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La mujer es una matrioska

 

Perla Rivera Núñez

poeta hondureña

 

 

        A Silvia Favaretto

Las matrioskas tienen su origen real en Japón aunque en Rusia ya existía la tradición de introducir cosas dentro de otras. La primera vez que observé una matrioska o una muñequita de madera, ambulance una dentro de otra, sovaldi sale me impactó la forma como encajaban a la perfección.

No conocía en absoluto su significado, prostate pero al ver una foto en la red, donde una pequeña niña rompía desde a dentro a la otra para salir, no pude menos que emocionarme, porque era eso precisamente lo que me estaba sucediendo.

Según una historia rusa, Sergei un carpintero hizo la muñequita una noche de mucho frío, encontró un precioso trozo de madera y se dispuso a tallarlo. Imagino que sus manos adquirieron calor al momento de manipular el trozo de madera encontrado, símbolo de la calidez inherente a toda mujer desde su creación. Sergei al pedido de la muñequita, creo otras de la madera que tenía dentro, ella quería ser madre y para no seguir haciendo más, después de tallar cuatro, hizo a un niño para acabar el ciclo de creación.

Las terribles circunstancias a las que se enfrenta una mujer  en nuestros países latinoamericanos,  marcados por un alto porcentaje de machismo y violencia,  es una carga física y emocional, densa. No te puedes permitir ser independiente, libre y dueña de ti misma porque  tienes que tener a la par a un hombre que te haga segura por su sola compañía y te de validez como persona, como si no lo fueras por el solo  hecho de existir, de ser.

Así se van acumulando nuestras emociones, las frustraciones y las quejas. Un día estallarás en colores de libertad. El hecho de abrirnos es doloroso, pero en nosotras es necesario. Casi nunca lo hacemos con un desenlace positivo, pero rotas al fin, bajo nuestro propio riesgo y por nuestra esperanza, podemos sonreír.

Cada una de las “yo” internas, desde las figuras de la abuela, la madre, la hija, la raza, las cicatrices,  la que eras y dejaste de ser o la que sueñas ser un día, se acumulan como las matrioskas. Una dentro de otra, con sus colores específicos y su tamaño. Con su diversidad que llega a completar quién eres. La que te va formando desde que eras niña hasta el día de hoy.

El delinear, dibujar y representar en ellas cada diseño, es hacer una grafía de las marcas que van dejando en cada mujer los sucesos a los que se enfrenta o las vivencias que le transforman.

Las mujeres felices tienen colores intensos, sonrisas amplias y definidas. Las mujeres tristes colores grises, los ojos y la boca  pequeña, pero nunca el corazón pequeño.

En este momento me dispongo a pintar una de estas muñequitas que llegó de Rusia. La veo en la mesa de la sala, desnuda todavía, esperando sus colores y emociones. La paleta es simple, algunos rojos y mucho azul, quizás lo cambie por el verde, en estos momentos la esperanza es más importante que los sueños. En este momento necesito verde.

Somos parte unas de otras y si alguna falta, no somos las que debemos ser. Las mujeres somos una matrioska y es hermoso serlo en tiempos de tanto frío, así como en la preciosa historia de Sergei.

 

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