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Ejemplos para políticas

José M. Tojeira

En el país encontramos emprendedores que son ejemplo de trabajo, discount honestidad y dignidad. Pero no basta con tenerlos y con enorgullecernos de ello. Es importante que tomando en cuenta las necesidades de estas personas, no rx los problemas que tuvieron para instalarse, los miedos que puedan tener ante los problemas actuales, nos planteemos crear políticas que no sólo apoyen el esfuerzo de tantos compatriotas, sino que hagan atractivo el modelo de vida y producción que ellos impulsan. El salvadoreño se ha destacado siempre por su emprendedurismo y laboriosidad, pero no siempre se le apoya desde las políticas públicas como se merece. Y dejar en solitario o aisladas a personas creativas, capaces de multiplicar la producción y el trabajo, es un error grave.

Un salvadoreño que volvió de Estados Unidos después de trabajar allá 16 años, por poner un ejemplo real y reciente, compró en una zona costera aproximadamente 28 manzanas de tierra con sus ahorros. En este momento tiene en plena producción 24 manzanas con plantaciones de fruta. Da trabajo permanente a más de 20 personas y vende su fruta, especialmente guayabas, tanto en los súper como en la tiendona. Tiene agua potable permanente para sus trabajadores con filtros de primer nivel y es apreciado en la zona. Como él hay otros salvadoreños que retornan, ponen negocios, construyen casas, se multiplican en favor de su propio país. El Salvador tiene una de las mejores redes de consulados, si las comparamos con las de sus hermanos centroamericanos, tanto en México como en Estados Unidos. Pero en el interior del propio país necesita impulsar el retorno de salvadoreños creativos, emprendedores, productivos que impulsen tanto el trabajo decente como la producción a todo nivel. Especialmente en el campo. Según algunos cálculos, hay en torno a 400.000 manzanas de terreno de vocación agrícola que están siendo infrautilizadas o que permanecen sin explotar. En un país pobre como el nuestro no deberíamos mantener esta especie de desperdicio de oportunidades.

En ese contexto es imprescindible diseñar políticas públicas que favorezcan  a este tipo de personas, que se arriesgan con sus ahorros a iniciar una nueva vida en el país que previamente los había expulsado. Tienen un enorme valor moral, porque están retornando, con ganas de hacer el bien y haciéndolo, en una tierra que no fue inicialmente tan propicia con ellos, dado que tuvieron incluso que emigrar. Y ya esa actitud es una ganancia para El Salvador, pues nos habla de gente generosa y trabajadora que no cae en el griterío y la politiquería de algunos de nuestro potentados económicos, que están siempre quejándose cuando no se les permite hacer lo que les dé la gana. En el Salvador necesitamos no tanta gente que diga que ama a El Salvador, sino gente que lo demuestre con obras. Esas frases de primero El Salvador, etc., y no sólo las de la derecha, se han visto demasiadas veces traicionadas por la corrupción, el favoritismo y la indiferencia ante los problemas de los pobres. Crear y multiplicar valores de verdad se hace desde la acción y no desde el discurso. Y a estos emprendedores, que regresan motivados por el cariño a su tierra, que multiplican la producción, mejoran la economía y relanzan valores solidarios y patrióticos en El Salvador hay que apoyarlos.

Apoyar emprendedores implica escucharlos. Los problemas de tipo burocrático que puedan tener para instalarse, la inseguridad que se está multiplicando también en el campo, la corrupción en algunas instituciones, que fácilmente puede desalentar a gente bien intencionada cuando se topa con ella, y cualquier otro problema que ellos mismos señalen, debe ser estudiado con seriedad. Y debe llevar a las autoridades a poner los medios para superarlos. Apoyo a las nuevas inversiones, a quienes retornan trayendo capital e ideas, a esa masa de pequeños y medianos inversionistas que quieren ganarse la vida trabajando y dando trabajo a los demás, es indispensable para mejor la construcción de nuestro propio futuro nacional. Y es más, cuando los retornados vienen con ganas de trabajar en el país, traen generalmente nuevas ideas, mayor creatividad y un modo de desenvolverse en el trato con los demás más respetuoso y apegado a normas. Todo son ventajas.

Hemos pensado demasiado en la remesas y demasiado poco en la gente que las produce. Así como hemos organizado la política económica fijándonos más en el consumo que en la producción. Hemos dejado el campo y optado por la ciudad con demasiada rapidez sin tener demasiado que ofrecer a esa enorme masa de personas que viven en barrios superpoblados y hacinados. No nos hemos preocupado por la desigualdad y predicamos diálogo y entendimiento sólo para unas élites que están demasiado lejos de los problemas diarios de la gente. Mantenemos al campo y sus trabajadores marginado en la práctica de las redes de protección social. No hemos diseñado verdaderas políticas de desarrollo social, ni nos hemos preocupado como debiéramos por aquellos que quieren invertir en el agro. El ejemplo de algunos agricultores emprendedores, capaces de montar sus propios negocios, de establecer alianzas productivas, de ofrecer trabajo en medio de zonas deprimidas debía despertarnos de esta modorra y lentitud con la que tratamos las cosas del campo, olvidando que es allí donde se cocinaron nuestros valores de laboriosidad y solidaridad salvadoreña. Hacer política pública desde las buena prácticas de estos pequeños y medianos empresarios es una urgencia para el desarrollo del país.   

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