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Estados Unidos dinamita su relación con México: Trump a Peña Nieto: si no va a pagar el muro, «mejor cancele» su visita a Washington

Por Sara Barderas y Andrea Sosa Cabrios

Washington/Ciudad de México/dpa/AFP

El presidente estadounidense, Donald Trump, aumentó aún más la tensión con México este jueves, cuando aconsejó al presidente Enrique Peña Nieto que anule su visita a Washington si no quiere pagar el muro que será construido en la frontera entre los dos países.

«Si México no quiere pagar el muro que necesitamos tanto, mejor que cancele su próxima visita», expresó el presidente estadounidense en Twitter, en referencia al encuentro que originalmente estaba previsto para el próximo martes.

Trump dijo que Estados Unidos tiene un déficit comercial con México del orden de 60.000 millones de dólares.

«Ha sido un acuerdo de un solo lado desde el inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con enorme número de empleos y empresas perdidas», apuntó Trump.

El presidente estadounidense firmó el miércoles dos decretos sobre fortalecimiento de la vigilancia migratoria, siendo que el primero de ellos determina el inicio «inmediato» de los pasos necesarios para construir un «muro físico» en la frontera.

En declaraciones a la red de TV ABC News, Trump insistió en que México pagará por la gigantesca obra, cuyo costo podría alcanzar hasta los 50.000 millones de dólares, según diversas fuentes.

El presidente Peña Nieto afirmó en la víspera, en un mensaje a la nación, que su país no pagará por el muro, al tiempo que varios partidos políticos mexicanos lo presionaban a que cancele la visita a Washington.

Declaratoria de guerra

Donald Trump dinamitó hoy la política de buena vecindad con México mantenida por Estados Unidos en las últimas décadas y declaró la guerra al país del sur en la esfera diplomática.

El choque iba a producirse antes o después, porque tras haber hecho de la construcción del muro fronterizo la propuesta estelar de su campaña electoral, nadie dudaba de que una vez en la Casa Blanca, Trump tendría que actuar.

Pero el momento elegido por el nuevo mandatario de la primera potencia mundial para firmar una orden ejecutiva sobre el muro no podía ser más humillante para México: cuando falta menos de una semana para su primera reunión como presidente con Enrique Peña Nieto y cuando están en Washington dos de los ministros más importantes del mandatario mexicano, el de Relaciones de Exteriores y el Economía.

La construcción comenzará «en meses», manifestó. «Obtendremos el reembolso de alguna forma por parte de México», insistió.

Trump comenzó llamando narcotraficantes y violadores a los mexicanos indocumentados y siguió durante meses de campaña electoral construyendo sobre México un enemigo externo. Instalado ya en la Avenida Pensilvania de Washington, Trump ha comenzado a disparar.

Ya ha logrado abortar los planes de expansión en México de grandes empresas estadounidenses como General Motors y Ford y ha obligado al país del sur a aceptar renegociar el Nafta -para esclarecer tiempos y procedimientos al respecto se desplazaron a Washington los ministros Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo-.

Trump ha puesto a México contra las cuerdas. Poco importa que la inmigración ilegal mexicana esté reduciéndose desde el pico que alcanzó en 2007, según ha mostrado entre otros el Pew Research Center.

En México, donde Trump ha obrado el milagro de poner de acuerdo a todas las fuerzas políticas en su contra y a favor del Gobierno en sus esfuerzos por frenarlo, su decisión de hacer coincidir el anuncio sobre el muro con la primera visita de una delegación mexicana causó un sismo.

Para México el cambio de la relación con Estados Unidos tiene enormes implicaciones. Su economía depende muchísimo de Estados Unidos, al que manda el 80 por ciento de sus exportaciones, y no está en condiciones de romper lanzas con Washington.

Pero después de los anuncios muchas voces empezaron a pedir al presidente Enrique Peña Nieto suspender el encuentro que tiene previsto para el martes con Trump.

«Se le estará recibiendo con un portazo en la nariz», dijo el líder histórico de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas. «Me parece que lo menos que podría hacerse en estas condiciones sería no acudir, cancelar la visita a los Estados Unidos y buscar una posición digna para México».

Peña Nieto canceló abruptamente la noche del martes su viaje a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Después, el Gobierno se sumergió en un profundo silencio ante la inminencia del anuncio de Trump.

El presidente mexicano tiene una popularidad muy baja, pero frente a Trump recibió el apoyo hasta de uno de sus críticos más acérrimos, el político nacionalista de centro-izquierda Andrés Manuel López Obrador, fuerte aspirante a la Presidencia para 2018.

«Ya basta de amenazas y de incertidumbre», dijo López Obrador. «Si el presidente Peña actúa con rectitud, con integridad, defendiendo al pueblo, defendiendo a nuestra nación, va a contar con nuestro apoyo».

México, un país con un marcado nacionalismo, tiene motivos para sentir como una afrenta las amenazas y desplantes de Trump.

En agosto, después de una muy polémica visita a México con la que Peña Nieto quiso tender puentes cuando todavía era candidato, Trump voló a Phoenix y anunció en un acto que no sólo construiría el muro, sino que se lo haría pagar aMéxico.

La historia se repitió ahora con la visita que hacen a Washington los ministros del Exterior Luis Videgaray y de Economía Ildefonso Guajardo a Washington.

Las relaciones bilaterales entran ahora en un terreno incierto, después de más de dos décadas de regirse con normas previsibles en materia económica y con una cooperación -a veces con altibajos, pero constante- en materia de seguridad y migración. México y Estados Unidos entran en una impredecible era de vecindad distante.

En una perspectiva más general, la declaración de guerra a México inaugura la era Trump en política internacional, donde promete hacer saltar por los aires consensos mantenidos durante décadas.

Sus movimientos previos a su entrada en la Casa Blanca anticipan un pulso con China, un acercamiento a la Rusia de Vladimir Putin, problemas en la OTAN, un enfrentamiento dialéctico con Europa y un cambio en el papel de su país en Cercano Oriente.

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