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Gran Bretaña inicia la salida «irreversible» de la Unión Europea

Por Alfons Luna/Londres y Toni Cerdà

Londres/Bruselas/AFP

La primera ministra británica Theresa May pidió este miércoles unidad a su pueblo al iniciar la salida de la UE que calificó de irreversible, y que pondrá a prueba la resistencia de las costuras europeas y británicas.

«Ha llegado el momento de unirnos y trabajar juntos para lograr el mejor acuerdo posible», afirmó en un discurso en el Parlamento, minutos después de que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, recibiese en Bruselas la carta británica que notifica formalmente la salida.

«Es un momento histórico que no tiene vuelta atrás», sentenció May.

«No hay razones para pretender que este es un día feliz, ni en Bruselas ni en Londres», le respondió casi de inmediato Tusk, advirtiendo que los 27 países restantes se mantendrán «unidos también en el futuro, durante las difíciles negociaciones».

Al término de dos años de negociaciones, la UE habrá perdido a un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y potencia nuclear, y habrá ganado, a su pesar, un ejemplo que otros sentirán la tentación de seguir. A su vez, el Reino Unido podría quedarse sin Escocia e Irlanda del Norte si el descontento de ambas con el Brexit acaba en independencia.

El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, estimó que «las negociaciones seguramente no serán fáciles», pero instó a Londres a seguir «siendo amigos».

En cambio, el presidente francés, François Hollande, pronosticó que Brexit «será doloroso para los británicos».

Júbilo y pena

El referéndum del 23 de junio de 2016 (52% contra 48% a favor del Brexit) dejó heridas por cicatrizar en la sociedad británica, y este miércoles coincidieron muestras de alegría y de auténtico pesar.

Nigel Farage, el antiguo líder del partido antieuropeo UKIP, se fue a tomar cervezas y estimó que la muerte de la UE está cerca: «nosotros nos vamos primero».

Ante el Parlamento británico, una pequeña manifestación protestaba contra el Brexit. «El ‘Titanic’ navega hacia aguas Brexit. Será un viaje tranquilo, sin obstáculos», bromeó uno de sus organizadores, Graham Fawcett.

Abdul Chudhury, un inmigrante bangladesí de 49 años, que trabaja en un puesto de sandwiches de Edimburgo, se congratuló por el Brexit porque hay que controlar la inmigración, «como en Australia o Nueva Zelanda, donde sólo se permite venir a vivir y a trabajar a gente capacitada».

En cambio, para el enfermero español Joan Pons, era un día lúgubre: «nunca podré volver llamar ‘mi casa’ a este país. Es una casa rota, y me parte el corazón», escribió en Twitter.

«Estoy contenta porque estoy harta de inmigrantes, eso es todo lo que tengo que decir», sentenció Irene, de 63 años, del barrio londinense de Bethnal Green, mientras Julia Rogers, de 38, estimaba que se avecina «un desastre».

La misma división reinaba en los medios. Mientras el Daily Mail hablaba de «¡Libertad!», The Guardian advertía sobre un «salto a lo desconocido».

Una factura millonaria como despedida

Los mandatarios europeos tienen previsto establecer sus grandes líneas de negociación el próximo 29 de abril en una cumbre en Bruselas, sobre la base de la propuesta que Tusk les presentará antes del viernes.

Las negociaciones propiamente dichas empezarán a finales de mayo, principios de junio, y el primer cara a cara entre May y los líderes de los 27 será el 22 de junio.

May quiere una ruptura neta y renunciará al mercado único para poder controlar la inmigración, lo que ha despertado preocupación en sectores estratégicos como la banca y los constructores de automóviles, muy dependientes de sus negocios en la UE.

En cambio, el principal negociador europeo, Michel Barnier, pretende que los tres millones de ciudadanos europeos en Reino Unido conserven sus derechos.

Sin embargo, la cuestión que protagonizará el inicio de las conversaciones será la factura a pagar por el Reino Unido. Aunque todavía no hay cifra oficial, se estima que los compromisos presupuestarios adquiridos por Londres ascienden a hasta 60.000 millones de euros (64.000 millones de dólares).

El ministro de Finanzas, Philip Hammond, admitió a la BBC que habrá que pagar -«no se puede tener todo»-, pero discrepó sobre el monto, atribuyéndolo a una estrategia: «después de todo, esto es una negociación».

Se muere el sueño de Churchill

El ingreso británico a la UE se produjo en 1973 tras dos negativas del presidente francés Charles de Gaulle, que estaba convencido de que los británicos eran unos europeos reticentes que iban a actuar como caballo de Troya de Washington.

El Reino Unido prosperó económicamente como miembro, moldeó el bloque y le arrancó concesiones: se le permitió quedarse al margen del euro y del espacio Schengen, obtuvo la creación del mercado único, la ampliación del bloque a los países del Este y que se le reembolsara dinero del presupuesto agrícola, al famoso grito de Margaret Thatcher «quiero que me devuelvan mi dinero».

Todo ello no bastó para acabar con la percepción, entre parte de la prensa y el público, de que Bruselas era un nido de burócratas empeñados en subyugar a las instituciones británicas con regulaciones caprichosas, como el tamaño de las bananas, un bulo difundido por el actual ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, cuando era corresponsal del Daily Telegraph en la capital belga.

Los jóvenes, las mujeres, Londres, Irlanda del Norte y Escocia votaron a favor de seguir en la UE, pero los ancianos, los hombres en general y el resto de Inglaterra y Gales, acabaron sacando al Reino Unido de la UE contra todo pronóstico, iniciando una ola que acabaría recorriendo el Atlántico y propiciando la elección de Donald Trump.

«Crees conocer el sentimiento que reina en el resto del país, pero luego (…) Es una pena», lamentó Lauren Papendorf, una londinense de 26 años que sólo ha conocido a su país dentro de la UE.

Como muchos sondeos y analistas, Papendorf no vio venir el Brexit y el fin del sueño de Churchill, el primero en formular, en 1946, el anhelo de «unos Estados Unidos de Europa». Si llegan algún día, lo harán sin su país.

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