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Imagen deJosé Matias Delgado, acompañado de otros próceres, que refleja el primer grito de Independencia el 5 de noviembre de 1811. Foto Diario Co Latino.

José Matías Delgado, el cura rebelde

Colaboración Secultura

Hay muchos errores en la historia. Todo mundo ha repetido lo de las campanas que Matías Delgado tocó; nunca las tocó, es mentira”, dijo el sacerdote Luis Ernesto Ayala Benítez sobre uno de los relatos de la historia salvadoreña, conocido como el Primer Grito de Independencia en 1811, que fuera desmentido desde ya hace algún tiempo.

El padre Ayala, quien es miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia, desmintió además que el prócer haya muerto excomulgado.

“Siempre se creyó que murió excomulgado. Se los digo con modestia, José Matías Delgado no murió excomulgado”, insistió Ayala, quien explicó que si bien en 1829 la Santa Sede —bajo el papa Pío VIII— emitió la excomunión, esta nunca se ejecutó.

“El breve de excomunión se hizo después de que la Santa Sede nombró a tres cardenales para que abordaran el llamado cisma acaecido en Guatemala” y aunque la orden de excomunión se envió, esta nunca se ejecutó pues el arzobispo —de Guatemala— fue expulsado a Cuba tres días después de que llegara la notificación. Ayala refiere a historiadores de la época, que dicen que la excomunión nunca se concretó como tal. “Isidro Menéndez dijo que en el lecho de muerte (1832), (José Matías Delgado) se confesó, hizo profesión de fe y que moría en comunión con su madre Iglesia a la que tanto había amado”.

La vida “del cura rebelde”, líder del movimiento independentista salvadoreño, reviste gran importancia en vísperas de la celebración de los 196 años de Independencia, cuyo germen nació del malestar que provocaba la dependencia política, económica y religiosa de Guatemala.

“San Salvador fue una ciudad tempranamente rebelde. Esta característica se debió a la cohesión derivada del añil, que era el principal artículo de exportación de Centroamérica y el gran centro productor de añil era San Salvador. Era impulsada por medianos y por pequeños productores llamados poquiteros, de quienes dependía un tercio de la producción”, dice el historiador Roberto Turcios.

Roberto Turcios, Luis Ernesto Ayala y Adolfo Bonilla conversan sobre la historia del procer José Matías Delgado. Foto Diario Co Laitno.

“Esta característica de ser un centro productor tenía un impulso a la acción política que se basaba en un rasgo: la influencia de los líderes religiosos en las organizaciones de los barrios de San Salvador, que se expresa por primera vez en 1811. Los líderes religiosos y los alcaldes de barrio son los que producen esa movilización en San Salvador”, aseguró Turcios.

Entre los líderes religiosos destaca la figura de José Matías Delgado, quien nunca tocó la campana de la iglesia La Merced ni murió excomulgado, pero quien sí canalizó el descontento popular generado de la imposición de tributos que no beneficiaban en nada a los habitantes de la Intendencia de San Salvador.

San Salvador estaba integrada por 15 partidos: San Salvador, Olocuilta, Zacatecoluca, San Vicente, Usulután, San Miguel, Gotera, San Alexo, Sensuntepeque, Opico, Texutla, Chalatenango, Santa Ana, Metapán y Cojutepeque explica el director del Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (MUNA), José Heriberto Erquicia, quien cita como fuente a Gutiérrez y Ulloa, Antonio (1962), en “Estado General de la Provincia de San Salvador, Reyno de Guatemala, 1807”, DPI-MINED.

“Todos los diezmos que recogía San Salvador llegaban a las arcas de las arquidiócesis de Guatemala. Nunca recibimos un bien ni tan siquiera un porcentaje para construir aquí una ermita, menos un templo grande. Todo el dinero, que eran cuarenta mil pesos fuertes, así le llamaban, lo recogían acá y el dinero iba a parar a Guatemala, los templos de Guatemala bellísimos”, dice el padre Ayala.

En este punto, Erquicia matiza que esto no era sí del todo porque “si no, no existieran las iglesias coloniales salvadoreñas. Sí es cierto que buena parte de los diezmos se iban hacia Guatemala, pero había curas como Mateo Cornejo, que dejó en su herencia el suficiente dinero para hacer el convento de San Francisco en San Vicente. Otra cosa ya es que no se hizo, porque la administración colonial se apropió de los fondos”.

Pero los ponentes plantearon que el malestar iba más allá, pues el clero de San Salvador también se quejaba de la falta de escuelas. Aquí se estudiaba solo hasta el segundo grado, mientras que Guatemala poseía la Universidad de San Carlos de Borromeo, en la cual habían estudiado muchos de los próceres, incluido el mismo Matías Delgado, quien deseaba la instauración del obispado de San Salvador, al cual se tenía derecho desde 1785, cuando es nombrada la Intendencia de San Salvador.

En 1808, Napoleón invade España y la Iglesia comienza a gestar la independencia “más que en contra del rey de España en el exilio (Fernando VII) contra Napoleón. Sabemos que Napoleón  fracasa (1813), entonces ¿por qué los sacerdotes siguieron gestando la independencia? Porque cuando Fernando se hace nuevamente con el poder, trae ministros contrarios a la Iglesia. Comienzan con ideas concretas, como confiscar los bienes de la Iglesia para poder mantener a la corona”,  expuso Ayala.

El historiador Adolfo Bonilla opinó: “Aquí la Revolución Francesa se ha exagerado. La política secular (del clero) no viene porque se dio la Revolución Francesa”. Agregó que se han encontrado documentos que reflejan el pleito entre Matías Delgado y el intendente Antonio Gutiérrez y Ulloa: “El pleito es fuerte a tal punto que no se hablan”, esto desemboca en la petición del prócer de destituir al intendente, lo cual fue aceptado. “Lo negocian y como producto de eso es que San Salvador tiene el Gobierno más notable de la época (1811), porque tiene a José Aycinena como Intendente, gran figura intelectual; al alcalde José María Peinado, economista brillante de la época; y a Matías Delgado como vicario ¡Un gobierno de lujo!”.Años más tarde y con la firma del Acta de Independencia en 1821, Matías Delgado fue nombrado, en 1823, primer presidente de la Asamblea Constituyente del Congreso Federal, que emitió la Constitución de la República Federal de Centroamérica, pero San Salvador en la primera etapa de la independencia “no es reconocida por las otras ciudades de la Intendencia”, acotó Turcios.

“San Salvador peleó, hizo un acto rebelde audaz, la autoridad política nombró al obispo y el obispo Delgado aceptó el nombramiento. El principal líder político religioso acepta que lo nombren obispo las autoridades políticas, se impuso la autoridad. Esa rebelión era un derivado en contra de Guatemala. Fue decisiva para darle forma al Estado salvadoreño y al fracaso de Centroamérica, seguramente este ánimo fue crucial para el fracaso de la República Federal”, reflexiona, Roberto Turcios.

El obispo fue además el principal opositor a la anexión al Imperio Mexicano. “Matías Delgado ve que si había una anexión a México, es la anexión a una monarquía constitucional con emperador a la cabeza, y eso te va a fortalecer la creación de instituciones aristocráticas hereditarias. En la justificación de no anexión expresa su preferencia a instituciones republicanas, es decir que todos los cuerpos son electivos y de corta duración, eso es una república”, dice el historiador Bonilla.

Una de las últimas jugadas políticas de José Matías Delgado ocurre en la elección del primer presidente de la República Federal de Centro América en 1825, cuando el congreso eligió a Manuel José Arce en vez de a José Cecilio del Valle. “Delgado dijo que Arce tenía que ser presidente porque representaba a San Salvador y Valle era un intelectual. El primer Gobierno nace con las patas hinchadas, Delgado estaba involucrado en la intriga política, Valle era un personaje atípico, ¡Cómo vas a elegir un hombre así, cómo vas a elegir a un sabio en San Salvador!”, dice Bonilla.

La figura del líder religioso y político fue el centro de discusión del conversatorio que ofreció la Academia Salvadoreña de la Historia en el marco de la realización del MUNA Académico, el pasado 7 de septiembre de 2017.  En esta nota se han incluido además,  los aportes del director del MUNA, José Heriberto Erquicia, quien también es miembro de la Academia.

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