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El canto del hombre y su filosofía

Luis Antonio Chávez
Periodista y poeta
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En realidad no había tenido noticias de Octavio Paz cuando chico, salve fue precisamente el verano de 1978, que por casualidad –de esas que no se dan todos los días– que un antiguo compañero de infancia cargaba dentro de sus cuadernos, un texto de este escritor mexicano de todos los tiempos.
Años después, tuve otra oportunidad de leerlo, gracias a la gentileza de mi amigo Edgardo Morales, abogado de profesión y asiduo lector, que me dio (en calidad de préstamo) un libro, el que traemos a cuenta para comentarlo.
Sobre Octavio Paz se ha escrito mucho, desde sus detractores por no lidiar con un conjunto de normas predispuestas, producto de pasiones políticas que desligan el arte y su compromiso, hasta las palabras que consignan el elogio dictado por una admiración –consecuencia de su labor– pasando por estudios que anteponen juicios ensamblados en críticos ponderados.
Mientras que en torno a su comportamiento, también se han tejido diversos comentarios (negativos y positivos) los que de alguna forma le han restado o aumentado el valor que ejerce dentro de la poética azteca, pues sus textos reflejan un andar filosófico y el buen uso de la palabra.
Continuando con el comentario de un hombre de letras y además Premio Nobel de Literatura (1990), es identificar y dar al César lo que es del César, porque difícilmente podríamos encasillarlo, Octavio Paz es, por excelencia, un escritor con mucho honor universal.
El libro que nos ocupa se divide en secciones que dan un toque mágico a su lectura: la primera, compuesta por cortes de línea lírica, la cual presenta una amalgama de elementos vibrantes en el ámbito que se crecen: el tiempo; la tercera, tiene un enfoque más existencialista lindando hacia la muerte; la segunda y la cuarta, un poco más detenida la pluma, hurga en la raíz romántica para elevar unas cantatas al amor, en tanto que el texto restante se compone de notas, las que según frases del autor, se denominan “Estas notas escritas al margen son imprescindibles. No son ni un comentario ni una explicación. En general, los poemas no requieren de una explicación”… en ese espacio se acumulan consideraciones donde se dan elementos con una fuerza ponderante de un universo escrito, los que dan al libro Árbol Adentro, un toque exquisito.
Analizar las temáticas que abarca este escritor azteca no es nada fácil, ya que como todo auténtico poeta, éste busca el trasfondo de una realidad –burda si se quiere-, pero que sirve de termómetro para engrandecerla a través de la magia creadora, porque el bardo no mide imágenes y hace delicioso alarde de su bregar en lo que es la poesía. Octavio sabe escudriñar la frase haciéndola suya: “Hay luz, no la tocamos ni la vemos. /En sus vacías claridades/ reposa lo que vemos y tocamos”, (Este lado, P.33).
Con un vasto acervo cultural, el prolífico escritor no lleva de la mano a través de las imágenes literarias que lindan lo filosófico, lo etéreo, lo existencial, ya que descubre en la raigambre universal ese don y extrae la savia de la dermis poética para enseñorearse con esa grácil belleza, donde es posible empalagarse de ese mundo tridimensional que envuelve a la temática más sutil como lo es Árbol Adentro.
Octavio Paz ha sabido internarse en las profundidades de un romanticismo –intuición–, que descubierto en su totalidad no sólo es una punzante mirada sino que es el verbo que puede verterse en sutiles fragancias poéticas: “La ciudad inmensa realidad diaria hecha de dos palabras: Los otros”, (Hablo de la ciudad, P.42).
Incorporándolo desde el punto de vista existencialista, el autor de Árbol Adentro, refleja en la lid poética la madurez del hombre, ya que le da a cada verso una estructura uniforme, que hace de su lectura una sonoridad en demasía: “Entre lo que veo y digo,/ entre lo que digo y callo,/ entre lo que callo y sueño/ entre lo que sueño y olvido/ se desliza la poesía”; (P.11. Es decir, hacer).
Otro de los temas relevantes es el canto hacia el hombre y psiquis, donde incorpora las distintas sensaciones que le aquejan, pero con la fuerza creadora que invita la poesía.
Sin pretensiones evaluativas, he hurgado en los entornos poéticos de Árbol Adentro, y cada tema ha dejado en mí un aliciente empalago, ya que este prolífico escritor de todos los tiempos –universalmente hablando– permite auscultar su palabra y relajarse con una buena taza de café.

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