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LA ASAMBLEA LEGISLATIVA NO ES UNA IGLESIA

Alberto Romero de Urbiztondo

El presidente de la Asamblea Legislativa, diputado Guillermo Gallegos, convocó a un acto de “Oración y clamor por El Salvador” para el viernes 14 (la semana pasada). Respetamos las creencias particulares del señor Gallegos, que la Constitución de la República le garantiza, pero debe recordar que El Salvador es un Estado laico, tal como nos lo aclara la Sala de lo Constitucional, quien, en la Sentencia 3-2008, es clara al afirmar “con fundamento en el principio de unidad de la Constitución …se advierte la consagración del principio de laicismo o laicidad, entendido como principio de no confesionalidad del Estado o de neutralidad religiosa”, y más adelante nos recuerda que “si las instituciones han de tratar a todos los ciudadanos como iguales y resulta que estos ejercitan libremente diferentes credos o ideologías, entonces es un deber de las instituciones del Estado mostrarse neutrales frente a tales credos o ideologías”, por tanto, la Asamblea Legislativa, como uno de los tres Poderes del Estado, debe garantizar su autonomía respecto a las diferentes iglesias y creencias religiosas.

A inicios de este año la Sala de lo Constitucional volvió a emitir otra resolución sobre el carácter laico del Estado (la 22-2011), en la que afirma con claridad que “el Estado —y el Derecho como su instrumento de coordinación social— no pueden imponer ninguna visión particular del bien, de la espiritualidad o de la moral religiosa, cuya influencia depende solo de la persuasión”.

Esperamos del señor Gallegos que, en cumplimiento a estas sentencias, no promueva más actos religiosos en la Asamblea Legislativa. No queremos pensar que esta actividad forma parte de una estrategia electoral para buscar el respaldo de líderes religiosos que le garanticen votos.

La mejor manera en que Diputados y Diputadas pueden mostrarnos sus principios y convicciones éticas, es abandonando la confrontación, la descalificación y llegando a consensos para legislar, además, resolviendo los graves problemas pendientes del país, como el sistema de pensiones, la reforma fiscal, la ley de agua o la despenalización del aborto.

Si se juntan para orar y al día siguiente continúan pensando más en su partido y sus privilegios, nos convencerán de que solo fue una actividad electorera.

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