en las calles y carreteras o estacionados en las cocheras o frente a las casas de las familias. Aquí prácticamente hay uno o dos carros por familia. Como hay petróleo, las gasolinas y demás carburantes son baratos. No así los alimentos. Éstos sí, comparados con los precios en nuestros mercados y supermercados, son elevados, más del doble y hasta el triple. Es cierto que aquí se gana bastante bien por término medio, pero las economías familiares se resienten en este rubro.

En muchos sentidos, nuestras familias en El Salvador viven bien, más ahora las de menores recursos, que cuentan con el soporte de los diversos programas sociales establecidos por los gobiernos del FMLN con su nuevo estilo de gobernar. Y ese proyecto de gran envergadura que es CIUDAD MUJER –que ha venido a ser una gran bendición para las mujeres salvadoreñas, marginadas y abandonadas siempre de la mano gubernamental durante las pasadas administraciones.

Estar en otros países es siempre bueno por la distracción que se tiene y apreciar las cosas buenas que se ven, es de gran utilidad para comparar y reconocer todo lo bueno  de lo que uno disfruta en el propio. Eso hago yo aquí en Arlington en estos días.

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