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El Jícaro Bajo Fuego. Recuerdos de Guerra 1980-1992

Mauricio Tejada
San Salvador.

En este lugar llovieron morteros y bombas de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) en varias ocasiones… A veces los combinaban con ataques de infantería para aniquilar, ed según ellos, a los pocos guerrilleros moribundos que las bombas habían dejado. Táctica equivocada y estúpida de nuestros enemigos; como también aquella insistente propaganda gubernamental en todos los medios de comunicación a toda hora: “Que los combatientes del FMLN eran extranjeros comunistas y socialistas: rusos, cubanos, yugoslavos y otras nacionalidades, acompañados de un grupito de traidores salvadoreños que deseaban imponer el yugo de la esclavitud a El Salvador”… Nosotros, moríamos de la risa al escuchar esas locuras. Por lo tanto, en algunas ocasiones cuando estábamos haciendo un plan de ataque decíamos: “Si esto resulta como lo hemos planificado, nuestros enemigos dirán que rusos y cubanos lo hicieron”.

El Jícaro, por su cercanía a Chalatenango, era fácil morterearlo desde la cabecera departamental. Los aviones y helicópteros desde San Salvador, en un par de minutos estaban ametrallando o bombardeando el lugar.

Nosotros trabajamos arduamente haciendo trincheras, zanjas de comunicación, pozos de tiradores, refugios antiaéreos por todos lados; también orientamos a la población a que construyeran refugios antiaéreos dentro de sus mismas casas, patios, caminos, lugares de trabajo y tatú secreto a nivel familiar.

El ataque más grande de la FAES al Jícaro empezó unos ocho días después de la ofensiva guerrillera del FMLN, enero de 1981, dirigido por nuestra Comandancia General, y de un fuerte ataque a Las Vueltas, dirigido por Felipito (Manuel Cornejo), Sebastián ( Tamba Aragón) y Felipón (Vidal Recinos).

Los del gobierno comenzaron tratando de hacer guerra psicológica por medio de aviones y avionetas con altoparlantes y hojas volantes diciendo que nuestra lucha había fracasado y que teníamos que rendirnos. Caso contrario destruirían todo y moriríamos.

Luego vinieron más de diez días de bombardeos, mortereos acompañados de ataques de infantería.

Los de las FPL allí contábamos con unas 80 armas de guerra y los de la FAL-PC entre 30 a 40. Relativamente era poco armamento y escasa preparación militar para enfrentar a un ejército gubernamental; pero teníamos muchos combatientes eufóricos con ganas de pelear.

Decidimos defender el lugar y en nuestro desconocimiento de táctica o estrategia militar vanagloriamos diciendo: “Que allí no entrarían nuestros enemigos y con la relación de por lo menos cinco compañeros por arma, estábamos listos para recibirles”.

El primer día que incursionaron los soldados, bajaron de La Montañita. Al darnos cuenta de su presencia, gritamos con alegría y salimos corriendo atrincherarnos para esperar que se acercaran; pero algunos compañeros dispararon antes y fue un combate a larga distancia (talvez 500mts.) Ellos tuvieron algunas bajas y al cabo de unas 4 horas se marcharon. Entre nosotros no hubo nada que lamentar.

Formación militar en Laguna Seca antes de la salida al ataque al puesto enemigo de San Fernando.
Formación militar en Laguna Seca antes de la salida al ataque al puesto enemigo de San Fernando.

La segunda incursión, fue dos días después de la primera con más y mejor armamento; también con refuerzos de San Salvador, Sonsonate y coordinados con la Fuerza Aérea.

Nosotros hicimos más trincheras, zanjas de comunicación y un plan de “Combate y defensa de El Jícaro”. Nuestra moral combativa estaba más alta que el sol. Deseábamos que llegaran muchos enemigos para pelear bastante;  pues varios quedamos con las ganas de ir a Chalate o a contener la Cuarta Brigada.

En coordinación con los de FAL-PC enviamos una unidad guerrillera a La Montañita para colocar minas y montar una emboscada. La idea era que nuestros enemigos obtuvieran su primer golpe antes de bajar al caserío… Así fue, como a las 6:00am explotaron un par de minas y seguidamente una gran balacera. En el Jícaro dijimos: “Hoy si vienen muchos, hoy si nos daremos gusto”. En ese mismo instante recibí un envío (inesperado), de parte de nuestra Comandancia General-Estado Mayor, de 34 fusiles M16- AR15, con abundante munición y granadas… Los comencé a repartir de inmediato sin recibir orden de nadie; pues también en ese momento comenzaron a dispararnos con artillería pesada desde Chalatenango. Sobraban las manos alzadas pidiendo un arma, incluyendo las de Cali  (Médico Cirujano), Giovanni (Anestesista), Otto y Alan (Estudiantes de Medicina) a quienes no vacilé en darles un fusil, los cuales aun estaban cubiertos de grasa. En pocos segundos los limpiaron y luego corrimos hacia el cerro de Don Domingo, a establecer la defensa de ése sector, por donde estábamos seguros vendría la mayor fuerza enemiga. Los de la FAL cubrieron la parte hacia el cementerio y camino a Los Ramírez, ubicados en las cercanías de su campamento. Nosotros nos encargamos de todo lo demás.

El fuego artillero enemigo se volvió intenso, haciendo temblar la tierra, destruyendo algunas casas. El silbido mortal de las esquirlas surcaba el aire y se escuchaba por todos lados.

Felipito (Manuel Cornejo) y Neto (Silvio Franco-Arcatao) junto a sus unidades fueron a la parte norte rumbo al Cicahuite a enfrentar los guardias, soldados y patrulleros de Las Vueltas con Llano Grande.

Felipón se quedó en el campamento coordinando varias misiones como traslado del hospital, población civil, alimentos, tropas de refuerzo, etc. Él era el segundo jefe de la Subzona; pues en ése momento el primero, Netón (Dante Bazaglia) estaba en Los Ranchos evaluando con resto de jefatura “La Ofensiva Final”. En El Jícaro,  teníamos varios heridos de ataque a Chalatenango, Las Vueltas y otros de la FAL-PC del ataque a Concepción Quezaltepeque.

Para nosotros, en aquel momento, era mejor no tener jefes; porque así podíamos hacer todo a nuestro antojo. En cerro de Don Domingo, el médico, anestesista y estudiantes de medicina me dicen que desean tirar balas. Adelante; pero si algo les pasa yo no los vi, les dije. Ellos estuvieron de acuerdo. El fuego fue intenso, hicimos retroceder a los soldados. Luego comenzaron de nuevo a atacarnos con artillería pesada… Juventino, de talleres (hermano de Germán, Guarjila), sale con otros dos compañeros de sus trincheras y caminan a observar avance de los soldados, cuando en ese momento cayó una granada de mortero cerca de ellos hiriendo a los tres. Yo grito: ¡Giovanni auxilie a los compañeros! Giovanni sale de su trinchera; pero en ese momento cayeron tres granadas en el mismo lugar, él se regresa a su trinchera y cuando repito:  “Giovanni, vaya…”  me vio con unos ojos de chivo ahorcado. Entendí que el valiente anestesista estaba muerto de miedo. Salí de mi trinchera para ayudar a los compañeros arrastrarse hasta debajo de unas grandes rocas que formaban una cueva.

Al calmarse el fuego artillero, los compañeros heridos recibieron su atención médica. Giovanni anestesista (ya relajado) dice: “Aprovechando que estos hijos de puta han dejado de morterear voy ir a cagar, lo más que harán es que corte”. Se fue atrás de un matochito… Bomborombombón, cayó una andanada de morteros. Giovanni sale detrás del matochito saltando como conejo con los pantalones a la rodilla herido de una mano y diciendo: “Me jodieron estos hijos de puta, me jodieron”… Momento que aprovechamos para enviar a los cuatro galenos junto a los heridos a su lugar, el hospital.

*GUINDA2El combate siguió, los militares del gobierno intentaron asaltar el Cerro de Don Domingo; pero los retrocedimos a puro fuego. En esa ocasión casi me matan; pues al mantenernos en las trincheras frente a ellos, comenzaron a morterearnos también con 81 y cañón 57mm. De repente volé por los aires en medio de muchas piedras, por un momento pensé que moriría al caer de cabeza; pero milagrosamente en el aire di vueltas y caí de pié, logrando pequeños rasguños. corrí hacia arriba junto a Nelson (cilindro) quien salió a mi encuentro. Nos mantuvimos allí peleando a pocos metros de los soldados y de los guardias que llegaron por el lado de Los Ramírez… El olor a hueso o cacho quemado se sentía en el ambiente… Le pregunté al compa Roque de talleres (papá de Carolina intersección) ¿Usted siente ese tufo a cacho o pelo quemado? – ¡Si son los tiros que nos pasan rosando la cabeza!

Felipito reportó que habían hecho correr a los que venían del lado norte; pues les causaron muchas bajas incluyendo al jefe. Le pedí que nos reforzaran con su unidad o la de Neto; pues a nosotros nos tenían con “el culo a dos manos”.

Nelson- cilindro intentó lanzar unas granadas de contacto a los soldados; pero al arrastrarse presionó accidentalmente una de ellas que al explotar destruyó su mano. Lo evacué a un lugar seguro.

Al venir de regreso, me detuve a la entrada de un refugio-tatú y pregunté: ¿Todos están bien? -Sí, pero aquí tenemos unos chinos (niños) con hambre. Dijo Arminta, esposa de Pascual (Hoy viven en Nueva Trinidad). Fui a buscarles algo de comer y se los llevé.

Comenzando a subir el Cerro de Don Domingo escuché unos gritos: “libro de la FAL-PC, al parecer esto es un campamento de ellos”. Con lo aturdido y abrumado que estaba por lo sucedido comienzo a preguntar: ¿Quien está ahí, sos vos Neto? – Siii contestaron. Me acerqué; pero con mi fusil listo para disparar. Al verme dijeron: “Todavía ha quedado uno”. En ese momento abrimos fuego recíprocamente. Me revolqué en el piso. Fue tan grande la balacera que levantaron una nube de polvo, la cual me sirvió para escapar de la muerte y gracias también a un compañero que no dejó de dispararles con su Fal… A penas me recuperaba del susto cuando vino Felipón con un pelotón a reforzarnos a quien al pasar por mi lado no lo reconocí. Grité nuestro santo y seña, él respondió soy Felipe -Conteste santo y seña o disparo. ¡Gracias a Dios Felipón respondió acertadamente! Luego comenzaron a pelear contra los soldados. Felipito también llegó con su unidad y de esa manera pusimos en desbandada la tropa enemiga, quienes dejaron abandonados a sus compañeros que estaban en el campamento de las FAL.

Tomamos la decisión que con una unidad pequeña asaltaríamos aquel lugar; pero que esperaran mi señal para que Lucas (ex empleado de salud de Aguilares) disparara su bazuca y luego, asaltaríamos. Confieso que sentí miedo y quizá un combatiente me notó (Napoleón, de Concepción Quezaltepeque) pasó adelante de mí. Al bazucazo, gritamos con alegría, al tiempo que Felipito dijo: “Mauricio al Asalto” -Aquí vamos compañero a acabar con el enemigo, respondí. Los soldados se corrieron abandonando varias mochilas y pertrechos de guerra; pero cuando salimos al patio trasero del campamento (casa de los papás de Noris- Irma Mejía), encontramos los cuerpos en fila de todo el personal de cocina masacrados cobardemente… Buscamos por todos lados y no encontramos sobrevivientes, después revisamos las mochilas de los soldados donde hayamos munición y también alimentos, los cuales enviamos al hospital para nuestros heridos. En esa ocasión es cuando vi por primera vez los alimentos que usa la tropa norteamericana. Envoltura y etiqueta los identificaba.

La noche caía y era momento de reorganizar nuestra defensa; así como también de enterrar muertos.

Fui de nuevo al cerro de Don Domingo para asegurarme si los compañeros ya se habían retirado. Al llegar a la cúspide escuché que hablaban en voz baja y fumaban cigarrillo, les pregunté quienes eran y apagaron las brasas al tiempo que escuché el ruido de sus fusiles al topar al suelo rocoso. No tuve duda, eran enemigos.

Me retiré rumbo a nuestro campamento y a medio camino encontré a Juan Pastor que venía con una unidad a montar vigilancia en área de combate. Le explique lo que vi y prometí que luego enviaríamos refuerzo para cercar el lugar hasta el amanecer. Felipito y Felipón fueron al hospital porque uno sacó un rozón de bala en la cara y el otro en un brazo… Giovanni, cuando los vio los corrió, les dijo que esas heridas eran de mentira y que fueran a pelear.

El siguiente día a penas aclaraba, cuando se escucharon gritos: Manos arriba, ríndanse… Un disparo. Felipón salió corriendo con otros compañeros hacia ése lugar y al llegar vieron a un *soldado con dos fusiles que se había rendido y el otro (un oficial) estaba muerto con un tiro en la cabeza, quien al escuchar las órdenes de los guerrilleros trató de desenfundar su pistola; pues al estar herido de una pierna dio su fusil al subalterno para descansar.

Fernando-el choco (según versión de Felipón) quizá por nervios le disparó y lo aniquiló de un tiro. El soldado capturado informó que el muerto era el jefe de la compañía antiguerrillera del cuartel de Sonsonate y que reforzados con una sección de paracaidistas habían asaltado por sorpresa el campamento de la FAL el día anterior. El oficial era el Teniente Anzora Vanegas, quien pronto recibiría su condecoración de Capitán; pues ya había aprobado sus exámenes.

Los compas registraron al muerto y su mochila encontrando la identificación y un croquis de aquella operación militar, donde le nombraban segundo al mando. Luego los compañeros “peinaron” el área de combate encontrando un Radio Portátil de Comunicación PRC-77 (militar), el cargador de la pistola del oficial y a un *soldado moribundo cubierto de maleza con una tremenda herida en su espalda que le había perforado un pulmón, lo cargaron en una hamaca y corriendo partieron al hospital para su atención médica. Luego los compañeros recogieron y enterraron los cuerpos de Richard (Jefe de escuadra) y el de Misael de Ramírez (Jefe de Sección).

Conscientes que el alto al fuego sería corto y que los enemigos volverían con más fuerza, continuamos con nuestros preparativos: Abundantes alimentos más obras de ingeniería (trincheras, zanjas y refugios), readecuamos el Plan de Defensa y Combate, etc. etc. Las palabras de huir o retirada en ése momento estaban prohibidas para nosotros.

Subimos dos unidades a La Montañita, una para enfrentar a los soldados que vinieran por el lado de Chalatenango-Upatoro y la otra unidad para los que vinieran por Concepción Quezaltepeque o para reforzarse entre sí.

El ejército gubernamental llegó a La Montañita por el lado de Chalatenango, con la clara intención de luego bajar al Jícaro; mientras otra fuerza combinada de soldados y Guardias Nacionales (GN) avanzaban por los caseríos de Los Calles y Ramírez.

Al cabo de dos días de combate; la fuerzas combinadas no pudieron avanzar adelante del cementerio de Los Ramírez.

Los de La Montañita retrocedieron varios metros. Pensamos que eso era una “maniobra de engaño”. Nos dimos cuenta que otra fuerza avanzaba para atacarnos por la retaguardia, la cual reforzamos sin que ellos se dieran cuenta; pero al llegar a una planicie vimos dos helicópteros que comenzaron a descender para desembarcar soldados.

No pudieron porque los repelimos con fusilería. A la tropa terrestre enemiga, le faltaban unos cien metros hacia arriba para llegar a ése lugar.   

Al tercer día de estar defendiendo La Montañita, llegó más tropa enemiga. Se tomaron todas las alturas entre Llano Grande, El Potrero, Cicahuite y cerca de La Montañita… Por la noche fui al Jícaro a plantear la situación y a recibir instrucciones.

Estábamos en clara desventaja militar; pero en ese momento de creernos súper héroes no lo entendimos. Felipón me dice: “Lo mejor es que te vengás con toda tu tropa al Jícaro; pues esto es lo que hay que defender y aquí estaremos juntos para enfrentar cualquier situación”.

Felipito ya se había marchado con su unidad a la subzona tres de donde era el jefe máximo y al Jícaro había pasado a entregarle la cuota de amor a su esposa Carolina (Irma Amaya).

Ese día, creo que fue cuando más bombas y ametrallamientos aéreos hubo sobre el Jícaro.

En el cerro de Don Domingo quisimos ser lagartijas para meternos bajo tierra, fue uno de los días más largos de mi vida, por la noche hubo un pequeño descanso de unas tres horas y luego aquel incesante mortereo. No había duda, los militares salvadoreños habían recibido abundante ayuda militar de la administración republicana que en días anteriores había tomado el control del gobierno de USA. Nosotros hacíamos bromas asegurando que los jefes enemigos decían a sus artilleros: “Si pegan bien, si no; también. Ustedes disparen”.

El día siguiente, continuó el bombardeo y ametrallamiento aéreo.

La tropa enemiga avanzaba lento y parecía que lo que menos deseaban era entablar combate con nosotros… Felipón me dice: “Tenemos que retirarnos, estos cabrones lo que quieren es desgastarnos para luego cercarnos y aniquilarnos. Mira que “vergo” de enemigos tenemos en frente y todavía siguen bajando; aunque nuestros jefes, después de esto quizá nos fusilen” -No lo creo.

Ellos están oyendo por sus interceptores lo que pasa y no han enviado refuerzo, talvez para que no mueran más compas -A nosotros es posible que nos den por muertos -Organizaré retirada con los milicianos, DZ y hospital. Hay más de 30 heridos para cargar en hamacas y necesitamos más de cien cargadores, dijo Felipón.

Como a las tres de la tarde teníamos la ruta de evacuación asegurada y en el zanjón de una quebrada a toda la población que nos acompañaría en la “retirada”.

Otros pobladores no quisieron ir con nosotros, por diversos motivos. Les recomendamos esconderse bien con suficiente agua y alimentos.

Prometiéndoles que pronto regresaríamos.

Al caer la noche comenzamos a retirarnos del lugar rumbo a Laguna Seca; pero con la gran cantidad de niños y heridos a penas avanzamos a la mitad del camino. Enviamos mensajeros al campamento del cerro El Gallinero y a Laguna Seca personal de cocina a preparar condiciones para recibir al resto de compas.

Al llegar a Laguna Seca nos quedamos sorprendidos porque allí nos estaba esperando nuestro jefe Netón con alimentos y un equipo médico encabezado por Auri-Rhina. Luego de comer nos reunimos a evaluar la situación y a mí, junto a un equipo, de inmediato nos enviaron de regreso al Jícaro a explorar; también nos acompañó Lucía (Ángela Zamora) como fotógrafa o reportera de guerra.

Las imágenes que encontramos fueron muy duras, como las de una familia asesinada en Los Ramírez. En el patio delantero de la casa, el cuerpo de una niña de unos cinco años, con parte de su carita y cráneo comido por las hormigas, dentro de la casa habían más cuerpos; pero el que más nos conmovió fue el de una joven de unos dieciocho años con su criatura de un par de semanas abrazada con un tiro en el pecho cada una. La madre con los pantalones abajo de las  rodillas acostada de medio lado con un tiro en medio de sus glúteos que al salirle por el estomago hizo que se le brotaran las viseras… Veo a Lucía muy pálida _¿Te sientes bien? _Siento que me desmayo ¡Nunca vi muertos como estos! _Siéntate o respira profundo, aquí todos andamos en las mismas.

En ese momento veo que entre los cadáveres se mueve la pierna de un niño, aparto los muertos y lo rescaté. Quiero respirar, siento un tufo en la nariz. Dice la criatura. Llegaron otros pobladores del lugar  y les entregamos al niño para seguir hacia El Jícaro donde nos encontramos con otros compañeros encabezados por Andrés- Andresito (Antonio Mejía), venían del Cicahuite; también allí  sorprendimos a pobladores de Las Vueltas saqueando casas. Después de algunas advertencias les dejamos marchar. Luego nos incorporamos a sofocar el fuego en varias casas que los soldados del gobierno habían generado; así también a mover el pesado cuerpo de un caballo que mataron sobre la entrada a un tatú donde se encontraba una familia escondida; también supimos que los del gobierno se llevaron una niña de unos 13 años que por curiosidad salió de su escondite. Los soldados al verla le capturaron, la niña logró escapar. Hoy es la luchadora social Miriam Ayala.

Al regresar a Laguna Seca y presentar nuestro informe, Netón dijo: Mañana nos vamos al Jícaro; pero aquí en Laguna Seca hay que repoblar y dejar una fuerza militar que los proteja como también reforzar el campamento del cerro El Gallinero.

A penas llegamos al Jícaro nos dedicamos a reconstruir nuestro campamento y el resto del caserío, como también a recoger la enorme cantidad de esquirlas de bombas y morteros enemigos, para devolvérselas en ataques posteriores como metralla en minas y granadas caseras… Netón ordenó desplegar nuestras fuerzas, pues entendimos la lección. Era un grave error estar la mayoría en El Jícaro. Así nació el campamento permanente en La Montañita, al mando de Pedro; también se comenzaron las exploraciones para cuadricular La Montañona, en algunas de las cuales Netón participó y cada vez regresaba emocionado por todas las perspectivas que descubría en aquel lugar. El también ordenó a otra unidad al mando de Roberto, trasladarse a Las Aradas-Yurique, con la misión de recuperar todos los restos de la población  masacrada (un año antes) y enterrarlos.

*Los dos soldados (el capturado y el herido) después de un tiempo se incorporaron a la guerrilla. El primero de combatiente con el nombre de Oscar y el segundo como enfermero con el nombre de Pedro, fueron muy valientes y por lo tanto muy queridos por todos nosotros. El combatiente murió un par de años más tarde peleando contra Guardias y patrulleros en El Amatillo (entre Las Vueltas y El Zapotal) y el otro por heridas de esquirlas de mortero en la segunda toma de Potonico.

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