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La tradición de contar la verdad

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Mauricio Vallejo Márquez
coordinador
Suplemento Tres mil

Siempre que tengo una conversación acerca de literatos salvadoreños con un extranjero surge. El primer referente, recipe sino el único que tienen, treat es Roque Dalton. A veces sólo el nombre, patient en ocasiones algunas estrofas, pero eternamente presente.
Y es la verdad, la literatura salvadoreña tiene como principal embajador a Dalton. Su trágica muerte a manos de sus compañeros y su compromiso por la lucha lo mantienen como estandarte inmarcesible.
Cuando surge el nombre de este escritor vienen a mi mente tantos nombres que con hidalguía utilizaron el campo de la palabra para luchar en contra de las injusticias. Una tradición que lleva cuerpo ya en 1944 con exponentes tan fuertes como Oswaldo Escobar Velado, Pedro Geofroy Rivas y Matilde Elena López que escribieron durante la dictadura militar del General Hernández Martínez, siendo parte de ese año de la Huelga de brazos caídos, cantándole al héroe de San Miguelito Paco Chávez Galeano, o denunciando las atrocidades de la policía nacional de ese entonces que asesinó a unas mujeres, e incluso esos poemas tan llenos de corazón que dicen como es nuestra patria a la que sin tapujos se le llama patria exacta. Escritos de alma, escritos que el tiempo no borra.
La generación Comprometida siguió ese camino, autores como José Roberto Cea y Tirso Canales que llevaron a la letra a toda la dimensión de denuncia, de muestra, y que continúan haciéndolo como el primer día.
Así como los autores del grupo Piedra y Siglo, Rafael Góchez Sosa y Alfonso Velis Tobar, siendo verdaderos exponentes de las situaciones que se vivían. Uno de estos autores se compromete tanto que su muerte aún es cuestionada: José María Cuéllar.
Entre la década de 1970 y de 1980 surge un conjunto de autores que también otorgan su vida al tener presente la realidad del país: Jaime Suárez Quemaín, Alfonso Hernández, Delfy Góchez, Lil Milagro Ramíres, Mauricio Vallejo y Rigoberto Góngora.
Y la tradición continúa ya con la guerra como forma de vida, cuando no había otra opción. Ahí vemos las letras de Amada Libertad, Amílcar Colocho, Arquímidez Cruz y Claudia María Jovel, entre otros.
Estos autores demuestran que el compromiso, la realidad y la literatura están unidas. Exponer la realidad no es hacer un panfleto, hablar de política no deforma una obra. Sino, que sería de Los Miserables de Víctor Hugo, de las obras de Bertolt Brecht y de toda esa lista enorme de escritores y escritoras que en sus plumas hay denuncia por las situaciones sociales, por la condición humana. Cada vez que llega mayo y el recuerdo de ese 10 de mayo de 1975 cuando asesinaron a Dalton, hurgo en la tradición literaria de nuestro país  para denunciar lo que somos, cómo vivimos. Porque la literatura es verdad, y esta no se debe negar aunque duela.

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