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El ‘no’ de Bélgica deja en el aire firma de acuerdo comercial UE-Canadá

Por Toni Cerdà

Bruselas/AFP

La firma del acuerdo comercial entre la UE y Canadá (CETA) está en el aire después que Bélgica no consiguiera este lunes el ‘sí’ de todos sus gobiernos regionales a este espacio de libre comercio de unos 550 millones de habitantes, pese a la presión de los europeos.

«Bélgica no puede firmar el CETA», aseguró el primer ministro belga, Charles Michel, quien comunicará su decisión al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para que junto a responsables canadienses decidan si mantienen la cumbre prevista el jueves en Bruselas para la firma oficial del tratado.

En virtud del denominado «acuerdo mixto», la Unión Europea necesita el visto bueno de todos los países del bloque para poder firmar el CETA. Y Bélgica, un Estado federal, necesita a su vez la aprobación de todas sus entidades, tanto federales como regionales.

Al término de una breve reunión con los responsables regionales, el primer ministro belga confirmó que, aunque el gobierno federal, la comunidad de habla alemana y la región flamenca de Flandes quieren el acuerdo, la región de Valonia, la comunidad francófona y la región de Bruselas lo rechazan.

Según el presidente regional valón, el socialista Paul Magnette, Michel dijo durante la reunión que el presidente del Consejo Europeo «quería una respuesta hoy de ‘sí’ o ´no'». «Es evidente que, en las circunstancias actuales, hoy no podemos decir ‘sí'», aseguró.

Magnette, la cara visible hasta el momento del bloqueo, no se opone a un acuerdo comercial con Canadá, pero este no debe dañar, a su juicio, las normas sociales y medioambientales, así como la protección de los servicios públicos, aseguró poco antes.

El dirigente valón, que reclama más garantías frente a las multinacionales, reiteró también sus críticas a uno de los puntos más controvertidos del acuerdo, que autoriza a las multinacionales que invierten en un país extranjero a demandarlo si adopta una política contraria a sus intereses.

‘Debate democrático’

El presidente del Consejo Europeo, que representa a los 28 países del bloque, deberá abordar por teléfono durante la noche con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, la actual situación de bloqueo en Bélgica, que podría implicar la anulación o el aplazamiento de la firma del CETA.

Según una fuente europea, el ejecutivo comunitario estaría dispuesto a dejar algunas semanas más de tiempo. «En este momento, necesitamos paciencia», dijo el portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas, en su rueda de prensa diaria.

Una línea defendida desde hace días por el gobierno valón, ya que, en palabras de Magnette, los ultimátums «hacen imposible una discusión serena, un debate democrático».

Independientemente de los motivos esgrimidos, el veto valón cuenta con el respaldo de las oenegés, que consideran el CETA como la antesala de un acuerdo comercial más ambicioso negociado entre la UE y Estados Unidos, conocido como TTIP.

«Más adelante habrá tratados con los estadounidenses, los japoneses y los chinos, por lo tanto se necesita una base jurídica sólida» con los canadienses, confesó en esta línea el presidente del parlamento valón, André Antoine, quien pidió también tiempo para analizar las 1.600 páginas del acuerdo y sus declaraciones interpretativas.

La imposibilidad para la UE de firmar el acuerdo comercial con Canadá, negociado durante siete años, abriría una nueva crisis en un bloque europeo debilitado desde el crash financiero de 2008.

Los partidarios del acuerdo, que prevé la supresión de la práctica totalidad de los derechos de aduana, defienden sus beneficios para el crecimiento económico y la creación de empleo.

El ‘no’ de Bélgica siembra también dudas sobre el futuro de otros acuerdos comerciales negociados con Japón o con los países del Mercosur, así como sobre la capacidad de los europeos de negociar con Reino Unido su salida del bloque.

A nivel belga, el rechazo de Valonia, una región de 3,6 millones de habitantes con una industria perjudicada por los efectos de la globalización, tensa aún más sus relaciones con sus vecinos de la región flamenca de Flandes, más rica y partidaria del CETA.

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