Caballero y poeta

Carlos A. Burgos

El siglo pasado existió en Cojutepeque un maestro distinguido, for sale honesto, viagra entusiasta y preparado. Era el profesor Manuel de Jesús Bonilla. Estudió en el Seminario San José de la Montaña, no se ordenó y se dedicó al magisterio.
En la década de los años veinte fundó el Liceo San Bernardo donde se formaron muchos jóvenes que pronto se incorporaron a la vida productiva. El Concejo Municipal acordó conceder una subvención de treinta pesos mensuales al Liceo San Bernardo.
El 3 de mayo de 1924, fue testigo con otros ciudadanos cuando las autoridades municipales plantaron la actual ceiba en el mismo lugar donde existió la Ceiba de mi pueblo en la plaza de San Juan, a la que cantó el poeta Rafael Cabrera a finales del siglo XIX. Don Manuel tomó la palabra para exaltar el valor histórico y ambiental de ese acontecimiento y puso de manifiesto sus cualidades de orador con amplia cultura.
El 22 de junio de 1946 en un acto especial en el Cine Cuscatlán se condecoró con medallas de oro a dos maestros sobresalientes: a don Manuel de J. Bonilla por haber escrito la letra del Himno de la Escuela Anita Alvarado y a don  Ciriaco  de Jesús Alas por haber compuesto la música de ese Himno y otra obra musical dedicada a la acción de la niña heroína cojutepecana Anita Alvarado. La banda de Sonsonate con sus 51 filarmónicos, bajo la dirección del maestro Alas interpretó esta obra, y las alumnas cantaron el Himno. El Coro dice:
Este pueblo valiente, abnegado
que de lauro su frente ciñó
con el nombre de Anita Alvarado
su blasón más brillante formó.
En la década de los cincuenta, don Manuel fue profesor del Instituto Nacional en los cursos del Plan Básico, nos impartió las asignaturas Castellano e Inglés. Era claro en sus exposiciones, serio en la revisión de tareas, estricto en los exámenes, y amigable con los alumnos, le decíamos Teacher Bonilla. Pero cuando sospechaba que le habían sustraído el cuestionario del examen, lo cambiaba y se ponía estricto, pero sin ser vengativo con los alumnos.
En clase analizábamos sus poemas, era estricto con la métrica, la rima y el ritmo. En cierta ocasión revisó mi cuaderno y encontró versos míos, sin métrica ni rima, de inmediato me dijo:
–¿Qué es esto?
–Poemas solo con sensibilidad romántica – respondí.
–No has seguido las reglas de la preceptiva literaria.
–Entonces ¿qué he escrito, Teacher?
–¡Basura! – y reímos a carcajadas con los compañeros del aula.
Don Manuel siempre vestía traje completo de casimir y sombrero de fieltro. Un «gentleman» cojutepecano. Era alto de estatura, de tez clara y complexión fuerte. Con frecuencia mantenía su mano derecha a la altura de la cintura debajo del saco. Algunos compañeros decían que allí cargaba la pistola y cada rato comprobaba si no se le había caído.
Nos enteramos que hace años tuvo una experiencia digna de otras épocas históricas. Don Manuel vivía en la esquina Sur de la segunda calle Poniente, frente a la Punta Diamante, en una casa con balcones y puerta con persianas, y dos hermanos de la sociedad de entonces, vivían sobre la primera calle Poniente, a unas dos cuadras de su casa. Tuvo un serio altercado con uno de ellos y decidieron arreglar esto en un duelo de caballeros con armas de fuego.
Llegó la hora convenida… tronaron los balazos, y… quedó con vida el Teacher Bonilla. Una escena de película cinematográfica. Pronto se entregó a la justicia y no aceptó que lo defendiera ningún abogado. Pidió ser su propio defensor, en esa época el reo podía tomar tal decisión. En la vista pública demostró sus dotes de gran orador, enfatizó que defendió su honor. Y fue absuelto.
Nunca nos enseñó a ser rencorosos pero nos decía, no se dejen agredir, mejor deben amarse los unos a los otros.
–No, Teacher, mejor amarse los unos con las otras – respondíamos, señalando a las señoritas compañeras.
Y reíamos mientras él, muy serio, disimulaba su sonrisa hojeando papeles.

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