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Cuba, la clave de Obama para el cambio en la relación con América Latina

Por Ramon Sahmkov

Washington/AFP

Barack Obama deslumbró en la Cumbre de las Américas de 2009 prometiendo a la región una nueva «sociedad entre iguales». Ocho años después deja la Casa Blanca como el arquitecto del viraje en la política estadounidense hacia Cuba.

«La apertura hacia Cuba es probablemente la más histórica de las políticas (de Obama) en América Latina», según William Leogrande, politólogo de la American University en Washington.

«Las hostilidades hacia Cuba realmente habían envenenado las relaciones con el resto de la región y estaban interfiriendo con la capacidad del gobierno (estadounidense) de obtener apoyo en América Latina», dijo Leogrande a la AFP.

En la Cumbre de las Américas de 2015 en Panamá, un día antes del inédito encuentro con Raúl Castro, Obama declaró que la nueva política estadounidense hacia la isla marcaba «un antes y un después para toda nuestra región».

Sin más elecciones que ganar y con un Congreso desafiante, Obama pasó a la acción de manera espectacular y sobrepasó incluso las mayores expectativas de su histórica victoria electoral en 2008.

El cinematográfico arribo del primer presidente negro a la Casa Blanca cautivó al mundo y dio aires de nuevo comienzo en las relaciones con América Latina, tras varios roces entre la administración del republicano George W. Bush y la mayoría de gobiernos izquierdistas en la región.

«Les prometo que buscamos una sociedad entre iguales (…) Estoy aquí para lanzar un nuevo capítulo en la relación», dijo a los presidentes latinoamericanos en la cumbre de Puerto España en 2009.

Si Bush había sido el «diablo» para Hugo Chávez, Obama se dejaba regalar del líder venezolano el libro «Las venas abiertas de América Latina», la biblia de la izquierda latinoamericana, del uruguayo Eduardo Galeano, y hacía bromas con el nicaragüense Daniel Ortega.

«Estilo muy distinto»

El carismático presidente, primer inquilino de la Casa Blanca nacido tras la revolución cubana, llevó un «discurso y un estilo muy distinto», dijo Geoff Thale, director de programas de la Washington Office on Latin America (WOLA).

Pero el golpe de Estado en Honduras pocos meses después, aceptado por Washington, y la ventilación de vergonzosos secretos de la diplomacia estadounidense filtrados por Wikileaks tiñeron de desencanto las nuevas relaciones.

«Complicó mucho el esfuerzo de Obama y su equipo de cambiar la política hacia la región y tal vez le costó casi el primer término (de su gobierno) retomarlo», dijo Thale a la AFP.

Tres años después, la zanja de desacuerdos entre los gobiernos latinoamericanos y Washington persistían –especialmente sobre Cuba y el reclamo argentino sobre las Malvinas–, y la región lucía menos entusiasmada por la fina retórica y la amplia sonrisa del presidente de Estados Unidos.

En la Cumbre de las Américas de Cartagena de 2012, los intentos de Obama de un nuevo diálogo con la región se vieron ofuscados, y el mandatario partió del Caribe colombiano además avergonzado por un escándalo con prostitutas que involucró a su comitiva de seguridad.

Pero el acercamiento con Cuba, puesto en duda por el próximo presidente Donald Trump, hizo olvidar los desencuentros.

«Prometí construir una nueva era de cooperación entre nuestros países (…) Cumplí ese compromiso», dijo el mandatario estadounidense, reiterando una profundización en comercio, educación y seguridad con la región.

Escuchas telefónicas

En ocho años Obama visitó a sus aliados: discutió comercio en México y Chile e inmigración en El Salvador.

Cuando la crisis de los migrantes centroamericanos se desbordó, con sus miles de mujeres y niños desplazados por la pobreza y violencia, en la frontera sur de Estados Unidos, Obama acordó un plan de ayuda para el desarrollo económico y la seguridad en la región.

Reacomodó las relaciones con Argentina en 2016, tras el fin del gobierno de Cristina Kirchner, y en Panamá declaró que «Estados Unidos está enfocado en el futuro» reiterando a los latinoamericanos que la «Guerra Fría se acabó hace mucho tiempo».

Pero hubo episodios de tensión: una visita de Estado a Washington de Dilma Rousseff prevista para octubre de 2013 fue postergada tras las revelaciones de que los servicios secretos estadounidenses (NSA) habían interceptado las conversaciones telefónicas de la entonces mandataria brasileña y de la estatal Petrobras.

Y mientras Estados Unidos ayudó desde las tribunas en los acuerdos de paz en Colombia, sus intentos tras bambalinas para intervenir en la crisis política venezolana no dieron frutos.

América Latina celebró también su orden para salvar de la expulsión a millones de jóvenes indocumentados, en su mayoría latinoamericanos, pero sus críticos dentro y fuera de Estados Unidos afirman que nunca ha habido tantas deportaciones como durante sus ocho años de mandato.

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