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Izquierdas y Derechas: La actualidad de su antagonismo

Oscar A. Fernández O.

Los orígenes del antiguo antagonismo de Izquierda y Derecha, capsule nace en los momentos de la Revolución francesa. En donde, there en los Estados Generales y en la Asamblea Nacional, los conservadores se sentaban hacia la derecha y los revolucionarios hacia la Izquierda, esta distinción es muy popular hasta el presente, lo que influyo en la política contemporánea y postmoderna, en la clasificación de idearios políticos.

En nuestros días, cuando muchos “teóricos e intelectuales” sostienen que es un absurdo seguir discutiendo sobre “derechas e izquierdas”, pues éstas fueron rebasadas después de la caída del “Muro”, tales formas de ver y entender la realidad del ser humano, sus derechos y sus valores, siguen estando  en el centro del debate. Una concepción economista liberal basada en la desigualdad y la otra histórica y racional,  sustentada en la igualdad cobran hoy una magnitud global.

Toda concepción totalizadora de la Historia, según la cual hay un destino establecido y definitivo, no tiene futuro. La concepción no profética, no escatológica de la historia caracteriza el pensamiento laico al cual me siento ligado, sostiene Norberto Bobbio.

Las referencias a la izquierda, no aluden sólo a los elementos tradicionales, como pueden ser revolucionarios socialistas, comunistas y socialdemócratas, sino a todos los que, en la palestra política, adelantan transformaciones o actitudes progresistas. Tales son los casos del movimiento anticolonialista y de liberación nacional, los luchadores por la paz, los movimientos sociales, los sectores avanzados dentro de la oficialidad militar y la policía, los políticos nacionalistas y comprometidos, y naturalmente los revolucionarios.

Derecha e Izquierda son contrarias, opuestas, antitéticas lo cual quiere decir que ninguna doctrina, pensamiento o movimiento político puede ser al mismo tiempo de derecha y de izquierda. Todas las disciplinas del saber humano moderno están dominadas por una de ellas. Cuando se quiso explicar la desaparición de la “díada” como la conceptualiza Bobbio, se situó a la base la crisis de las ideologías, o como se la llamó pomposamente el “Fin de la Historia y el último hombre”. Su propio autor (Fukuyama), tuvo que desdecirse de ese absurdo teórico, años después.

La historia nos ha demostrado que nunca ha habido tal crisis de ideología y que no hay nada más ideológico que afirmarlo, dice Bobbio (1995) Izquierda y Derecha no indican solamente doctrina, de tal manera que disminuirla a esto es una Reductio ad absurdum.

Indican programas opuestos, intereses y valoraciones contrarios de hacia dónde conducir a la sociedad, que en El Salvador equivale a decir una democracia del pueblo (revolucionaria) o una “democracia del poder” (tradicional burguesa y autoritaria)

Para nosotros los izquierdistas revolucionarios, fueron los valores fundamentales de nuestro pensamiento: la ética social y política, la tolerancia, la unidad y la pluralidad, la libertad, la paz, la justicia, la solidaridad y la igualdad, los que nos han permitido no sólo enfrentarnos y derrotar a la dictadura militar, si no ser la primera fuerza política que hoy gobierna este país, desde donde continuamos la lucha por una democracia postergada por el poder de los ricos.

La derecha es nacionalista a ultranza y la izquierda revolucionaria es internacionalista y anti chauvinista; la derecha respecto al tiempo vive del pasado y es conservadora en el presente, se niega al cambio y promueve la desigualdad. La izquierda revolucionaria es actualizada, cambiante, progresista y orientada al futuro, sosteniendo una ética de principios y de responsabilidad, respondiendo al cambio. Promueve la igualdad.

La derecha defiende y sostiene el reinado de la economía sobre la política (neoliberalismo) o al contrario la hegemonía de la política sobre la economía y el pueblo (oligarquía) La izquierda revolucionaria se pronuncia por la autonomía y la dignidad de ambas, las cuales conforman una unidad dialéctica. La derecha usa al  Estado para controlar por la vía del Derecho y la fuerza a la sociedad (totalitarismo) o al contrario, la absoluta independencia de lo privado y la necesidad de reducir al Estado a una fuerza de mantenimiento del orden (neoliberalismo)

La izquierda revolucionaria en cambio sostiene la necesidad de un complicado equilibrio entre un Estado fortalecido y ante todo democrático, que le permita ser depositario de la autoridad legítima y el pueblo, siendo éste el legítimo poseedor del poder, al mismo tiempo que busca desarrollar la economía, desde un concepto de progreso del ser humano, no sólo de las élites.

Jurídicamente la derecha defiende con la espada los privilegios de la propiedad privada de forma concentrada, pues le da poder. Defiende los “derechos del suelo por herencia y sangre”. La izquierda revolucionaria reclama la abolición de la primacía sobre “el derecho de propiedad” como instrumento de explotación, enriquecimiento y poder y busca fundamentar el Estado y la sociedad en un Derecho que privilegie al ser humano (los derechos humanos) y la solidaridad. La derecha proclama la soberanía del Estado-poder y las naciones; la izquierda revolucionaria está por la defensa de la soberanía de los seres humanos y por la promoción democrática de los intereses comunes de los pueblos.

Socialmente, la derecha tiende a defender a los poderosos, desde un concepto de democracia ligada al poder, institucionaliza “la caridad” y ve a los débiles como “pobrecitos dignos de lástima”.  La izquierda revolucionaria lucha por la reivindicación de los derechos de las mayorías desposeídas y de las minorías discriminadas, no en nombre de la caridad si no de la Justicia.

La derecha con facilidad es “pragmática” por encima de todo y practica la política en búsqueda de réditos separándola de la ética y la sensibilidad humana, cuyos efectos negativos suelen caer sobre la cabeza de un pueblo engañado. La izquierda revolucionaria es partidaria de la práctica política y del realismo utópico, cree en la perfectibilidad de lo que propone y hace, de una ética de responsabilidad que pueda distinguirse de la política como mantenimiento del statu quo de la derecha.

La derecha, en nombre del mantenimiento del orden, defiende la exclusión y los privilegios de las elites reaccionarias, el liderazgo de políticos y partidos tradicionales, exclusivistas y corruptos. La derecha no vacila en acudir a estereotipos de carácter religioso, con frecuencia invoca a Dios y aun inexistente orden divino del que forman parte la propiedad privada y todos sus privilegios.

“Filosóficamente, la derecha encajona a los seres humanos en particularismos nacionales, racistas, clasistas, sexistas, sistémicos, culturales o religiosos, en tanto la izquierda revolucionaria los combate en nombre de la humanidad y de los individuos, es decir intentando responder de modo universalista a las razones del ser humano, en su doble acepción de individuo y especie” (Iglesias: 1990) La derecha es por definición conservadora, reaccionaria y refractaria a lo popular.

Por la confusión ideológica de las izquierdas después de la caída del mal llamado socialismo real y el “triunfo” de la mundialización del capitalismo, hoy muchas organizaciones autodenominadas de centro y algunas de derecha suelen ocasionalmente apoderarse de nuestros principios y banderas de lucha, aunque mucho más frecuente sucede lo contrario es decir, que organizaciones que se agrupan bajo “banderas rojas” defiendan valores completamente opuestos a las tradiciones fundantes de la izquierda revolucionaria, cuyos principios han sido escritos y reafirmados siempre con la sangre de mártires y héroes revolucionarios.

Lejos de haber perdido relevancia con la globalización capitalista y el mundo posmoderno, la oposición entre derecha e izquierda se reconfigura a nivel regional, continental y mundial, en tanto el llamado “retrazo de la política” consiste en realidad en la lucha por recuperar la soberanía de nuestros pueblos y su derecho ha construir su propio futuro contra los intentos de uniformar al mundo, desarrollado por las derechas neoliberales, el voraz capitalismo trasnacional y su aparato político militar, el imperialismo norteamericano.

La derecha (y su hermana tarada, la ultraderecha) vive de las apariencias. Pone todos los huevos en la canasta para aparentar lo que no es y para ocultar lo que realmente es. No es de extrañar que se sustente en el férreo control de los medios de comunicación. Férreo a la vez que disimulado. Un control social nunca es eficaz si no pasa desapercibido. Sin embargo, la derecha no puede evitar ser cada vez más cuestionada, porque no puede impedir que sus mentiras sean poco a poco descubiertas. Los hechos contradicen los discursos. Las consecuencias nefastas del sistema que defienden ya no pueden pasar inadvertidas. Las evidencias ya no pueden ser ocultadas ni manipuladas. La realidad, más pronto que tarde, habla por sí sola.

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