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Bitácora elemental para diseñar una política cultural (Parte II)

Jaime Calderón*

La política genera y produce efectos que benefician la identidad, no rx historia y la cultura nacionales, el nivel de influencia que posee es inmenso, por lo tanto la política bien manejada, diáfana y trascendental contribuye al desarrollo cultural, pero si es lo contrario, la destruye o la confunde. El ejercicio de la política nacional, lejos de convertirse en un oficio generoso para la población ha sido manejado por los sectores de poder económico nacionales o internacionales a su antojo y obedecidos por sujetos fabricados para defender los intereses del poder mismo, convirtiendo el hecho político en algo que casi nunca beneficia a las grandes mayorías, con la excepción de la nueva clase política que contradice la versión oficial, que debate y defiende aquello que le interesa a la población pero que por su poco poder en el poder mismo, sus esfuerzos no resultan en bienestar social absoluto

Los sectores de poder real de una nación intervienen directamente para bien o para mal en la definición o tergiversación de la identidad, la historia y la cultura, en nuestra sociedad, estos sectores son los que menos contribuyen al establecimiento de la verdad histórica y cultural, contribuyen si, al deterioro y destrucción de los mismos. La gran empresa en las últimas dos décadas ha absorbido los servicios públicos de telefonía, seguros, electricidad y otros, encareciendo los costos, ofreciendo más servicios que convierten más a la población podo educada en consumidores de servicios innecesarios, y que no cuenta con ningún control estatal respecto a los costos por los servicios y mucho menos sobre las ganancias que lejos de generar riqueza en la población, la empobrecen y embobecen más.

La cultura nacional en gran parte ha sido sustentada en la vida agraria, el sector campesino constituye mayoría, es el sector más discriminado, explotado y excluido por los grandes propietarios de tierras, han sido sometidos ha condiciones de vida infrahumanas, en ellos impera el analfabetismo y causan grandes crisis los problemas de salud, tanto así que ello se ha perfilado como un problema cultural que requiere de una política especial.  El sector agrario dejó de ser el productor de riqueza para los sectores de poder, por ello se le abandonó a la suerte de cada agricultor, quienes se encuentran en crisis y compitiendo desequilibradamente con los sectores importadores de productos altamente subsidiados por sus estados.

Las artes, a pesar de ser las que dinamizan y revolucionan la cultura, se han utilizado para someter y adormecer más a la población, ya que en gran parte de la historia ha sido una práctica de la elite social del poder económico, político y religioso, y cuando han accedido quienes no están en el marco de dicha elite, ella mismo los enfrenta, los margina y los desahucia del espectro participativo y transformador que puedan generar.

En nuestro país no ha habido un esquema oficial de enseñanza de las artes, que sea sistematizado o formal, a excepción de algunos esfuerzos efímeros de academias o escuelas pensadas por el oficialismo tradicionalista y conservador que se han entronado desde el medio o desde el nivel superior del sistema educativo, nunca ha sido un tópico a desarrollar desde los primeros años de escuela sistemática en el desarrollo de la niñez.

Los hechos artísticos propios y genuinos han sido pocos y quienes los han generado no necesariamente se han forjado al interior del sistema educativo nacional.

Los hechos sociales y culturales no son registrados por institución alguna, y si se registran, se obvian o se maquillan aquellos que no permite el poder político, religioso, y económico para que sean conocidos por la población, esta ha sido la tónica en el registro histórico, ello mismo no ha ayudado a tener presentes muchos detalles de una memoria histórica veraz y diáfana. Lo que ha permanecido en la historia son las manifestaciones tradicionales y populares en las danza-dramas arraigados a la religiosidad de los pueblos, las creencias, mitos y leyendas, los juegos que poco o nada de ellos está vinculado a las raíces ancestrales de nuestra auténtica cultura y la lingüística popular.

Ya se cuenta con un poco más de 500 años de historia oficial, y miles más de historia prehispánica en la que aún no se definen los orígenes de nuestra cultura.

Es evidente que la memoria humana no puede hacer un recuento fidedigno de sus propios hechos contemporáneos, por ello, es lógico que de los hechos viejos muy poco puede aceptarse como válido.

Lo mismo pasa con la memoria social e histórica, pero porque en el recorrer del tiempo en nuestro país no se ha tenido un gobierno que respete y valore la verdad respecto a la historia, lejos de eso, se ha reformado tantas veces el sistema educativo oficial,  y poco a poco se le han arrancado inconsultamente todos aquellos tópicos que puedan ayudar en cualquier tiempo a hablar clara y verdaderamente de lo que ha sido y es nuestra historia.

Las eternas migraciones humanas que han practicado los salvadoreños y los medios de comunicación social, contribuyen al desarrollo de la cultura, en nuestro caso, ha sido lo contrario, y muy especialmente, los medios de comunicación al servicio de la clase dominante han trastornado y casi destruido la identidad cultural nacional, tergiversan la verdad histórica y construyen una cultura falsa.

Hasta hace unos 40 años, lo que sabía del exterior la población era lo que acontecía en su entorno inmediato, eso permitía cierta solidez a los argumentos socioculturales y conformaban tradición que luego por costumbre constituían cultura. Pocos eran los que por capacidad económica accedían al conocimiento del universo cultural global…  (Continuará)

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