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Dos microcuentos de Joel Hernández

SELVA

La selva era pequeña en comparación a la soledad de Juan. Los lamentos se escuchaban incluso con el corazón, pero ¿por qué estaba tan triste? Porque su lorita Paquita llevaba ya tres días sin regresar con Juan. Pobre, su circunstancia era la selva y Paquita y, ahora que ella estaba ausente ya solo quedaba él y la abundante selva. Su otra circunstancia se había ido y una parte de él también… Pasaron dos días más y escuchó el parloteo de otro semejante a Paquita, y seguido de lo escuchado, su corazón vibraba al ritmo del parloteo de su amada lorita; sí, ahora Paquita tenía pareja y la circunstancia de Juan iba creciendo, ahora no solamente con la selva y Paquita, sino también con Paco.

 

ILLUMINATI

En las avenidas abandonadas veo como las mujeres se ofrecen por moneda, no les aplaudo pero tampoco las rechazo, quizás dieron ahí por algún trauma. No es necesario ir a dichas calles o avenidas, solo recorre perfiles o vídeos en Internet. Te darás cuenta que las cantantes o actrices más famosas solo, sí, tan solo son vasijas, usadas quizá en algún rito mundial. Son solo reprogramadas y lanzadas a la virtual fama, inexistente. Solo quiero demostrar que nuestras vidas están en una granja y que muchos de nosotros desde pequeños, gracias a estos influjos de energía negativa, sufrimos. Los encargados son los tutores que nos enseñan lo previamente establecido, desde milenios, para crecer en la granja y, no salirnos de ella. Yo no sé si esto es cierto ya que mi granja es un hospital psiquiátrico y veo cómo me observan con sus cámaras las veinticuatros horas del día, no me muevo por mi camisa bonita, digo así, ya que puedo sentir mi cuerpo abrazándome. La única forma de afecto que puedo sentir. Lejos de estas paredes acolchonadas, están atrapados los seres de la granja y, se mueven, comiendo y durmiéndose, procreándose, hasta que un día los lleven al matadero o cumplan su función útil en la granja. Al menos soy feliz en mi cuarto acolchonado, abrazándome constantemente.

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