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Conducta divergente, estigmatización social y consumo

JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO

Robert Merton1, viagra en su artículo “Estructura Social y Anomía: revisión y ampliación” plantea que las estructuras sociales ejercen presión sobre ciertos miembros de la sociedad, para inducirles a conductas inconformistas. Toda estructura social propone los objetivos e intereses legítimos a todos los miembros de la sociedad, que funcionan como marcos de referencia de las aspiraciones. Mientras que la estructura cultural define, regula y controla los modos admisibles de alcanzar esos objetivos, que se materializan en “costumbres” y operan por medio de las instituciones sociales. Las sociedades integradas se caracterizan por un equilibrio entre los objetivos culturales y las prácticas institucionales.

La conducta anómala es una disociación entre las aspiraciones culturalmente prescritas y, las vías socialmente estructuradas de realización de esas aspiraciones. La cultura norteamericana atribuye gran importancia al éxito monetario, es decir, a los objetivos sociales, sin dar importancia equivalente a los medios institucionales.

Merton explica que hay cinco formas de adaptación de los individuos a su sociedad: La conformidad, es un conformismo a los objetivos culturales y a los medios institucionalizados. La innovación refiere una gran importancia cultural al objetivo del éxito y el uso de medios institucionalmente proscritos para alcanzarlos, se valora la conducta divergente. El ritualismo, se caracteriza por abandono o reducción de los altos objetivos culturales del éxito pecuniario y una inclinación ante las normas institucionales, existiendo una conformidad con las costumbres. El retraimiento se refiere, a que el individuo ha renunciado a los objetivos culturalmente previstos y su conducta no concuerda con las normas institucionales, los desheredados sociales son fiel ejemplo. Y en la rebelión, en la que hay un alejamiento de los objetivos y normas vigentes y la propuesta de introducir una estructura social donde se adopte el mérito, el esfuerzo y la recompensa.

La estructura social norteamericana, muestra una tendencia a la anomía y a la conducta divergente. El énfasis cultural en la competencia y su interés por los resultados, conduce a la destrucción de la estructura reguladora, siendo el único elemento regulador, el cálculo de la ventaja personal y el temor al castigo.

La familia es la principal correa transmisora para la difusión de las normas culturales, pero, la familia transmite la porción de la cultura accesible al estrato y grupo social en la que los padres se encuentran. La proyección de la ambición de los padres, de aquellos con menos posibilidades de asegurar un libre acceso de sus hijos a las oportunidades, ejerce presión sobre los hijos para que aspiren a grandes objetivos, incitándolos a la conducta divergente.

TEORÍA CONSPIRATIVA DEL DELITO JUVENIL

Luis Eduardo Moras2, en su artículo “Delincuencia juvenil: la lógica social del disciplinamiento”, afirma que la delincuencia juvenil ocupa grandes espacios en la prensa. No es tan clara la racionalidad que persigue su difusión, pues el “joven desviado” es el mejor exponente para reflejar temores e inseguridades propias y ajenas.

Los medios conforman una “representación de la realidad”, que poco tiene que ver con lo que sucede realmente. La sociedad dominada por un miedo tan  omnipresente, facilita la solución represiva. La radicalización de las penas, por su eficacia simbólica, tiene un impacto real: la creencia de su eficacia y el mensaje “ejemplarizante” a toda la sociedad. Pero, la radicalización de las penas, es una confesión de fracaso de la política criminal e impotencia del Estado de proteger al conjunto, si no es, reprimiendo a una de las partes.

La apelación a una presunta ola delictiva estimula la emergencia de un imaginario colectivo formalizado en una figura estigmatizada: el joven pandillero. La irrupción de conductas desviadas en los medios, no están exentas de concepciones ideológicas. El delincuente juvenil es la figura utilizada como “divergente” de otras situaciones, que la sociedad no logra procesar, como el drogadicto y el portador del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA).

El verdadero problema es, el impacto que ejerce la emisión de violencia por los medios. La percepción de violencia genera o estimula la realización de acciones violentas concretas. La televisión, por ejemplo, incide en la ejecución de conductas violentas.

La Teoría Conspirativa del Delito Juvenil, privilegia la represión. Ya que considera que las infracciones juveniles, conscientes o inconscientes, tienden a subvertir el orden social y atacar las bases del Estado. El joven “anormal” pone en peligro el tejido social, por lo que el control permanente defiende a la sociedad del joven y al joven de sí mismo.

El énfasis en las conductas trasgresoras de los jóvenes, coincide con crisis estructurales del Estado y su creciente incapacidad en satisfacer las demandas. La impotencia del Estado genera inseguridad en el disfrute de bienes y servicios e inseguridad generalizada del ciudadano. Las sociedades buscan objetivar las causas de sus males presuntos o reales, por lo que urge encontrar grupos en los cuales realizar administraciones terapéuticas y preventivas, para ejercer la facultad discriminatoria y ejemplarizante del poder que debe reafirmar su autoridad.

DISCIPLINA DE TRABAJO Y DISCIPLINA DE CONSUMO

Eloy Terrón Abad3 en su obra “Juventud y Sociedad de Consumo: Artículos en la Gran Enciclopedia del Mundo” nos dice en el “prólogo”, que la aparición de clases sociales obligó a la clase trabajadora a incorporar a sus hijos a las tareas productivas.  A partir de la Revolución Francesa, se fue imponiendo la necesidad de una formación más larga y completa de los trabajadores. La alianza entre empresa, medios publicitarios y “héroes del consumo”, en el Siglo Veinte, posibilito domesticar a las masas mediante la tiranía de la moda.

En el capítulo “Educación Social”, Terrón Abad sostiene que en toda sociedad se da el proceso de convertir a los niños en hombres adultos indispensables para la continuidad y progreso de la sociedad. La socialización del niño busca equipar al niño con un sistema de respuestas y transmitirle conocimientos y destrezas que servirán para la producción de bienes y servicios.

En el capítulo “La juventud como problema social”, Terrón Abad explica que el aumento de la productividad creo la necesidad de una formación más completa y más larga de los hijos. Además, fue necesario estimular el consumo, creando nuevas necesidades y habituando a las masas a ello. A la vez acentuar la necesidad de extender y refinar el control ideológico de las masas para afianzar el dominio de la clase superior. Así la educación pretende un profesionalismo exacerbado, una completa “neutralidad” ideológica y ausencia de sentimientos.

En el capítulo “Droga: efectos psíquicos y motivación social”, Terrón Abad afirma que un pueblo dominado y sometido a una explotación implacable, termina por entregarse a alguna forma de suicidio compensatorio. En la droga se buscan fugaces sueños de felicidad y evasión de su misérrima condición humana. La industria actual fomenta diversas maneras de libertad ilusoria. El motivo de las toxicomanías, es la opresión social difusa: obsesión por la felicidad adquisitiva y carencia de formación social para disfrutar de las cosas y el deseo de encontrar algún modo de iluminación en la irracionalidad creciente de las sociedades dominadas por el afán de lucro.

El capítulo “Juventud, sentido de rebeldía”, Terrón Abad dice que la masa de adolescentes y jóvenes son testigos de un mundo que los fascina y repele a un tiempo. Las rebeliones juveniles se explican porque son jóvenes sin responsabilidades, incitados a disfrutar los placeres de la vida a precio de pagarlos con disciplina empresarial y disciplina de consumo. Hay libertad abstracta de negarse a la una y a la otra. Rechazar la disciplina del trabajo es fascinante, pero, implica rehusar la satisfacción adquisitiva. Y la disciplina del consumidor está encajada en la “espiral de prestigio” en razón del consumo. Los jóvenes son el grupo menos condicionado de consumidores y adoptan actitudes contradictorias: marginación pasiva y rebelión violenta contra el orden establecido.

En el capítulo “Moda: significado y función social”, Terrón Abad define moda al modo de vestirse, al modo de vivir, es un fenómeno relacionado con el porte o aspecto externo de la persona y manifestación de su poder económico, signo de riqueza y afán de rivalidad. La industria y el comercio explotaron la rivalidad ostentosa, valiéndose de la publicidad comercial. Por su medio, se sometió a las grandes masas y se les convirtió en dóciles instrumentos del consumo. El objetivo de la moda es la aceleración e intensificación del consumo y hacer más frecuentes la innovación, motivados por el afán de lucro y la conquista del prestigio mediante el consumo ostentoso. La clase dominante intenta convencer que no hay diferencias de clase, sino, diferencias de ingresos. Y según la sociedad capitalista, todos los hombres tienen abierto el camino al éxito, el alcanzarlo depende del trabajo y de la perseverancia de cada uno.

En el capítulo “Sociedad de Consumo”, Terrón Abad dice que la “Sociedad de Consumo” es un mecanismo social para integrar a las masas en el sistema dominante por medio de la disciplina del trabajo y la atracción del consumo. La espiral de consumo conlleva algunos fenómenos característicos de la sociedad de consumo: culto a las modas y a lo nuevo, resquebrajamiento de la autoridad, rebelión de los jóvenes, libertarismo, ilusión de sociedad opulenta y condicionamiento publicitario. La disciplina al trabajo es el núcleo esencial y predilecto de la sociedad de consumo. Y el rechazo a la disciplina del trabajo es el verdadero motivo de rebelión de los jóvenes.

En el capítulo “Los recursos humanos”, Terrón Abad expresa, que la empresa capitalista ha aumentado las exigencias de mano de obra entrenada para el manejo de herramientas complejas. En un país capitalista es difícil evaluar las necesidades de mano de obra. Ya que el lucro inventa y suprime puestos de trabajo. El cálculo del volumen de la fuerza de trabajo a emplear en los años futuros, depende del capital físico existente y del capital físico a crear. El conocimiento de puestos de trabajo en las distintas categorías profesionales y el número de candidatos potenciales para los mismos, es de utilidad en la resolución de problemas empresariales y humanos. Permite la programación de la creación de los centros de enseñanza con los puestos escolares necesarios a todos los niveles.

Y en el capitulo “Los profesionales”. Terrón Abad dice que la doble forma de practicar la actividad profesional es al servicio de un patrón o por su propia cuenta. Pero en los últimos decenios, los profesionales han tendido al asalaramiento. Actualmente la mayoría de ellos se encuentran en situación de asalariados. Los obreros se hicieron conscientes de la disminución de su salario real. En cambio, la situación de los profesionales asalariados es muy distinta, tardan en hacerse conscientes de la degradación de sus “retribuciones”.

A modo de conclusión, la sociedad salvadoreña igual que la norteamericana, alienta conductas divergentes, ya que nuestra estructura social y cultural valoriza el objetivo social, es decir, el éxito económico y relativiza los medios prescritos para alcanzarlos. Ésta tendencia anómica de nuestra sociedad se manifiesta en la impunidad reinante en nuestro contexto judicial. A pesar de ésta disociación entre las aspiraciones y las vías prescritas, la sociedad salvadoreña objetiva las causas de sus males presuntos o reales, en el grupo estigmatizado de las “pandillas Juveniles”.

Los medios de comunicación conforman una realidad de violencia omnipresente de las pandillas que facilita la solución represiva, siendo latente la incapacidad del Estado de resolver sus crisis estructurales.

La sociedad intenta incorporar a sus nuevos miembros a la producción de bienes y servicios, por medio de la educación. Así inculcarles la disciplina de trabajo y de consumo. La sociedad promociona libertades ilusorias como la obsesión adquisitiva, que terminan provocando frustración existencial, por lo que por medio de la droga se busca destellos de felicidad, evasión de la realidad e iluminación en un contexto irracional de afán de lucro. El Estado Socialista impuso a los Países Capitalistas la política de pleno empleo, pero con su desaparición se ha incrementado la cesantía y el asalaramiento en las diversas categorías profesionales. Por eso, en muchos estratos sociales, la conducta divergente se instala para gozar la espiral de prestigio del consumo y rechazar la disciplina de trabajo. La criminalidad encuentra campo fértil de reclutamiento en los jóvenes. Una política criminal integral pasa por cambios en nuestra estructura social y cultural y una fuerte política de empleo.

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