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Ego y miedo, dos frenos

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y coordinador

Suplemento Tres mil

 

El camino de un escritor es igual a una carrera de obstáculos. Por mucho entreno y ayuda que tenga de otros, deberá recorrer la pista solo. En tanto existen dos enemigos que pueden estar presentes en toda esta ruta y podrán convertirse en la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Muchos afirmarán que es la suerte la determinante, estar en el lado correcto de la historia (amiguismos, compadrazgos, partido político, Gobierno, etc.), pero no. Todo esto puede ser efímero y sin una sólida base, no tener importancia con el pasar del tiempo. Lo único que se sostiene por los siglos es la obra, como le demostró el poeta francés Charles Baudalaire a su detractor, que no es digno de que lo cite.

Construir la obra resulta complicada porque además de tener talento quien escribe, debe tener criterio para saber qué es bueno y que no lo es. Es ahí donde se enfrenta el autor al miedo para dar a luz pública la obra, la desconfianza, aunque a veces la ignorancia es atrevida. Muchos no publican por temor a lo que podrían decir los escritores que se autoproclaman censores literarios al buen estilo de Leonid Brézhnev sólo que no por cuestiones políticas, sino hedónicas. Otros tienen temor de que su obra no esté totalmente preparada para presentarse “en sociedad”. Para estos tenemos una noticia: La obra será inconclusa hasta que muera quien la escribe, aunque digan que quedó inconclusa y sea intervenida por otro autor o editor ya lo que debió hacer quien la redactó está hecho. No podrá agregarle nada. A veces es urgente tener un poco de valor para probar suerte, para animarse a mostrar lo que se hace, que quede referencia, aunque después se siga corrigiendo. Algunos escritores editaron y corregir sin descanso, hasta que cerraron sus ojos definitivamente, como le sucedió a Jorge Luis Borges que rehizo incontables veces sus poemas y cuentos, y que con su acción nos demuestra que la corrección es necesaria y parte del proceso creativo.

El otro freno para crecer es el ego mal dirigido. Está bien tener una buena autoestima, pero está mal creerse dueño de toda la verdad o considerar que los otros “no sirven”. Cada uno de nosotros tiene saberes y talentos diferentes, lo que enriquece la diversidad, en la sociedad y en la literatura.

El egocentrismo se encarga de minar el camino “a otros”. He escuchado a editores afirmar que no publicarán a fulano porque les cae mal, o que no leerán el libro de alguien por la misma razón. El ego puede traicionarnos tanto como el miedo, un exceso de confianza nos lleva a cometer errores en nuestra carrera literaria y es por eso que la experiencia nos ayudará a encontrar el rumbo correcto en que logremos equilibrar la creación artística con la forma de mostrar lo que trabajemos, el autor no puede separar la creatividad del individuo creador.

No podemos vivir con miedo, pero tampoco con egocentrismo. Un poco de valentía y de humildad son los ingredientes idóneos para avanzar en el oficio de escritores y como seres humanos.

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