2015

Guido Castro Duarte

El próximo año, sildenafil ampoule más que un año electoral, look puede ser el año en el que el pueblo definirá los modelos económico y político en los que desea vivir.

Evidentemente, los últimos años hemos presenciado un quiebre histórico, en el que el antiguo modelo oligárquico mercantilista, ha entrado en una aparente crisis, ya que las antiguas familias, que componían la oligarquía criolla, las mal llamadas “Catorce Familias”, han ido desapareciendo o mutando, hasta reducir los nuevos “dueños” del país, a unas 6 familias, y de forma ampliada a unas 20, como afirmó Walter Araujo en las pasadas elecciones.

Sin embargo, el mercantilismo se ha visto fortalecido en el cambio del antiguo  modelo agro exportador y de sustitución de exportaciones, a un modelo especulador, fundamentado en el comercio y la banca. Nuevos actores económicos han entrado al escenario económico, lo que ha causado escozor en la rancia oligarquía y sus representantes, quienes han empezado a criticarlos y atacarlos, como si ellos fueran los únicos seres dignos de apodarse “empresarios”, afirmando que muchos de los actuales dirigentes de nuevas empresas como Alba, están desacreditados automáticamente por haber sido combatientes de la antigua guerrilla, o como en otros casos, por ser políticos o miembros de la Fuerza Armada.

La redistribución de la riqueza en muchas manos, constituye el primer paso para construir un nuevo modelo económico sin privilegios, porque ello permite, al grueso de la población, tener nuevas opciones de crédito y de oferta de bienes y servicios, porque desgraciadamente, los miembros de la ANEP piensan todavía que viven en una finca que se llama “El Salvador”, en la que ellos son los mandadores.

El pueblo salvadoreño, a lo largo de la historia, ha sido el destinatario de las migajas que han caído de la mesa de la oligarquía, y las ha podido recoger previa autorización del patrón.

Eso no puede seguir así, y el pueblo, poco a poco, se ha ido dando cuenta de eso, y las elecciones se convierten en una excelente oportunidad para sentar las bases de esa transformación político-económica, o decidir, definitivamente, si quiere seguir siendo colono de esa supuesta finca y devolver el poder sobre su propia vida, a los representantes de la nueva oligarquía.

Sentar las bases de un nuevo modelo económico marcaría el inicio del cambio del actual modelo de representación política, que se ha vuelto obsoleto y antidemocrático. Sí, antidemocrático, porque el votante no tiene la posibilidad de controlar las decisiones de sus supuestos representantes, ni de incidir en posibles iniciativas de ley o de ejecución y formulación de proyectos en beneficio de su comunidad.

La organización política en El Salvador responde a otra realidad que vuelve al Estado amorfo, desorganizado e ineficiente. Catorce departamentos con doscientos sesenta y dos municipios provocan una dispersión de los recursos que se traduce en desperdicios y corrupción.

Hay que modernizar la economía y el Estado. Lo uno es implícito a lo otro. Una economía dinámica permite financiar un Estado eficiente, pero un Estado obsoleto provoca una dilapidación de los ingresos del fisco.

Muchos levantan las banderas del enriquecimiento ilícito de los nuevos actores políticos, bueno, pues entonces hay que fortalecer los entes contralores del Estado y de la investigación del delito, así como modernizar y depurar el órgano judicial. Una nueva Constitución de la República tiene que ser el parámetro para esta gran revolución, porque la que se encuentra vigente, a pesar de las reformas del 91, fruto de las conversaciones y negociaciones de paz, no cambió el rumbo que le imprimió Roberto d´Aubuisson entre 1982 y 1983, aunque se pretenda redefinir mediante las interpretaciones de la Sala de lo Constitucional, que se ha convertido en una Asamblea Constituyente de facto, violando los Principios de Legalidad y de Separación de Poderes.

El actual estado de cosas, principalmente en lo que se refiere al clima de violencia social, tiene su raíz en los viejos modelos. La injusticia social y la falta de participación popular, impiden atacar los orígenes de esa violencia, y el mercantilismo permiten que la violencia y el narcotráfico, sean unas de las principales formas de acumulación injusta de riquezas en El Salvador.

Si El Salvador no cambia el rumbo, nunca encontrará el camino hacia el desarrollo.

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